A principios de los años setenta, el prestigioso crítico de arte
Josef Paul Hodin (1905-1995) encontró en el garaje de su casa de
Hampstead, Londres, una vieja caja metálica llena de manuscritos. Él
mismo había arrumbado aquellas novelas y relatos que escribió en los
años treinta, mientras daba tumbos por Europa. Había salido de su Praga
natal al inicio de la década y en 1944 llegaría a Londres, tras pasar
por Berlín, París y Estocolmo. Al final de la guerra, su prometedora
carrera de escritor, truncada por Hitler cuando apenas despuntaba, era
definitivamente cosa del pasado. Como judío, había sufrido las
implicaciones del exabrupto de Goebbels: “El judío, cuando escribe en
alemán, miente.” Sus padres fueron asesinados en Auschwitz. Y con los
años él se convertiría en uno de los críticos más respetados de Reino
Unido. En los años ochenta, Hodin, biógrafo de artistas como Munch o
Kokoschka, publicó en Alemania aquellas novelas de juventud, elogiadas
en su día por Stefan Zweig o Heinrich Mann. Pero su relato más
memorable, que publicaría en 1985 –tres décadas después de terminarlo–,
fue su autobiografía: Dieses Mütterchen hat Krallen. Die Geschichte einer Prager Jugend [Esta madrecita tiene garras. La historia de una juventud praguense],
un documento único sobre aquella ciudad desaparecida que, como dijo
Musil, era “el centro de Europa”, donde se cortaban “los antiguos ejes
del mundo”. Salvo su biografía de Munch (Destino, 1994), nada de Hodin
ha sido publicado hasta la fecha en castellano.
El título de esa autobiografía, que reproduce la famosísima cita de
Kafka sobre su ciudad natal, muestra el ascendente que el autor de El proceso
acabaría teniendo sobre los escritores germanófonos de Praga, muchos de
ellos eclipsados por la impresionante presencia del planeta kafkiano.
En España, la suerte de aquellos escritores ha sido irregular. Más allá
de esfuerzos aislados como el de Libros del Asteroide con Leo Perutz, el
de Periférica con Ludwig Winder, el de Minúscula o Xordica con Egon
Erwin Kisch o el de Siruela con Hermann Ungar y Ernst Weiss (de este
último acaban de salir las excelentes El Aristócrata y Franziska
en Alpha Decay y Cátedra, respectivamente), la literatura alemana de
Praga sigue siendo en parte desconocida, más allá del trío formado por
Rilke, Kafka y Werfel.
Precisamente la presentación de un libro de Rilke, Leben und Lieder (1884),
marca el inicio del medio siglo dorado de las letras alemanas en la
actual capital checa, una literatura interrumpida de forma brutal en
1939 con la invasión alemana y la posterior destrucción, a veces por
medio del exilio, de la comunidad judía de la ciudad, de la que formaba
parte la gran mayoría de los escritores de expresión alemana más
destacados. Sorprende comprobar que ni siquiera los libros de Max Brod
sobre los círculos literarios de las primeras décadas del siglo, como Der Prager Kreis [El círculo de Praga], están disponibles en nuestro idioma.
Quince páginas dedica Brod en ese libro al escritor ciego Oskar Baum
(1883-1941), presencia habitual en los diarios de Kafka. Baum tiene, al
menos, una novela admirable: Die Tür ins Unmögliche [La puerta hacia lo imposible],
de 1920, aún inédita en castellano. Cuenta la historia de Krastnik, un
funcionario que, tras asumir la culpa por un crimen que no cometió, se
eleva ante las masas como un nuevo mesías. No es de extrañar que la
novela obsesionara al propio Kafka, que la leyó varias veces y
transmitió su entusiasmo al escritor.
Otro autor sobresaliente, este más joven, era H. G. Adler
(1910-1988), que sobreviviría a la desaparición de los judíos alemanes
de Praga, a cuya memoria dedicó su obra. Poeta, novelista e historiador
del Holocausto –es autor de la monumental monografía Theresienstadt 1941 bis 1945–, de H. G. Adler se ha traducido Un viaje
(Galaxia Gutenberg, 2010), novela clave sobre las deportaciones nazis
–“el libro clásico sobre este tipo de viajes”, dijo Canetti–, pero que
aquí pasó sin pena ni gloria. Autor muy prolífico, quedan por traducir
algunas de sus grandes obras, como Panorama, novela
autobiográfica de 1948, reeditada en Alemania en 2010, en la que el
autor repasa su infancia en Praga, su paso por Theresienstadt y por
Auschwitz y, por último, su exilio en Inglaterra.
De Johannes Urzidil (1896-1970), otro autor praguense que sobreviviría a los nazis, está disponible Tríptico de Praga
(Pre-Textos, 1997; la editorial valenciana, por cierto, ha publicado
obra escogida de otro excelso alemán de la ciudad, el poeta Franz
Baermann Steiner) y la curiosa El oro de Caramablú (Txalaparta,
2003), de tema vasco, si bien la mayor parte de su obra no está
traducida al castellano. Recomendaremos solo un título: Da geht Kafka [Ahí va Kafka], que recoge las palabras que un joven Urzidil –tenía veintiocho años– pronunció en el entierro del autor de La metamorfosis.
Según Reiner Stach, Urzidil fue el primero en señalar la “cuestión
decisiva” acerca del genio, al afirmar: “Si ha habido un caso de
absoluta congruencia entre vida y arte, ha sido el de Franz Kafka.” El
libro, disponible en italiano e inglés, está lleno de lúcidas notas
sobre el escritor y su época.
Ya fuera del círculo de Kafka, nada hay traducido de Hans Natonek (1892-1963), redactor destacado del Leipziger Zeitung durante casi dos décadas. En 1941 se exilió en Estados Unidos. La obra periodística de Natonek, reunida en Im Geräusch der Zeit [En el ruido del tiempo]
y comparada por la crítica alemana actual nada menos que con la de
Joseph Roth, conforma un excepcional fresco de la vida política y
cultural de la República de Weimar. Y también era periodista F. C.
Weiskopf (1900-1955), de padre alemán y madre checa, que nació y estudió
en Praga, donde se doctoró en filosofía. En los años treinta y cuarenta
se publicaron en España algunas novelas suyas. Pero Weiskopf alcanzó la
verdadera maestría en sus “anécdotas”, con las que renovó una tradición
que autores como Hebel o Kleist habían elevado a la categoría de arte.
La editorial Alba ha publicado dos cumbres del género de diferentes
momentos: El cofrecillo de joyas de Hebel (1998) y La tía Jolesch o la decadencia de Occidente en anécdotas, del judío vienés –de familia también praguense– Friedrich Torberg (2014).
Las anécdotas de Weiskopf, inequívocas en sus intenciones políticas
–se afilió muy joven al Partido Comunista checo y terminó trasladándose a
Berlín oriental, donde murió–, son obras precisas y a menudo
sorprendentes. Bajo su estructura aparentemente sencilla –el autor se
entera de algo y lo cuenta; a veces se hace referencia al marco, pero no
siempre–, se esconde a menudo un sofisticado juego literario, muy
sutil. Una de ellas, “Los hermanos de Ravensbrück”, fue elegida por
Reich-Ranicki como uno de los relatos más representativos de la
posguerra alemana. Y otro atractivo: por sus textos desfilan personajes
como Anna Seghers o Picasso, al lado de soldados, partisanos, héroes
anónimos de la Resistencia o supervivientes del Holocausto.
Fuente: https://letraslibres.com
Por: Alberto Gordo es traductor de alemán. Ha traducido Cuentos completos de Stefan Zweig (Páginas de Espuma, 2023).
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