Los estadounidenses parecen temerle mucho al cáncer, y con razón. A diferencia de otras cosas que pueden matarnos, a menudo esta enfermedad parece salir de la nada.
Sin
embargo, cada vez se acumula más evidencia de que el cáncer también
puede ser prevenible. Desafortunadamente, esto ha incrementado y
disminuido los miedos de las personas.
Como médico, he encontrado mucha gente que piensa que las cardiopatías, la mayor causa de muerte entre los estadounidenses,
son controlables en gran medida. Después de todo, si las personas
comieran mejor, tuvieran actividad física y dejaran de fumar, muchas de
ellas mejorarían. Esa idea no toma en cuenta el hecho de que la gente no
puede cambiar muchos factores de las cardiopatías, como la edad, la
raza y la genética familiar.
Con
frecuencia parece que las personas no sienten lo mismo con respecto al
cáncer. Creen que está fuera de su control. Un estudio publicado en Science,
en enero de 2015, aparentemente respaldaba esa opinión. Trataba de
explicar por qué algunos tejidos provocan cáncer más seguido que otros.
Encontró una correlación sólida entre la cantidad de veces que una
célula se divide en el transcurso de la vida y el riesgo de padecer
cáncer.
En otras palabras, este estudio sostiene que mientras más veces se replica el ADN, más seguido algo puede salir mal. Algunos entendieron que esto significa que el cáncer es más una cuestión de “mala suerte” que de otros factores que las personas pueden controlar.
Desafortunadamente,
esta explicación simple en realidad no es lo que mostró el estudio. Las
células pulmonares, por ejemplo, se dividen muy poco, y de todas formas
son responsables de una cantidad significativa de neoplasias. Las
células del tracto gastrointestinal se dividen todo el tiempo y son
responsables de mucho menos cáncer. Se encontró que algunos tipos de
cánceres, como el melanoma,
pertenecen al grupo de los que están más influidos por factores
intrínsecos (es decir, los que no podemos controlar), mientras que
sabemos con claridad que algunos factores externos, como la exposición
al sol, son causas principales.
Además,
este estudio se enfocó más en los riesgos relativos de que se
desarrolle cáncer en un tipo de tejido en comparación con otro tipo de
tejido. Lo que realmente nos importa es qué tanto podemos reducir
nuestro propio riesgo de padecer cáncer si cambiamos nuestro
comportamiento.
Un estudio más reciente publicado en Nature
sostiene que podemos hacer mucho. Varios estudios han mostrado que las
exposiciones y factores de riesgo ambientales contribuyen en gran medida
a que se desarrollen muchos tipos de cáncer. La dieta está relacionada con el cáncer colorrectal. El alcohol y el tabaco están asociados con el cáncer de esófago. El VPH está relacionado con el cáncer cervical, y la hepatitis C con el cáncer de hígado.
Habría que vivir debajo de una piedra para no saber que fumar provoca cáncer pulmonar, y que demasiado sol puede provocar cáncer de piel.
Con
base en sofisticadas técnicas de modelado, los investigadores sostienen
que a lo largo de la vida menos del 30 por ciento del riesgo de
presentar muchos tipos comunes de cánceres se debe a factores de riesgo
intrínsecos, o “mala suerte”. El resto son cosas que podemos modificar.
Más recientemente, en JAMA Oncology,
un grupo de investigadores trataron de cuantificar en qué medida un
estilo de vida saludable en realidad podría alterar el riesgo de padecer
cáncer. Identificaron cuatro áreas que a menudo se relacionan con la
prevención de enfermedades: fumar, beber, la obesidad y el ejercicio.
Definieron
a las personas con niveles saludables en todas estas actividades como
el grupo de “riesgo bajo”. Luego compararon su riesgo de presentar
cáncer con personas que no estaban dentro de este grupo. Incluyeron dos
grupos de personas a quienes se había estudiado y dado seguimiento
durante un periodo largo, dentro del Nurses’ Health Study y el Health Professionals Follow-up Study, así como estadísticas nacionales de cáncer en Estados Unidos.
De
las casi 90.000 mujeres y más de 46.000 hombres, 16.531 mujeres y
11.731 hombres estaban dentro del grupo de riesgo bajo. Para cada tipo
de cáncer, los investigadores calcularon un riesgo atribuible a la
población, que consiste en el porcentaje de personas que tienen cáncer y
podrían haberlo evitado si hubieran adoptado conductas de bajo riesgo.
Cerca
del 82 por ciento de mujeres y el 78 por ciento de hombres que padecían
cáncer pulmonar pudieron haberlo prevenido mediante conductas
saludables. Aproximadamente, el 29 por ciento de mujeres y el 20 por
ciento de hombres podrían haber prevenido el cáncer de colon y el
rectal. Casi 30 por ciento de hombres y mujeres podrían haber prevenido
el cáncer pancreático. El cáncer de mama mostró ser menos prevenible: solo lo es en un 4 por ciento.
Sin
embargo, aproximadamente el 25 por ciento del cáncer en mujeres y el 33
por ciento en hombres fue potencialmente prevenible. Casi la mitad de
todas las muertes por cáncer también habrían podido prevenirse.
Ningún
estudio es perfecto, y este no es la excepción. En estas cohortes la
mayoría de los sujetos son de raza blanca y están formadas por
profesionales de la salud, que no necesariamente son como la población
en general. Sin embargo, las verificaciones contra los datos nacionales
mostraron que, en cualquier caso, estos resultados podrían estar
subestimando la medida en que el cáncer es prevenible mediante conductas
saludables.
El estudio tampoco fue un análisis controlado y, ciertamente, podemos argumentar que no prueba causalidad.
Lo
que me preocupa es que la gente puede interpretar estos hallazgos como
acusatorios contra quienes padecen cáncer. No queremos estar en
situaciones en las que sintamos que las personas no merecen ayuda porque
no se esforzaron lo suficiente por mantenerse sanas. Gran parte del
cáncer sigue estando fuera del control de las personas.
Me
inquieta en especial que, en este estudio, el estado de “riesgo bajo”
requería los cuatro tipos de vida saludables. Fallar en uno de ellos
implicaba estar dentro de la categoría de riesgo alto, y me parece que
eso es pedir demasiado a la gente.
Leyendo
más, sin embargo, descubrí que los requisitos no son tan pesados. No
fumar se define como no haber fumado nunca o haberlo dejado al menos
cinco años atrás. Claramente eso es bueno para la salud. El consumo
moderado de alcohol se define como no más de un trago al día en promedio
para las mujeres, y no más de dos para los hombres. Eso es muy similar a
lo que yo sostuve en mi columna sobre el alcohol, y de ninguna manera
requiere ser abstemio.
Un
peso adecuado se definió como tener un IMC de por los menos 18,5 y no
más de 27,5. El corte para “sobrepeso” es 25, lo que significa que no es
necesario ser delgado, sino solo menos que obeso (IMC de 30). Por
último, el ejercicio se definió como 150 minutos a la semana de
actividad de intensidad moderada o 75 minutos de actividad de intensidad
vigorosa. Ese es el punto de referencia sobre el que escribí en detalle
hace dos semanas.
Me sorprendió darme cuenta de que ya estoy en “riesgo bajo”. Apuesto a que muchos de ustedes también son de “riesgo bajo”.
Mientras en Estados Unidos se habla de “lanzamientos espaciales”
contra el cáncer, que seguramente costarán miles de millones de dólares
y quizá no tendrán buenos resultados, vale la pena considerar que, como
en muchos casos, la prevención no es solo la ruta menos costosa, sino
también la más efectiva.
Algunos
cambios sencillos en las conductas de la gente tienen el potencial de
asegurar que jamás se padezca cáncer. Además, tienen el beneficio
secundario de prevenir problemas de salud en otras áreas también. Puede
que la inversión en estos esfuerzos no sea tan emocionante, pero es
posible que dé mejores resultados.
Fuente: https://www.nytimes.com