miércoles, 13 de septiembre de 2017

Cita CCCXLI: 103 razones para admirar al antipoeta Nicanor Parra





Nicanor Parra, antipoeta chileno, hermano mayor de Violeta Parra y candidato permanente al Premio Nobel de Literatura, cumplió 103 años el martes 5 de septiembre.

SANTIAGO DE CHILE — Nicanor Parra acompañó a su papá mientras bebía y cantaba junto a un barril de vino en San Fabián de Alico y en San Carlos, cerca de Chillán. Por esos días Europa se desangraba en la Primera Guerra Mundial. Viajó junto a su mamá caminando por la línea del tren con una pequeña maleta en la mano. Llegó a Santiago y siguió de largo hasta Oxford, donde hace poco lo nombraron Honorary Fellow. Mapuche, chileno e inglés. Pascual Coña, Gabriela Mistral y William Shakespeare.

“La antipoesía es una manera de pasarla bien”, escribió sobre una bandeja de empanadas. Un modo de pensar y un modo de habitar. “¿Valdrá la pena jugarse/ la vida por una idea/ que puede resultar falsa?”, pregunta Nicanor. “Es evidente que sí/ que no, que vale la pena”, responde.

Parra ha sido filodemócratacristiano, filocomunista, filogolpista, filoanarquista, filoconcertacionista, filotaoista y ecologista. Inventó una inteligencia nueva que es capaz de encontrar un problema para cada solución. “Vivir la contradicción sin conflicto” es una de sus máximas preferidas. “Corrupción sustentable, Venceremos”, es otra.

En lugar de ser la voz del pueblo (Neruda), encarnó la voz del pueblerino. La antipoesía enseña lo siguiente: escuchar al otro más que a uno mismo. El estado de incerteza para dar espacio a todos por igual. La “verónica” de los toreros en lugar de la confrontación. “El chillanejo —me dijo un día el Nica— siempre tiene a mano una respuesta que desarme al interlocutor, como método de defensa”. Una burla que no ofende, una pregunta sin respuesta, una aseveración completamente inútil.

La antipoesía asume la derrota, y se divierte con ella. No espera maravillas, las vive. Para Nicanor nunca el tiempo pasado fue mejor. Renueva permanentemente su stock de frases recogidas, chistes, observaciones y explicaciones acerca de qué es la muerte.

La penúltima vez que hablamos sobre el asunto, me dijo: “¿Supiste en qué están los chinos con la muerte?”. Simplemente lo miré. “Dicen que no existe”. La noticia se la dio su hijo Barraco, que venía llegando de allá. “No existe, es un invento, una tomadura de pelo no más”. Meses atrás su hermana Violeta se le apareció en sueños y le dijo: “Mátate, Nicanor”. Yo le pregunté si estaba listo para morir: “Te contestaré lo que dijo el maestro taoísta: listo para morir ahora mismo, o dentro de cien años”.

El antipoeta descubrió el secreto de la eterna juventud. Atrapó el presente y despreció la nostalgia, la solemnidad, la fe desmedida. Renunció a contestar en serio las preguntas serias para quedarse jugando con ellas. “PARA QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA/ La preguntaron una vez sus alumnos del Piedragógico/ & el profeta en su tierra respondió:/ Para hacer clases de Filosofía”. Y más adelante agregó: “Se gana poco/ pero se sobrevive”.

La antipoesía es un sistema poético, político y teórico riguroso y coherente. Su autor es físico y matemático. No son ideas locas ni sueños vaporosos. Ni buenos deseos. Ni siquiera deseos. Los antipoemas son constataciones, remedos, voces, testimonios. Fascinación con lo que acontece. Si no late lo real, no es antipoema. Tampoco si gime, lagrimea o rezonga. ¿Poesía optimista? Para nada. Dado que esta obra en que todos participamos termina mal, no hay tiempo que perder.

El antipoeta no conoce la esperanza y escabulle la mirada de la fatalidad. Es infinitamente demócrata. Combate el discurso del poder rescatando la genialidad del habla popular. El rey tuvo que ser mendigo para que Nicanor se interesara en Lear. “En el momento de nacer/ anunciamos a gritos nuestra llegada/ a este gran circo gran”, lo hace decir. Y un poco más adelante, ese Lear que también es él, se comienza a despedir: “Moriré con la sonrisa en los labios/ Como un novio ataviado para la boda./ Veréis con qué jovialidad”.

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