jueves, 18 de noviembre de 2021

Cita DCXXX: Borges y la ceguera: ¿qué fue lo último que escribió antes de perder la vista?

 

 

Como toda genialidad que consagra a un artista inigualable, Jorge Luis Borges (1899-1986) ofrece numerosos registros autobiográficos en varios de sus cuentos y poesías que integran su obra literaria. El cuento El Sur (1953), considerado el más sublime de todos según la crítica especializada, esconde innumerables misterios que el propio escritor argentino intenta develar.

El más impactante de todos es el principio de su ceguera, que recién será confirmada dos años más adelante, en 1955. Y como si fuera una contradicción de su destino, ese mismo año el célebre escritor, ensayista y poeta argentino fue designado director de la Biblioteca Nacional tras el golpe militar liderado por el general Eduardo Lonardi que derrocó a Juan Domingo Perón.

Borges tenía 56 años. Y como José Mármol y Paul-François Groussac, asumió la dirección de la Biblioteca Nacional completamente ciego.

El Sur es un cuento que combina la fantasía con el realismo. Primero fue publicado en 1953 en el diario La Nación y luego en la reedición de Ficciones (1956), una de sus obras maestras.

De acuerdo a la mirada del escritor, periodista y editor Santiago Llach, tras superar el trauma de un accidente doméstico, esta brillantez literaria de Borges que anuncia la pérdida de su visión marcó el punto de inflexión en la vida de uno de los escritores más influyentes de la literatura hispanoamericana y universal del siglo XX.

Acaso, El Sur es el último relato que ha escrito de puño y letra, en el que se despide de su vista, antes de perderla por completo y comenzar a “escribir” de otra manera.

El Sur es el último cuento que escribe en lo que llamo ‘raid creativo’, entre 1938 y 1953. Es el período en el que Borges escribe sus dos grandes libros de cuentos: Ficciones (1944) y El Aleph (1949), señala Llach, también docente literario.

El destino de un hombre

La historia transcurre en febrero de 1939. Juan Dahlmann, su personaje central, es un bibliotecario argentino de ascendencia alemana que se dirige en tren hacia la estancia que su familia posee en La Pampa para descansar durante un fin de semana después de haber sufrido un accidente casero.

Antes de emprender esta aventura, se había golpeado la cabeza con la batiente de una ventana que estaba abierta que le ocasionó una septicemia: pasó ocho días con un estado febril atroz seguido por una intervención quirúrgica en un sanatorio porteño que lo había dejado al borde de la muerte.

Dahlmann confunde si realmente está en el Sur o si aún permanece internado en el hospital en estado delicado. Y en esta narración borgeana, el personaje alucina si se ha recuperado o si efectivamente ha podido viajar al lugar que lo transporta hacia un pasado de felicidad y añoranza.

El guardia del tren le avisa que tiene que bajarse antes de llegar a la estación. El hombre camina unas 12 cuadras hasta llegar a un almacén pero al caer la noche decide cenar en ese lugar. Allí había tres gauchos en otra mesa: uno de ellos estaba ebrio y lo invita a pelear afuera de la pulpería.

Alguien le coloca un arma blanca para que Dahlmann pudiera defenderse. El final queda abierto: el protagonista hubiese preferido morir en una pelea a cuchillo contra el compadrito en lugar de hacerlo en el sanatorio donde estaba internado.

La ceguera

La historia menciona sutilmente la ceguera, el color amarillo, (su color favorito, una de las pocas tonalidades que podía reconocer antes de perder la visión), acompañada por la enumeración poética del verbo “ver”. 

Para Borges -o Dalhmann-, viajar hacia el Sur significa el reencuentro con sus años de juventud o un regreso hacia la nostalgia que conecta su pasado como poeta visual: “Vio casas de ladrillo sin revocar, esquinadas y largas, infinitamente mirando pasar los trenes; vio jinetes en los terrosos caminos; vio zanjas y lagunas y hacienda; vio largas nubes luminosas que parecían de mármol, y todas estas cosas eran casuales, como sueños de la llanura”, escribe Borges

El Sur es la culminación de ese período de fertilidad que él encuentra en su mediana edad en el que sintetiza varios aspectos de su obra: uno es el doblez entre el realismo y el fantástico, otra es la disputa entre el hombre de armas y el hombre de letras o entre la civilización y barbarie. También hay una lectura de la literatura argentina y de la historia argentina. Según mi hipótesis, tomó el cuento Casa Tomada, de Cortázar. Lo hizo muy claramente y después ocultó la pista”, analiza Llach.

El punto central de este fascinante relato que revela el misterio de la ceguera de Borges se produce cuando Dalhmann se dirige en tren rumbo a la estancia. El hombre vacila entre leer un libro durante el viaje o contemplar el esplendor del paisaje pampeano a través de los últimos destellos que arroja su mirada, como si fuera un presagio de lo que vendrá más adelante para que esas imágenes queden grabadas en su retina.

Toda una representación de la literatura borgeana de lo que significa el incipiente adiós de su vista.

“A través de la ventana observa el paisaje y al mismo tiempo intenta leer Las mil y una noches y no logra hacerlo porque se distrae del paisaje. Ahí veo a un Borges que está proyectando su propia condición en relación a la visión y a sus propios problemas con la ceguera, se está imaginando que pronto dejará de ver. Una vez más, recurre a su paradójica gran capacidad como poeta visual, como poeta de imagen que fácilmente se puede relacionar su vida”, destaca Llach.

“La felicidad lo distraía de Shahrazad y de sus milagros superfluos; Dahlmann cerraba el libro y se dejaba simplemente vivir”, cuenta el autor en uno de los pasajes de El Sur. 

Un mal familiar 

Borges padeció una enfermedad congénita heredada de su familia paterna: su abuela Frances Haslam y su padre Jorge Guillermo, un abogado y profesor de psicología de origen portugués nacido en Entre Ríos que conservaba el hábito de leer y también se había quedado ciego.

A pesar de esta discapacidad, consultó a prestigiosos oftalmólogos de la época pero ninguno pudo formular un diagnóstico certero ni tampoco modificar su desenlace. Sabía que su destino estaba predestinado a la pérdida de la visión desde su nacimiento y esperaba tener una muerte “ciega, sonriente y valerosa”, como la tuvieron sus antepasados que murieron ciegos.

Así lo reflejó en una conferencia que en 1977 brindó sobre su ceguera: “Es dramático el caso de aquellos que pierden bruscamente la vista: se trata de una fulminación, de un eclipse; pero en el caso mío, ese lento crepúsculo empezó (esa lenta pérdida de la vista) cuando empecé a ver. Se ha extendido desde 1899 sin momentos dramáticos, un lento crepúsculo que duró más de medio siglo”.

Muchos escritores suelen narrar sus cuentos o poesías haciendo uso de determinados matices de su vida privada ya sea en forma manifiesta o apelan a la sutileza para que su mensaje quede encriptado bajo la libre interpretación del lector.

Borges utilizó este recurso en varias de sus piezas literarias como una sutil manera de expresar sus emociones o trastornos personales a lo largo de sus años.

¿Por qué Borges escribía sobre sí mismo?

“Es una gran pregunta en la literatura. Aquí hay una parte narcisista en la literatura en la cual todo texto en algún punto parte de una subjetividad y tiene que ver con esa subjetividad, muchas veces con el elemento autobiográfico”, explica Llach, y agrega: también hay otra parte que tiene que ver con la observación y otra potencia humana que tiene que ver con observar a los otros”.

Además de El Sur, Borges imprime la huella de su ceguera en varias obras como en el Poema de los dones (1957), Elogio de la sombra (1969), Un ciego (1975) y en el cuento El otro, que consiste en un supuesto reencuentro entre el Borges ya ciego y anciano, con el Borges de la infancia. Esta breve narración forma parte de El libro de la arena, una colección de cuentos y relatos publicado en 1975.

Otras historias en un mismo cuento

Precisamente, en El Sur queda en evidencia que Juan Dahlmann posee numerosas características similares a las del eximio autor: un bibliotecario que tiene un linaje alemán y un linaje criollo como Borges, que tenía un linaje criollo y un lenguaje inglés.

“Al principio hace una descripción y, como en muchos de sus cuentos, hay una autodescripción. Juega con su propia persona y mezcla a sus personajes con rasgos propios y de los otros. Ese hombre va al campo igual que en el caso de El evangelio según Marcos (1970), donde hay un bibliotecario, un estudiante, un intelectual que va al campo a hacerse hombre. Me parece que hay una representación muy clara de este Borges”, afirma Llach.

Es que El Sur es un relato que incluye innumerables historias a la vez y refleja la mirada de Borges en varios pasajes del texto. “Es un cuento realista que, según mi hipótesis, tiene una connotación política. Es un cuento local en La Pampa argentina, es un cuento fantástico, un cuento sobre un lector. Otra lectura posible es que Dahlmann no puede leer Las mil y una noches. Primero, ansioso, se golpea la frente y se lastima con la batiente de la ventana, después en el tren se distrae con los paisajes y, más tarde, cuando los gauchos le están haciendo bullying se va diluyendo pero nunca puede terminar de leerlo. Es la historia de un lector inconcluso”, señala Llach.

Borges desglosa más pistas sobre su pasado que van más allá de su trastorno de la visión y aparecen en el mismo relato: “Uno es el accidente que sufrió en 1938 con la batiente de una puerta, idéntico al accidente que tuvo Dahlmann con la ventana, y lo representa. El otro es que, cuando era chico, los compañeros le habían hecho bullying en el colegio y entonces el padre le había puesto un cuchillo en la mano para defenderse. Para él fue muy traumático. De algún modo, en El Sur está elaborando ese trauma y el accidente que le pasó en 1938, año en que también murió su padre. Me parece que la figura paterna está por detrás del cuento”.

Aquel accidente que sufrió en 1938 lo había marcado. El 24 de diciembre, el día de Nochebuena, se había golpeado la cabeza contra la batiente de una puerta que le produjo una septicemia que casi lo condujo a la muerte.

Borges no sabía si podía volver a leer y escribir. Su madre Leonor Acevedo Suárez, una mujer culta, se ofreció leerle Más allá del planeta silencioso, la novela de ciencia ficción de Clive Stapes Lewis, autor de Crónicas de Narnia, para comprobar si se había vuelto loco.

Al finalizar el cuento se largó a llorar. Tenía casi 40 años, y comprobó que su salud mental no había sufrido ningún daño. “Por eso, en 1939 escribió el cuento Pierre Menard, autor de El Quijote, para probar que todavía podía escribir un cuento. Lo logró y entró en su etapa más productiva”, subraya Llach.

En El Sur, Borges retoma la historia del accidente que había sufrido en 1938. “Me parece que se estaba preguntando de nuevo si iba a poder escribir. Lo maravilloso es que, de algún modo, prevé la posibilidad de otro tipo de literatura, la literatura dictada: si bien muchas veces la crítica la ha desdeñado, toda la última parte de la producción borgeana también es extraordinaria: lo hace dictando. Ahí Borges se convierte en Homero, el poeta ciego”, sentencia Llach.

Pese a la cantidad de historias diseminadas en el mismo texto, la pérdida de la visión es el rasgo más sutil de todos en el cuento. Según Llach, “esa maravilla que siente el personaje ante la visión de La Pampa y ese éxtasis habla de un Borges que está pensando en perder la vista”.

Por eso, El Sur es un cuento en el que el célebre escritor argentino exhibe todo su potencial creativo. “Es como una despedida de su etapa creativa, y no sólo se está despidiendo de la visión sino que se está preguntando si va a poder escribir”.

Peronismo y “ocupas”

según el creador del “Mundial de la Escritura”, Borges se inspira en Casa tomada, el primer cuento de Cortázar, publicado en 1946 en la revista Los Anales de Buenos Aires. El escritor de Bestiario combina ficción y realidad para contar la historia de dos hermanos criollos que sienten que unos ocupas le habían usurpado la casa. Finalmente, deciden abandonarla.

Borges adopta la trama con El Sur durante el segundo mandato de Perón, aplica la fantasía de que Dalhmann podría haber llegado a la estancia pero ofrece otra pista. “Dice la casa a la que llega era roja y después era rosada y el casco de la estancia también lo era. Para mí, el guarda del tren y los gauchos le tendieron una trampa cuando en realidad le habían tomaron la estancia. Por eso, sus cuentos sobre la propiedad rural y en ese sentido muy solapadamente El Sur es un cuento sobre el peronismo en 1953, en un momento en que el país estaba caldeado con la segunda presidencia de Perón”, advierte Llach.

El quid de la cuestión es el temor a la expropiación de propiedades, una idea que flotaba en el aire en el segundo mandato peronista. Es decir, Borges cuenta al principio que “había una casa larga rosada que alguna vez fue carmesí” y más adelante sugiere que el almacén “alguna vez había sido punzó, pero los años habían mitigado para bien ese color violento”.

¿Acaso, no estará hablando de la misma propiedad y que la casa de Dalhmann había sido tomada por los peones de la estancia? “Es sutil, representa este conflicto entre los gauchos y el intelectual urbano asociado a todo el linaje de los intelectuales unitarios o cosmopolitas”, afirma Llach.

Después de El Sur, pasaron 17 años hasta que Borges publicó nuevamente: fue El informe de Brodie en 1970, cuando en esa época solía dictar sus cuentos.

Borges convivió con la ceguera durante 29 años, desde 1955 hasta 14 de junio de 1986 cuando falleció en Ginebra (Suiza) a los 86 años. Aunque El Sur significó la despedida de su vista, su discapacidad no le impidió abandonar la lectura ni tampoco su carrera.

 

Fuente: https://www.clarin.com

Por: Maxi Kronenberg

 

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