Siete años sin publicar es mucho tiempo. ¿A qué se debe este silencio?
Bueno, estuve un poco ocupado entendiendo de qué iba la adultez.
¿Y de qué va la adultez?
Pues no lo sé. No llegué a entenderlo y me bajé de esa combi.
Hablemos del libro. El título de tu libro es enigmático. ¿Por qué R. D.?
Es una referencia a Ranas en la Discoteca, una canción de una banda del under characato llamada The morning casetes, que habla sobre una huelga de mineros en un pueblo de Inglaterra en 1985. A su vez esta canción es una referencia a la película Billy Elliot.
La primera parte de tu libro es muy política. Mencionas algunos acontecimientos como El Arequipazo ¿Por qué abarcar estos temas en un poemario?
Bueno, porque son temas con los que he crecido. El Arequipazo fue un momento importante para mi generación. Recuerdo que recién salíamos del colegio y ocurrió todo ello y creo que hasta entonces no habíamos tenido un acercamiento real a eso que se conoce como pueblo y el poder que puede contener. Además recuerdo esa solidaridad absoluta, recuerdo que toda Arequipa estaba unida: mucha gente salió a marchar a las calles y los que se quedaban en sus casas hacían cacerolazos. Se unieron además los alcaldes de Arequipa entonces se formó un puño enorme que incluía autoridades, población y agrupaciones civiles organizadas… de hecho quien inició todo fue el FACA, el Frente Amplio Cívico de Arequipa, que era un colectivo civil.
Resulta curioso que un capítulo del libro tenga como títulos las fechas en que sucede el Arequipazo pero en realidad los poemas hablan de otras cosas relacionadas a la salud. ¿Cuál fue tu intención al hacer esto?
Ya veo, ese capítulo se llama Poema olvidado en una sala de espera. Es la historia de un paciente que se encuentra delirando por la fiebre. Entonces se narra su experiencia en una posta de barrio, y en alguna parte del capítulo el delirio llega a cubrirlo todo intercambiando su lugar con la voz del narrador. Me pareció potente porque genera una relación directa entre una ciudad que estaba en Estado de Emergencia y esta persona, que puede ser cualquiera, que ingresa por Emergencia a un centro de salud, entonces se enfrentan estas dos ideas de lo político y lo individual desde un lugar del margen, que son las postas de barrio, porque aunque no se mencione, lo imagino así, en una posta de barrio como la de Alto Selva Alegre, que es donde nació el poema una vez que fui a hacerme atender y me di cuenta del esfuerzo que realiza el personal de salud a pesar de lo precario de su infraestructura o equipamiento.
¿Por qué hay un capítulo cuyos títulos son el dibujo de una casita?
Ah. Bueno, ese capítulo conjuga full cosas. Al mismo tiempo el narrador es un escolar que va a la secundaria, pero que trabaja en el Cementerio, acercando agua y llevando escalera. De allí sale la portada del libro. Y bueno, recuerdo que cuando estaba en primer grado de primaria la profesora nos hacía dibujar una casita, como título, cuando dejaba la tarea. Osea la casita significaba «tarea para hacer en la casa». A propósito, saludos a la gente de mi colegio, San Juan Bautista de la Salle. ¿Puedo mandar saludos? Bueno ya lo hice.
Hay fórmulas químicas y operaciones matemáticas en algunos de tus poemas. ¿Eso es también por esa filiación que tienes con el colegio o eres aficionado a la ciencia?
Pues este libro fue escrito cuando vivía en la casa de Raúl Lima, un amigo que en ese entonces estudiaba Química. Él y Juan Pablo Portilla, un amigo que estudiaba Biología, solían juntarse en la casa para hablar de sus proyectos y me encantaba escucharlos, supongo que de algunas conversaciones con ellos se filtraron esas operaciones.
También aparece Batman. ¿Por qué?
Pucha, es que Batman es el mejor ¿no? Osea es la noche, la venganza.
¿Consideras que tu libro habla de eso, de la noche y la venganza? Hay en tus poemas un ánimo político que tiende a buscar una reivindicación, incluso se menciona a Inkarri que simboliza precisamente ese retorno del mundo andino al poder.
Hay muchas escenas que transcurren en la noche, pero también muchas escenas que transcurren de día, tarde y madrugada. Tampoco creo que el libro hable de venganza. Al final creo que habla de esperanza, como en la última película. Osea de Batman. Lo que sí me parece importante es generar un diálogo entre este nuevo mundo urbano y esta mitología andina que creo que se va olvidando. Osea, como país, tenemos nuestras propias mitologías, y creo que hace falta mirar un poco más hacia ellas, porque veo que nuestra literatura mira mucho hacia afuera. Incluso tenemos una cultura popular muy rica, que no sabemos valorar. Osea, hablo también de las mitologías chiquitas, las de la vida cotidiana. Las que ves cuando viajas en la combi, en el bus o cuando entras a un restaurant de barrio o a una posta del Minsa. Creo que Juan Javier Salazar es un gran ejemplo de un artista que ha trabajado sobre el Perú mirando hacia dentro del Perú. Eso creo que es un problema que muchos creadores, o al menos los que tienen más presencia mediática, que quieren hablar del Perú, pero lo hacen o mirando hacia fuera o desde afuera y cuando les toca caminar por el Perú real lo hacen con movimientos extraños, como si tuvieran miedo de pisar huevos. Espero que se haya entendido la referencia.
Disculpa mi ignorancia, pero ¿de qué referencia hablas?
Ah, mira. Hay una obra de galería, de Juan Javier Salazar, es una instalación. Él hace huevos fritos de cerámica y los ubica en el piso de una galería de arte, coloca muchos. De modo que la gente tiene que caminar como que intentando rodearlos, intentando no pisarlos. Aquí el artista, con mucho humor, critica a las personas que van por ahí sin querer involucrarse, como quien visita una galería de arte y celebra una obra pero que es incapaz de poner el cuerpo por el artista. O como te decía, gente que quiere hablar del país pero que tiene miedo de ensuciarse con la realidad entonces lo hace desde un escritorio. Al menos así lo entiendo.
¿Tú te has ensuciado con la realidad? ¿No escribes desde un escritorio también?
Creo que sí he podido involucrarme en experiencias que me permiten decir esto. No podría escribir de lo que escribo en R. D. si es que no hubiera vivido muchas cosas o si no hubiera sido testigo de algunas otras. Este es un libro casi documental y también diría coral. Hay un gran número de personajes y voces que interactúan en el libro. Incluso llegan a las mismas conclusiones, como si las ideas estuvieran en el aire y atravesaran sus corazones por momentos.
Volviendo a lo anterior, hablabas de la esperanza pero por ratos tu libro es un poco pesimista. ¿Crees en la esperanza?
Creo que aquí citaré a Jorge Miyagi para decir que “la esperanza es un deber”.
Citas mucho a artistas ahora y también en tu libro. ¿Cuán importante ha sido el arte o las artes plásticas en el proceso de construcción de este libro?
Pues muy importantes, no solo en este libro, sino en mi formación. Es curioso que yo entré a la escuela de arte Carlos Baca Flor para ser artista y en primer año me tocaron dos profesores que eran poetas: Gloria Mendoza Borda y José Gabriel Valdivia. Hermosos seres humanos que me motivaron a seguir escribiendo. Entonces desde allí ya entendía el proceso de creación como un solo latido que a veces registra en palabra y a veces en color o en sonido o en almuerzo. Y bueno, las artes visuales me enseñaron a mirar al Perú de un modo en que la literatura no hubiera podido hacerlo. Y también me llevaron a intentar representaciones que formalmente la literatura no aceptaría.
¿Por qué escribes?
Es una pregunta fuerte. No lo sé. Pero aquí citaré a Billy Elliot cuando le preguntan por qué le gusta bailar y él responde que cuando lo hace se siente invisible.
¿Por qué no estudiaste literatura? Me acabas de decir que estudiaste en una escuela de arte pero tengo entendido que estudiaste Ciencias de la comunicación.
Sí, y bueno, como diría Messi: No se dio.
Pero te dedicas al diseño gráfico. ¿Es cierto? ¿Tienes horarios para escribir y trabajar? ¿Cuál es tu proceso?
Sí, los últimos años especialmente mi vida ha estado dedicada al diseño gráfico. Pero el diseño también tiene que ver con comunicar, al igual que el periodismo, el arte, la escritura. Y todo se conjuga en eso que estudié, que es Comunicación.
¿Y cómo es tu proceso de escritura? ¿En qué momento escribes y cuándo sabes que un poema está terminado?
Eso es difícil, no? Osea no tengo un proceso, no actualmente. Antes escribía mucho. Escribía muchísimo, pero ahora estoy en un momento extraño de mi vida. Lo siento muy desordenado, el momento, y sin un horario definido para escribir. Hago cosas, sí, pero no en el orden que quisiera. Creo que me dedicaré a eso en esta temporada.
¿Qué piensas de la poesía peruana en la actualidad?
Bueno, no he leído todo, pero me parece muy importante que más mujeres estén publicando. Veo mucha publicación de escritoras jóvenes y eso es bueno. Dentro de eso hay voces que considero renovadoras como las de Ana Carolina Zegarra, Valeria Marroquín, María Belén Milla o Lisa Carrasco, quien ha ido más allá y trabaja objeto y medios virtuales, me parece de lo más fresco que hay. Además lo que hace Álbum del Universo Bakterial, La Balanza o El Laboratorio me parece estupendo, pero creo que sería bueno que en Lima comiencen a ser un poco más abiertos con la producción de otras ciudades del Perú, porque la poesía peruana no pasa o no debería pasar solo por Lima. Esa constante indiferencia hacia la producción de la poesía peruana desde otras ciudades es lo que termina por erradicar la poesía de otras ciudades.
Ya para ir terminando unas preguntas más personales ¿Cuáles son los escritores y escritoras que más admiras?
Y bueno, muchísimos, casi todos y todas tienen o han tenido vidas que me generan mucha curiosidad y han desarrollado una obra muy buena. No podría darte nombres ahora.
Y si lo cerramos solo a poetas. ¿Tienes poetas que consideres referentes?
Creo que me he criado con poesía peruana y mis referentes son peruanos. Carmen Luz Bejarano, Mercedes Delgado, Enriqueta Beleván, César Vallejo siempre, César Moro, Jorge Eduardo Eielson y casi toda la generación de alucinados poetas con los que he convivido en los últimos 20 años en Arequipa.
Si tuvieras la oportunidad de conversar con un(a) poeta ya muerto(a) ¿a quién elegirías y por qué?
A César Cueto, sin duda.
¿César Cueto? ¿El futbolista?
Sí.
Pero está vivo y no es poeta.
Bueno, sí, está vivo, eso te lo concedo. Pero es el poeta de la zurda pues.
¿Y de qué hablarían?
Probablemente le pediría jugar una pichanga. Y con eso sería feliz.
Ya, hablando en serio.
Hablo en serio (risas).
Fuente: https://tomenota.pe/
AUGUSTO CARRASCO
Nacido en 1985, estudió Ciencias de la comunicación en la UNSA. Además cuenta con estudios de Docencia en Artes Plásticas, Diseño gráfico y Gestión Cultural. En 2006 fue incluido en la antología 19 poetas peruanos. La invención de una generación, realizada por Miguel Ildefonso y publicada en el sitio web de Lapsus Collage Editorial. En 2013 obtuvo una mención honrosa en la XVI Bienal de Poesía Copé del Perú con la obra titulada «El humo de la rosa», que forma el cuerpo del presente poemario. En 2018 fue incluido en la antología País imaginario. Escrituras y transtextos. Poesía Latinoamericana 1980-1992, realizada por Maurizio Medo y publicada por Ediciones Ay del Seis, en España. Ha publicado los libros Compañeros de viaje (2008), Documentos IBM (2009), Poetas perdidos en 1985 (2010), Parabens (2013), Los esqueletos salvajes (2013) y Charchasugas (2015). Actualmente dirige dos colecciones de poesía, elabora una tesis y maneja bicicleta. Entre sus logros más recientes destaca haber aprendido a decir «no».
Fuente: https://tomenota.pe/
MÁS INFORMACIÓN
- Poeta 439: Ahora vivo más cerca del sol... de Eugenio de Andrade
- Poeta 382: Percy Gibson
- Poeta 535: Mi Tierra de Darío Mejía
Autor(es): Augusto Carrasco
Editorial: Aletheya
Páginas: 174
Tamaño: 17 x 23 cm.