domingo, 2 de junio de 2024

Libro: Las guerras médicas I. Colección Biblioteca Gredos

 

 

Creso, entonces respondió: "Majestad, he obrado así en razón de tu buena suerte y de mi mala fortuna; pero el responsable de ello ha sido el dios de los griegos al inducirme a emprender la guerra. Pues nadie es tan estúpido que prefiera la guerra a la paz, que, en esta, los hijos sepultan a los padres, mientras que, en aquella, son los padres quienes sepultan a los hijos".

Heródoto I, 87, 3-4

 

Las guerras médicas fueron una serie de conflictos entre el Imperio aqueménida de Persia y las ciudades-estado del mundo helénico que comenzaron en 492 a. C. y se extendieron hasta el año 449 a. C. La colisión entre el fragmentado mundo político de la antigua Grecia y el enorme imperio persa comenzó cuando Ciro II el Grande conquistó Jonia en el 547 a. C. y tuvo dos momentos críticos en las dos expediciones fallidas de los persas contra Grecia, en el 490 a. C. y desde el 481 a. C. hasta el 479 a. C., conocidas respectivamente como primera y segunda guerra médica. El enfrentamiento entre griegos y persas, del que las guerras médicas fueron solo una fase, duró en total más de dos siglos y culminó con la conquista y disolución del Imperio aqueménida por Alejandro Magno en el siguiente siglo. Los propios griegos se refirieron a estas guerras como el «asunto medo» (Μηδικά, Mĕdiká), pues aunque eran perfectamente conscientes de que el Imperio aqueménida, su enemigo, estaba gobernado por una dinastía persa, conservaron para este el nombre con que fue conocido antes, Media, una región contigua a Persia sometida a su imperio.

 

CONTENIDO

 

HERÓDOTO

(Herodoto o Heródoto; Halicarnaso, c. 484 a.C. - Turios?, c. 426 a.C.) Historiador griego, el primero del mundo occidental. En los nueve libros que componen su obra, titulada Historias, Herodoto narró detalladamente el decurso de las Guerras Médicas (Grecia frente al todopoderoso Imperio persa), que terminaron con la victoria de los griegos sobre Darío el Grande y su hijo Jerjes. Aunque un sentido moral y religioso orienta su relato, en el que se intercalan frecuentes excursos descriptivos y etnográficos sobre los pueblos bárbaros, ya la misma Antigüedad supo apreciar la novedad y el valor de su obra, y otorgó a Herodoto el título de padre de la historia.

Biografía

Herodoto nació en Halicarnaso (actualmente Bodrum, pequeña ciudad turca del Asia Menor) en fecha incierta, probablemente hacia el año 484 antes de Cristo. La colonia dórica de Halicarnaso se hallaba por aquel entonces bajo dominio persa y era gobernada por el tirano Ligdamis; los padres de Herodoto eran, por consiguiente, súbditos del Imperio persa, pero en sus venas corría sangre griega, y de hecho es probable que la familia perteneciese a la aristocracia de Halicarnaso.

Cuando todavía era un niño, y con motivo de una revuelta contra Ligdamis en la que murió Paniasis, tío o primo del futuro historiador, la familia de Herodoto hubo de abandonar su patria y dirigirse a Samos. Allí pudo Herodoto tener un contacto más estrecho con el mundo cultural jonio. Según la tradición, fue en Samos donde aprendió el dialecto jónico en el que redactó su obra; pero los investigadores modernos han comprobado que este dialecto era empleado también comúnmente en Halicarnaso.

Es casi seguro que, poco antes del 454 a.C., Herodoto regresó a Halicarnaso para participar en el derrocamiento de Ligdamis (454 a.C.), hijo de Artemisia, representante de la tiranía caria que dominaba en aquella época la vida política de la colonia. La siguiente fecha conocida con certeza de la biografía de Herodoto es la de la fundación, en el 444-443 a.C., de la colonia de Turios, junto a las ruinas de Síbaris. No se sabe si Herodoto formó parte de la primera expedición fundadora (que dirigió Pericles), pero sí que obtuvo la ciudadanía de la colonia.

Algunos de sus biógrafos informan de que, entre esos diez años que median entre la caída de Ligdamis y su llegada a Turios (454-444), Herodoto realizó viajes por varias ciudades griegas, en las que ofrecía lecturas de sus obras; incluso se dice que recibió diez talentos por una lectura ofrecida en Atenas, dato que hoy parece bastante improbable, aunque manifiesta la buena acogida que tuvo Herodoto en la ciudad.

Su estancia en la Atenas de Pericles le permitió contemplar el gran momento político y cultural que vivía la ciudad: en Atenas, Herodoto pudo conocer a Protágoras, abanderado de la revolución de la sofística, y a Sófocles, el gran poeta trágico que tanto influiría en su obra histórica. También en la época previa a la fundación de Turios Herodoto hizo aquellos viajes de los que nos habla en su obra: se sabe que estuvo en Egipto durante cuatro meses y que, después, fue a Fenicia y Mesopotamia. Otro de sus viajes le llevó al país de los escitas.

Todos estos viajes estuvieron inspirados por el deseo de aumentar sus conocimientos y de saciar sus ansias de saber, acicates constantes del pensamiento de Herodoto. Éste aparece a través de su obra como un hombre curioso, observador y siempre dispuesto a escuchar, cualidades que combinaba con una gran formación enciclopédica y erudita. Sus peregrinaciones continuarían después de establecerse en Turios, donde residió al menos unos cuantos años, si bien se sabe muy poco acerca de esta última etapa de su vida.

La parodia que realizó Aristófanes de la obra de Herodoto permite suponer que ésta era ya conocida en torno al año 425 a.C. Los últimos acontecimientos mencionados en las Historias de Herodoto acerca de Grecia se refieren al año 430 a.C.; se piensa que el historiador falleció en Turios entre los años 426 y 421 a.C.

Las Historias de Herodoto

La obra por la que Herodoto de Halicarnaso mereció el sobrenombre de padre de la historia no recibió de él ni el título ni la división; la división actual, en nueve libros, cada uno de los cuales aparece bajo la denominación de una musa, procede de los eruditos alejandrinos. Los cinco primeros libros describen los aspectos de fondo de las Guerras Médicas; los cuatro últimos contienen la historia de la guerra, que culmina con el relato de la invasión de Grecia por el rey persa Jerjes, y las grandes victorias griegas de Salamina, Platea y Micala.

Las Guerras Médicas y sus preliminares son, pues, el tema de esta primera gran historia narrativa de la Antigüedad. Pero si se renuncia a la simplificación, hay que advertir que la crónica de Herodoto, múltiple y compleja, es difícil de resumir: su finalidad y sus narraciones son varias y muy diferentes entre sí, por lo que, en un primer momento, cuesta ver el principio unificador de tan diversos materiales.

Para reunirlos, Herodoto recurrió a sus muchos viajes a lo largo del mundo conocido; de ellos extrajo sus fuentes de información y sus datos: unas veces, Herodoto recoge aquello que ha visto con sus propios ojos; otras, lo que le han contado; otras muchas, el resultado de sus pesquisas e indagaciones tras contrastar las tradiciones orales recibidas con los restos arqueológicos y monumentos o tras recurrir a los sacerdotes y estudiosos de los lugares visitados. Así, por ejemplo, su investigación sobre el mito de Hércules le llevó hasta Fenicia. Llama la atención ver cómo Herodoto va engarzando estos elementos tan distintos entre sí y cómo, en ocasiones, los recoge aun cuando, en su opinión, no son fiables: "Mi deber es informar de todo lo que se dice, pero no estoy obligado a creerlo todo igualmente" (lib. 7, 152).

Ya desde el comienzo de la obra, el propio Herodoto anuncia que su cometido es narrar los sucesos y hazañas de los hombres y, más en concreto, la guerra entre bárbaros y griegos. El núcleo central del relato es, ciertamente, la narración de las Guerras Médicas, aquellas que enfrentaron a Oriente con Occidente, pero ello da pie a Herodoto a insertar a lo largo de su obra numerosas digresiones. Éstas permitían a su público acercarse a esos países extraños y alejados, que estaban relacionados en mayor o menor medida con los persas. De esa manera, su narración no es unitaria, sino que se rompe siguiendo un principio asociativo, según el cual los distintos países y regiones aparecen en el momento en que se relacionan de algún modo con los persas.

Sin embargo, si bien estas digresiones son especialmente frecuentes en los primeros libros de la obra, se observa que disminuyen en la parte central de la misma, aquella en la que se narra el enfrentamiento entre Grecia y Persia. Se inicia entonces un relato bastante más escueto y objetivo, con un análisis e investigación mucho más detenida de los datos. Se descubre de este modo en la obra de Herodoto una gran multitud de estilos en dependencia directa con sus fuentes: para su descripción de países exóticos, Herodoto tuvo que recurrir a sus viajes y a informaciones de segunda mano, bien orales o bien escritas (como los relatos de otros logógrafos); por el contrario, para narrar la guerra, centro de su relato, Herodoto dispuso de documentos más accesibles y fiables sobre esos acontecimientos. Herodoto aúna así las dotes de un gran narrador y las de un historiador (esto es, investigador) en su intento de dilucidar la verdad a través de la maraña de sus múltiples fuentes.

De la etnografía a la historia

Esta heterogeneidad de materiales ha permitido aventurar hipótesis sobre la génesis de la obra. Así, las características internas y externas de los estudios dedicados a los diversos pueblos que sucesivamente fueron sometidos por los persas se explicarían con la premisa de que debieron originalmente coordinarse en una descripción etnográfica e histórica del imperio persa, y que no se convirtieron en parte de la obra hasta que, en el desarrollo de la narración, Herodoto se vio arrastrado por el apasionante interés que para él y para sus lectores tenía el conflicto militar con Grecia.

Después de compuestos, estos pasajes fueron incorporados al programa narrativo de las Historias con varios aditamentos: algunos fueron situados en el lugar por completo adecuado, según la crónica de la expansión persa (como el referente a los atenienses en Egipto, que tanto interés encerraba para él); otros, como el que se refiere a los lidios, fueron cambiados de sitio según las exigencias del nuevo tema; otros, finalmente (y así sabemos que sucedió con uno sobre los asirios) fueron suprimidos. Es bastante seguro, pues, que cierto número de pasajes, concebidos originariamente como lógoi o relatos independientes y destinados a la lectura ante un auditorio, fueron sometidos con posterioridad al plan historiográfico de la obra. 

Tal explicación de la génesis de la obra de Herodoto da idea de su principal originalidad, ya que nos permite comprender cómo el autor fue pasando de la especulación teológica y de la curiosidad de los compiladores de noticias geográficas y etnográficas a la investigación de los hechos humanos averiguables mediante una tradición digna de fe. Antes de él, los escritores en prosa, que fueron denominados logógrafos, se habían preocupado meramente de investigar y sistematizar, siguiendo el ejemplo de la poesía épica, los míticos relatos de los orígenes divinos y humanos en genealogías y crónicas, y de recoger noticias sobre los sucesivos descubrimientos geográficos.

Naturalmente, Herodoto se halla todavía muy cerca de los logógrafos, tanto por su estilo fácil y fluido de narrador como por su lengua (escribe todavía en dialecto jónico), y también por su mentalidad. Si, en realidad, concede escasa importancia a la mitología, la concede muy grande, en cambio, a las noticias geográficas y etnográficas, sacando provecho de sus múltiples viajes. Sobre todo, sus intereses en el terreno de la geografía y la etnografía se orientan hacia todo cuanto le resultaba extraño y maravilloso, y sus descripciones, en sustancia, son un índice de las curiosidades recogidas, directamente o de oídas, sobre pueblos y países. Y como le atrae el detalle concreto y pintoresco, sin sutilizar demasiado sobre la importancia de los hechos referidos o sobre su credibilidad, su obra tiene a veces el encanto de una fábula.

A pesar de los rasgos arcaicos de su historia, su método era ya decididamente crítico: supo relativizar las noticias que le llegaban sobre Egipto o distinguir los acontecimientos de los que él mismo había sido testigo (autopsía) de aquellos que le fueron contados o que había conocido por tradición oral. De hecho, el término historia deriva de un vocablo griego, ístôr, que designaba al que relata algo que ha visto personalmente, aquello de lo que ha sido testigo. No por ello está exento de subjetividad (se han hallado huellas, incluso, de la enseñanza sofística), pero sólo en raras ocasiones se permite dar su opinión, y prefiere que el lector juzgue por sí mismo.

Herodoto comete también errores, y graves, por mera precipitación o por ignorancia; pero las tentativas repetidamente hechas para demostrar una mala fe han fracasado. Incluso en la historia humana busca lo maravilloso: los grandes fenómenos políticos, sociales y económicos encierran para él escaso interés. Los acontecimientos registrados en un reino se diluyen frecuentemente en la biografía anecdótica del rey o de los principales personajes; las causas primeras de los grandes acontecimientos, que, sin duda, no ignoró Herodoto, quedan relegadas tras las causas secundarias o personales. También en los hechos más importantes, como la batalla de Salamina o la de Platea, desbordan los detalles acerca de aventuras individuales, de heroísmos, astucias y frases memorables, que casi hacen olvidar la visión de conjunto.

La perspectiva ética y religiosa

La filosofía de la historia de Herodoto tiene sus raíces en las ideas morales y religiosas del viejo mundo jónico. La expansión imperialista persa termina con una catástrofe porque así lo desean los dioses, envidiosos de la excesiva prosperidad humana; ninguna fuerza del mundo, ningún suceso, podía salvar a los hombres, que habían incurrido en la envidia de los dioses; tal es su moral, semejante a la de las tragedias de Esquilo.

Herodoto es un espíritu religioso arcaico, e impone a su historia un esquema de hybris o desmesura (Jerjes desafiando los condicionamientos de la naturaleza al tender un puente de barcas entre Oriente y Occidente, o atreviéndose a azotar el mar) que se hace merecedora de un castigo, de una némesis o redistribución por parte de los dioses, que restablecen una situación equitativa. Los dioses desempeñan aún un papel importante en la narración de Herodoto, en la medida en que son envidiosos de la fortuna humana, sumamente frágil e inestable, como se desprende de la historia de Creso y Solón en el libro I. 

Políticamente destaca su repulsa de las tiranías griegas y su inequívoca toma de partido por la libertad, que hizo posible aquella autodisciplina libremente querida que posibilitó la victoria de los griegos frente al despotismo oriental. En cuanto a su posible parcialidad, se observa que Herodoto expresa con frecuencia una cálida simpatía hacia los griegos en general y los atenienses en particular, engendrada probablemente durante el período en que residió en la Atenas de Pericles, y exalta la superioridad ética de las libertades cívicas griegas y el heroísmo que su cultivo permitía a sus ciudadanos; pero con la misma frecuencia admira la cultura de los pueblos que él reúne bajo el calificativo de bárbaros, y así exalta el poder persa, las grandes figuras de sus reyes o los admirables hechos de sus soldados.

La crónica de Herodoto se cierra precisamente con un elogio, por cierto bellísimo, de los persas (que prefirieron ser pobres, dominando a los demás, que vivir en la comodidad, pero sirviendo a otros), elogio que guarda semejanza con el tributado a los héroes de Maratón ("En Grecia, la pobreza fue siempre congénita, pero con el valor, con el buen sentido, con la fuerza de las leyes, los griegos combatieron no sólo la pobreza, sino también la sumisión al extranjero"), detalle que parece poco adecuado para terminar una historia de griegos y persas escrita por un griego. Pero todo lo que era grande atraía la simpatía de Herodoto, que con su arte aparentemente ingenuo sabe comunicarla al lector.

Su influencia

A pesar del enorme éxito obtenido por Herodoto, pronto comenzaron las críticas por parte de los historiadores posteriores, que le acusaban de ser poco riguroso con los datos. Uno de sus primeros críticos fue Tucídides, quien se refiere a su método como algo efímero y válido sólo para un instante, es decir, apto únicamente para la lectura y el disfrute.

Lo cierto es que Herodoto se convirtió en una fuente inexcusable para todos los historiadores del mundo antiguo, que poco a poco fueron rectificando algunas de sus informaciones sobre países lejanos y exóticos. Con el helenismo, la obra de Herodoto adquirió una mayor relevancia gracias al carácter un tanto novelesco de algunos relatos (algo muy del gusto de la época); un célebre estudioso alejandrino, Aristarco de Samotracia, realizó un comentario de sus obras. Así, la obra de Herodoto fue siempre, como se ha dicho, un punto de referencia, bien como modelo consciente o simplemente como anti-modelo.

También los romanos se rindieron ante la figura de Herodoto; fue Cicerón quien lo llamó "el padre de la historia". Muchos historiadores romanos se sirvieron de él como fuente, y abundan las citas sacadas de las Historias. Durante la Edad Media, período en que la lengua griega se convirtió en un verdadero arcano, Herodoto dejó de leerse, aunque de una manera indirecta, gracias a los historiadores latinos, se conocieron algunas de las anécdotas insertas en sus relatos. Su estrella volvió a brillar gracias a los logros del humanismo: fue Lorenzo Valla el primero que se atrevió a traducir su obra al latín, y, ya a comienzos del siglo XVI (en 1520), salió de las prensas de Aldo Manuzio la primera edición de sus Historias, con lo que el texto original de Herodoto entró de nuevo al caudal de la erudición de los siglos siguientes.

 

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Autor(es): Heródoto

Editorial: Gredos

Páginas: 

Tamaño: 14,5 x 22 cm.

Año: 2022

 

Libro: El agua en el cosmos. La matriz de la vida. Un paseo por el cosmos

 

 

El agua es una de las moléculas más sencillas, y para muchos la más extraordinaria. Es fascinante comprobar cómo sus propiedades, sus posibles estados y sus ciclos derivan de sus características moleculares, que la hacen idónea e insustituible para la vida tal como la conocemos. Para la humanidad constituye un recurso tan crítico que el acceso suficiente a ella alcanza la categoría de derecho humano. Por otro lado, hay indicios de la existencia de agua en otros mundos del sistema solar, y fuera de él, que alimentan las expectativas de vida extraterrestre. De hecho, todo el cosmos parece suficientemente «húmedo» como para considerar que la Tierra puede no ser una excepción, y que el agua constituye la «matriz de la vida» universal.

 

¿QUÉ ES EL AGUA?

El agua es una sustancia líquida desprovista de olor, sabor y color, que existe en la naturaleza y cubre un porcentaje importante (71 %) de la superficie del planeta Tierra. Está compuesta de dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, por lo que su fórmula química es H₂O. En nuestro planeta, el agua se encuentra contenida principalmente en los mares y océanos (96,5 %), en los glaciares y casquetes polares (1,74 %) y en depósitos subterráneos (1,72 %). El resto del agua del planeta (0,04 %) queda repartido entre lagos, humedad de los suelos, vapor atmosférico, humedales, embalses, ríos y arroyos. Además, es una sustancia bastante común en el sistema Solar y el universo, aunque en forma de vapor (su forma gaseosa) o de hielo (su forma sólida). El agua del planeta forma parte de un ciclo natural conocido como ciclo del agua, en el que el agua líquida se evapora por acción del sol y asciende a la atmósfera en estado gaseoso, luego se condensa en las nubes y se precipita al suelo como lluvia. Este ciclo es vital para la estabilidad climática y ecosistémica del planeta.

Fuente: https://concepto.de/agua/#ixzz8c1HAZy2Y

 

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Autor(es):  Juan Antonio Aguilera Mochón es profesor de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad de Granada

Editorial: RBA

Páginas: 156

Tamaño: 16 x 23,5 cm

Año: 2021

 

Libro: Un habitante de Carcosa y otros relatos de lo sobrenatural. Maestros del fantástico

 

 

Ambrose Bierce se ganó con todo merecimiento el sobrenombre de "Bitter Bierce" como premio a la sarcástica e intensa exactitud con que manifestó su desprecio hacia la necedad humana. Esta selección de relatos versa sobre temas, situaciones y personajes -terrenos y ultraterrenos- que harán las delicias de los aficionados a la literatura fantástica. Contiene:

  • Al otro lado de la pared
  • El dedo medio del pie derecho
  • El desconocido
  • El famoso legado Gilson
  • El funeral de John Mortonson
  • El hombre que salía de la nariz
  • El hombre y la víbora
  • El maextro de Moxon
  • El puente sobre el arroyo del Búho
  • El reloj de John Bartine
  • El secreto del barranco de Macarger
  • El solicitante
  • La alucinación de Staley Fleming
  • La ventana tapiada
  • Un diagnóstico de muerte
  • Un habitante de Carcosa
  • Un terror sagrado
  • Una aventura en Brownville

 

AMBROSE BIERCE

Ambrose Gwinett Bierce (Meigs, Ohio Estados Unidos, 24 de junio de 1842-Chihuahua, 1914) fue un editor, periodista, escritor y satírico estadounidense. Escribió el cuento An Occurrence at Owl Creek Bridge (El incidente del Puente del Búho) y compiló el léxico satírico, el Diccionario del Diablo. Su vehemencia como crítico y su visión sardónica de la naturaleza humana que mostró su trabajo le ganó el apodo de «Bitter Bierce» («El amargo Bierce»). Bierce empleó un estilo distintivo de escritura, especialmente en sus historias. Su estilo a menudo abarca un comienzo abrupto, imágenes oscuras, vagas referencias al tiempo, descripciones limitadas, eventos imposibles y el tema de la guerra. En 1913, Bierce viajó a México para adquirir experiencia de primera mano de la Revolución mexicana. Se rumoreaba que viajaba con tropas rebeldes, y no se le volvió a ver.

 

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Autor(es): Ambrose Bierce

Editorial: RBA

Páginas: 

Tamaño: 17 x 24 cm.

Año: 2023

 

Libro: El rayo verde. Biblioteca Julio Verne

 

 

Se habrá observado, sin duda, que en el momento en que Partridge acudió a la llamada de los hermanos Melvill, había dicho, al referirse a la muchacha: la señorita Campbell. Y es que, si el buen escocés la hubiera llamado la señorita Helena, es decir, con su nombre de pila, hubiera cometido una infracción a las reglas que señalan los grados jerárquicos; infracción que designa más particularmente la palabra esnobismo.

Efectivamente, la hija mayor o la hija única de una familia de la aristocracia, incluso cuando aún está en la cuna, jamás lleva el nombre con que ha sido bautizada. Si la señorita Campbell hubiera sido la hija de un par, la habrían llamado lady Helena; pero esta rama de los Campbell, a la que pertenecía, era sólo colateral y muy lejana de la rama directa del paladín sir Colin Campbell, cuyo origen se remonta a las Cruzadas. Desde muchos siglos atrás, las ramificaciones salidas del tronco común se habían desviado de la línea del glorioso antepasado, al cual se unen los clanes de Argyll, de Breadalbane, de Lochnell y otros; pero, por lejano que fuese el parentesco, Helena, por su padre, sentía correr en sus venas un poco de sangre de aquella ilustre y esclarecida familia.

Sin embargo, no por ser únicamente una señorita Campbell dejaba de ser una verdadera escocesa, una de estas nobles hijas de Thule, de ojos azules y cabellos rubios, comparable a las más bellas heroínas de las leyendas de su país.

Verdaderamente, la señorita Campbell era encantadora. La gente se prendaba de su hermosa carita de ojos azules -el azul de los lagos de Escocia, como se acostumbra a decir-, su cuerpo regular pero elegante, su porte un poco altivo, su expresión soñadora casi siempre, menos cuando un ligero aire burlón animaba sus facciones, y, en fin, toda su persona llena de gracia y distinción.

Y no sólo era hermosa la señorita Campbell, sino que al mismo tiempo era bondadosa. Era rica gracias a sus tíos, pero no gustaba de demostrarlo. Muy caritativa, justificaba el antiguo proverbio gaélico: «Ojalá esté siempre llena la mano que sabe abrirse.»

Por encima de todo, se sentía unida a su provincia, a su clan y a su familia, y tenía fama de ser una escocesa en cuerpo y alma. Su fibra patriótica vibraba como la cuerda de un arpa cuando la voz de un montañés entonaba a través de los campos algún pilbroch, canción de los Highlands.

De Maistre ha dicho: «Hay en nosotros dos seres: yo y el otro.» El yo de la señorita Campbell era el ser grave, reflexivo, considerando la vida más bajo el punto de vista de sus deberes que de sus derechos.

El otro era el ser romántico, un poco dado a las supersticiones, amante de las historias maravillosas que surgen con tanta facilidad en el país de Fingal

Extracto de El rayo verde

 

El argumento relata la difícil búsqueda de un fenómeno óptico, "el rayo verde", que puede verse en ciertas condiciones en el momento en que el sol desaparece en el horizonte del mar. La leyenda dice que dos personas que lo vean a la vez quedan automáticamente enamoradas la una de la otra. Es un momento mágico en que dos personas descubren el amor a la misma vez. Esta novela de Julio Verne es de las menos conocidas de su producción y se centra más en un interesante y hermoso viaje por las costas de Escocia, en busca del esquivo rayo verde, que decidirá el futuro de la joven Elena Campbell. Publicada por entregas en Le Temps desde el 17 de mayo (número 7003) hasta el 23 de junio (número 7030) e íntegramente el 24 de julio de 1882. Es considerado como el más romántico de los viajes extraordinarios

 

JULIO VERNE

Jules Gabriel Verne, conocido en los países hispanohablantes como Julio Verne​ (Nantes, 8 de febrero de 1828-Amiens, 24 de marzo de 1905),​ fue un escritor, dramaturgo​ y poetafrancés, célebre por sus novelas de aventuras​ y por su profunda influencia en el género literario de la ciencia ficción.​ Nacido en una familia burguesa, estudió para continuar los pasos de su padre, Pierre Verne, como abogado pero muy joven decidió abandonar ese camino para dedicarse a la literatura.​ Su colaboración con el editor Pierre-Jules Hetzel dio como fruto la creación de Viajes extraordinarios, una popular serie de novelas​ de aventuras escrupulosamente documentadas y visionaria entre las que se incluían las famosas De la Tierra a la Luna (1865), Veinte mil leguas de viaje submarino (1870), La vuelta al mundo en ochenta días (1872), La isla misteriosa (1874) o Dos años de vacaciones (1888).​ Ya antes había publicado Cinco semanas en globo (1863) y Viaje al centro de la Tierra (1864). Es uno de los escritores más importantes de Francia y de toda Europa gracias a la evidente influencia de sus libros en la literatura vanguardista y el surrealismo,​ y desde 1979 es el segundo autor más traducido en el mundo, después de Agatha Christie.​ Se le considera, junto a H. G. Wells, uno de los «padres de la ciencia ficción».​ Fue condecorado con la Legión de Honor en 1892​ por sus aportes a la educación y a la ciencia.

 

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Autor(es): Julio Verne

Editorial: Colección Hetzel. RBA

Páginas: 398

Tamaño: 17 x 24 cm.

 

Libro: La cinta roja. Auschwitz nunca olvidar

DENTRO DE AUSCHWITZ SE ENCUENTRA UN
TALLER DE COSTURA COMO NINGÚN OTRO

 

 

Éramos cuatro: Rose, Ella, Mina y Carla.
En otra vida, tal vez habríamos sido todas amigas.
Pero aquello era Birchwood.

Costaba muchísimo correr con aquellos absurdos zapatos de madera. El barro era denso como la melaza. La mujer que iba detrás de mí tenía el mismo problema. Se le atasca ba uno de sus zapatos y se rezagaba. Mejor. Yo quería llegar primera.

¿Qué edificio era? Imposible pedir más indicaciones. Todas las demás corrían también como un rebaño de animales en estampida. ¿Allí? No, aquí. Éste. Me detuve enseco. La mujer de detrás casi chocó conmigo. Ambas miramos el edificio. Tenía que ser allí. ¿Debíamos llamar a la puerta? ¿Llegábamos demasiado tarde?

«Por favor, que no sea demasiado tarde.»

Me alcé de puntillas y atisbé a través de una ventanita alta situada a un lado de la puerta. No veía gran cosa; prácticamente sólo mi propio reflejo. Me pellizqué las mejillas para tener un poco de color y pensé que me gustaría ser mayor para darme un toque de carmín. Al menos, la hinchazón que tenía alrededor del ojo casi había bajado del todo, aunque el cardenal amarillo verdoso aún seguía ahí. Veía con claridad, eso era lo importante. Una espesa mata de pelo me habría servido para ocultar lo demás. Pero, en fin, hay que arreglárselas con lo que tienes.

—¿Llegamos demasiado tarde? —me dijo la mujer jadeando—. He perdido un zapato en el barro.

Cuando llamé, la puerta se abrió casi en el acto, lo que nos sobresaltó a las dos.

—Llegáis tarde —nos soltó la joven que apareció en el umbral, que nos miró de arriba abajo con dureza.

Yo le devolví la mirada. Ya llevaba tres semanas lejos de casa y aún no había aprendido a bajar la cabeza, por muchos golpes que recibiera. Esa chica prepotente —no mucho mayor que yo, en realidad— tenía una cara angulosa, con una nariz tan afilada que habría servido para cortar queso. A mí siempre me ha gustado el queso. El que encuentras desmenuzado en las ensaladas, o el queso cremoso, que está tan rico con pan recién hecho, o ese otro tan fuerte, con la corteza verde, que a las personas mayores les gusta comer con galletitas saladas...

—¡No os quedéis ahí! —dijo Caraafilada frunciendo el ceño—. ¡Entrad! ¡Limpiaos los zapatos! ¡No toquéis nada!

Entramos. Lo había logrado. Ya estaba allí..., en el pomposamente llamado Estudio de Alta Costura, también conocido como «taller de costura». Para mí, el paraíso. En cuanto me enteré de que había un puesto vacante, supe que debía conseguirlo.

Primeros párrafos de La cinta roja

 

"GUARDALA BIEN, Y RECUERDA QUE ALGÚN DÍA SALDREMOS
DE AQUÍ Y LLEVAREMOS TODAS LAS CINTAS QUE QUERAMOS"

A sus catorce años y en su primer día de trabajo, Ella se adentra en un mundo de sedas, tijeras, alfileres y bordados. Pero ése no es un taller de costura normal. Ni las suyas son clientas corrientes. Ella ha conseguido un puesto de trabajo en el taller de costura de Birchwood. Prisionera en ese campo de concentración, cada vestido que diseña puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte. Los recuerdos del pasado, la pasión por su trabajo y el mundo de la moda y los tejidos serán el refugio para superar esa realidad terrible.

 

LUCY ADLINGTON

Es una historiadora y novelista británica con más de veinte años de experiencia en investigación histórica. Es autora de siete novelas para adolescentes que han sido nominadas y preseleccionadas para la Medalla Carnegie de CILIP, el Premio del Libro de Manchester, el Premio del Libro de Leeds y el Premio del Libro de Rotherham. Su novela La cinta roja se ha convertido en un best seller mundial. También dirige History Wardrobe, una empresa que organiza charlas sobre historia con vestuario de distintas épocas.

 

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Autor(es): Lucy Adlington

Editorial: Planeta

Páginas: 320

Tamaño: 15 x 23 cm.

Año: 2024

 

sábado, 1 de junio de 2024

Libro: En Auschwitz no había prozac. Auschwitz nunca olvidar

12 CONSEJOS DE UNA SOBREVIVIENTE PARA
CURAR TUS HERIDAS Y VIVIR EN LIBERTADA

 

 

LA CÁRCEL ESTÁ EN TU MENTE LA LLAVE, EN TU MANO

Edith Eger, conocida como la bailarina de Auschwitz, nos describe cuáles son las 12 prisiones mentales en las que nos recluimos tras un episodio traumático, como el victimismo, la evasión, el abandono, la culpa o la vergüenza. A lo largo de 12 breves capítulos, nos revela la sabiduría y los consejos prácticos fruto de su larga experiencia atendiendo pacientes en su consulta. A partir del sufrimiento ajeno y con el ejemplo siempre presente del largo proceso que la llevó a ella misma hasta la sanación tras escapar del Holocausto, la doctora Eger ofrece herramientas prácticas y profundas reflexiones sobre cómo vivir en libertad, cómo trascender el dolor y cómo sanar las heridas, por profundas que sean. En resumen, cómo escapar de nuestras propias prisiones mentales para disfrutar de la vida.

 

EDITH EGER

Corría el año 1949 cuando una jovencísima Edith Eger conoció en Estados Unidos a Víctor Frankl (1905-1997), otro de los supervivientes del Holocausto nazi y autor del impresionante El hombre en busca de sentido, una auténtica búsqueda espiritual del sentido de la vida ante un dolor inmenso e inconmensurable. Eger también había vivido el horror nazi y había sobrevivido a diversos campos de concentración; entre ellos, Auschwitz, donde fue testigo de cómo se llevaban a su madre a la cámara de gas.

Frankl se convirtió en su mentor y, bajo sus directrices, Edith empezó a recuperar el sentido de su vida. Licenciada en Piscología por la Universidad de Texas, ha dedicado toda su existencia a ayudar a los demás y a evitar que caigan en ese pozo profundo en el que se sumergen las víctimas. Según Edith Eger, no se trata de “superar”, sino de “aceptar”. En el artículo de hoy repasamos la vida de la superviviente del Holocausto nazi especialista en estrés postraumático, Edith Eger.

Cuando llegó a Auschwitz en 1944, Edith Eger solo tenía dieciséis años. Era una adolescente asustada e impresionable que ya había probado el horror nazi tras vivir en un gueto y en una fábrica de ladrillos, hacinada y sin apenas higiene, con 12.000 personas más, judías como ella. Al llegar al campo de concentración, Edith fue separada de su madre, a la que llevaron a las duchas para que “se aseara”. Nunca más la volvió a ver. Más tarde supo que aquellas “duchas” eran, en realidad, cámaras de gas.

La escalofriante vivencia de nuestra protagonista fue recogida por ella misma en su famoso bestseller La bailarina de Auschwitz (ver bibliografía), donde narra cómo sobrevivió al horror del campo de concentración, en parte, gracias a sus aptitudes para el baile. Durante mucho tiempo fue obligada a bailar para Josef Mengele (1911-1979), el nazi a quien llamaban “el Ángel de la Muerte”, lo que salvó la vida de ella y de su hermana Magda. Un impresionante testimonio de una no menos impresionante vida, que resumimos a continuación.

Edith había nacido como Edith Eva en Kosice, que en el año de su nacimiento, 1927, pertenecía a Checoslovaquia. Su lugar natal fue territorio de cambio, puesto que, anteriormente a 1920, había pertenecido a Hungría, país al que volvería en 1938 y hasta 1945.

Sus padres, Lajos e Ilona, eran judíos de origen húngaro, y Edith era la menor de sus tres hijas. Estudió en la Escuela Secundaria de Gimnasia, donde empezó a tomar contacto con esta disciplina, y recibió también clases de ballet. Muy dotada para el movimiento, formó parte del equipo olímpico de gimnasia; lamentablemente, su condición de judía y el auge del régimen nazi hicieron que fuera expulsada del equipo antes de culminar su sueño de ser gimnasta olímpica.

Era el año 1942, y sobre Europa se cernía el fantasma de una nueva guerra. Las persecuciones contra los judíos iban en aumento; su hermana Klara, que era violinista, pudo escapar gracias a que su profesor la escondió en sitio seguro. No fue así para Edith, su otra hermana Magda y sus padres. Obligados a vivir en un gueto primero y en una fábrica después, finalmente fueron trasladados a Auschwitz en 1944. Ese era el inicio de una pesadilla que parecería no tener fin.

Ya hemos narrado cómo las hermanas fueron cruelmente separadas de sus padres, y cómo estos murieron apenas llegar. A partir de entonces, todo se tornó una horrible pesadilla. Edith cuenta cómo, cada vez que las llevaban a las duchas, les embargaba la angustia de si sería agua o gas lo que saldría de las tuberías. Por fortuna, siempre fue lo primero.

Sus extraordinarias dotes de bailarina jugaron en su favor. Josef Mengele, médico nazi que era conocido como Todesengel (el Ángel de la Muerte), se encaprichó de ella y de su baile, y le pidió que danzara solo para él. El entusiasmo del sanguinario doctor, que realizó escabrosos experimentos con los prisioneros y solía seleccionar a las víctimas para las cámaras de gas, permitió, en parte, que Edith y su hermana sobrevivieran. Pero ¿acaso iba a tener fin aquella pesadilla, aquel baile eterno para escapar de la muerte?

Sí, tuvo fin. Pero antes de ser liberadas por los aliados, Edith y Magda fueron trasladadas a varios campos. Fueron dos de las prisioneras que realizaron la macabra “marcha de la muerte” hacia Gunskirchen, uno de los campos adscritos al de Mauthausen. Las hermanas tuvieron que caminar, en condiciones muy duras, 55 kilómetros a pie. Una vez en su nueva prisión, a donde llegaron agotadas, tuvieron que comer hierba para sobrevivir. Cuando las fuerzas aliadas llegaron para socorrer a los prisioneros, se dieron cuenta de que Edith vivía porque vieron su mano moverse entre una pila de cadáveres.

Cuando los aliados rescataron a Edith, esta pesaba solo 32 kilos y sufría neumonía, fiebre tifoidea y pleuresía. En realidad, era poco probable que sobreviviera… pero sobrevivió. Una vez recuperada regresó a Checoslovaquia, donde conoció al que sería su marido, Albert Eger. Sin embargo, el régimen comunista en ascenso les impulsó a exiliarse a Estados Unidos, a donde llegaron en 1949.

Edith decide entonces licenciarse en Psicología y dedicar su vida a ayudar a las víctimas del estrés postraumático, ámbito en el que se especializa. Ha sido profesora en la Universidad de California y tiene su propia clínica en La Jolla, California, además de aparecer en repetidas ocasiones en los medios. En el momento de escribir este artículo, Edith cuenta con noventa y siete años y sigue igual de vital que antaño. Nunca ha dejado de poner su granito de arena para ayudar a las personas que han sufrido traumas, con el objetivo de mejorar su existencia.

En 2017 se publicó su libro The Choice - Embrace the Possible (traducido al castellano como La bailarina de Auschwitz), un sincero y emotivo testimonio de sus vivencias y de su aprendizaje para aceptar los designios de la vida y sobrevivir a ellos. La meta de Edith ha sido siempre ayudar a la gente victimizada para que no sean víctimas. Y es que toda su vida retuvo el último consejo de su madre, antes de ser enviada a la cámara de gas: “Recuerda. Nadie puede quitarte lo que has depositado en tu mente”. Sobrevivir (y vivir), a pesar de todo.

 

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Autor(es): Edith Eger

Editorial: Planeta

Páginas: 224

Tamaño: 15 x 23 cm.

Año: 2024


Agenda Torre Leggenda Ejecutiva 2024

 

 

 

Formato: Formato 4016 una semana por página - Semana a la vista

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Tamaño: 15x21 cm.

 

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