Dentro de la Torre Elizabeth, una escalera de 334 escalones serpentea hasta el campanario. La campana más grande que sostiene, conocida como Big Ben, pesa poco más de 15 toneladas.
Durante cinco años, la torre del reloj más famosa de Gran Bretaña permaneció oculta tras una fea fortaleza de andamios y sus sonoras campanadas que marcaban las horas quedaron mudas.
Pero las obras de restauración ya han terminado y este verano el sonido que los londinenses conocen desde hace más de un siglo y medio volverá a oírse en la capital británica: el Big Ben ha vuelto.
La torre del reloj –conocida oficialmente como la Torre de Isabel desde 2012, cuando fue rebautizada en honor al jubileo de diamante de la reina– se alza sobre el Palacio de Westminster, que alberga el Parlamento británico y es una de las construcciones más conocidas del mundo. Pero es el apodo de la campana más grande del campanario el que tiene el mayor reconocimiento: Big Ben.
Durante los últimos cinco años, el reloj, que tiene cuatro esferas, fue desmontado y revisado por primera vez desde que empezó a funcionar en 1859. Se retiraron más de 3.500 piezas de la torre de 96 metros de altura, incluida gran parte del techo de hierro.
"Al fin de cuentas, se podría decir que es sólo una serie de ejes concéntricos de piedra con un gran reloj en la parte superior", dijo Adam Watrobski, arquitecto jefe de la restauración de la torre, que costó unos 97 millones de dólares. "Pero es el simbolismo, el tamaño del gran reloj de Westminster, lo que le da su importancia".
De hecho, cuando el Parlamento está en sesión, hay una iluminación especial sobre las esferas, que según Watrobski representa "la luz de la libertad y la democracia". El Big Ben, agregó, simbolizó "el sonido de la libertad y la esperanza", especialmente durante la Segunda Guerra Mundial.
Su importancia
Tan importante es el carillón del Big Ben para el espíritu nacional que se hicieron arreglos especiales durante la restauración para que sonara cada año en el Día del Recuerdo o Día de la Amapola para conmemorar a los muertos de guerra de Gran Bretaña y dar paso al Año Nuevo. En enero de 2020, los partidarios del Brexit lucharon en vano para que volviera a funcionar para marcar la salida del país de la Unión Europea.
Sin embargo, las dificultades para lograrlo se hacen evidentes al subir la estrecha escalera de 334 peldaños que lleva al campanario. También se evidencia la calidad de la restauración.
La luz de la mañana brillaba a través de las cuatro esferas restauradas del reloj, situadas en lo alto de las Cámaras del Parlamento, cada una con 324 piezas de vidrio opalino fabricado en Alemania. Las esferas doradas recién restauradas que decoran la piedra de la torre relucían bajo el sol.
El tamaño del Big Ben, que pesa algo más de 15 toneladas, es impresionante, al igual que la complejidad del mecanismo del reloj basado en la tecnología más avanzada de la que disponían sus creadores en el siglo XIX. Todavía no pierde más de un segundo de precisión por semana.
La Torre de Isabel no es la primera que custodia el Parlamento: se cree que esa data de alrededor de 1290. En 1834, un incendio destruyó el Palacio de Westminster, lo que llevó a la construcción del edificio actual, que es uno de los ejemplos más famosos de arquitectura gótica del mundo.
Y cuando se construyó la torre del reloj original, se lo hizo con un andamio ascendente, "por lo que se elevó como por arte de magia, según se dijo en aquel momento", dijo Watrobski.
En mayo de 1859, una gran multitud se congregó en las calles para saludar la llegada del Big Ben. Dieciséis caballos arrastraron la enorme campana hasta Westminster, donde se tardó 18 horas en izarla casi 60 metros hasta el campanario antes de que pudiera sonar por primera vez.
Por aquel entonces, la torre era el edificio público más avanzado y ambicioso de la época, pero en 2017 la mampostería se estaba deteriorando, el agua se filtraba en el campanario y los escalones, los herrajes y las canaletas necesitaban reparaciones. Incluso había daños que databan de 1941, cuando el Parlamento fue bombardeado durante la Segunda Guerra Mundial.
"Como en todos los edificios históricos, hasta que no se retira la piel no se sabe lo que hay debajo", dijo Watrobski. "Había una cantidad considerable de daños en el hierro fundido y en la piedra".
Los trabajos de restauración han contribuido a modernizar la Torre de Isabel, que volverá a abrirse a los turistas este año. Pero las mejoras beneficiarán tanto a los visitantes como al personal de mantenimiento.
Se ha instalado un ascensor, así como un baño en la parte superior, cuya ausencia obligaba a los trabajadores de mantenimiento del Big Ben a bajar los 334 escalones cada vez que necesitaban usarlo. Ahora incluso hay un lugar para que el personal se prepare el té.
Aunque el Big Ben requiere mantenimiento constante, el reloj nunca había sido revisado por completo hasta esta restauración. Después de ser desmontado, se lo llevó en secreto a más de 450 kilómetros de Londres, hasta el taller de Cumbria Clock Co. en el noroeste de Inglaterra.
Dada su importancia simbólica, nunca se reveló su paradero durante el mantenimiento.
Para mantener el trabajo en secreto, Cumbria Clock retiró los carteles de su edificio para que a los visitantes no invitados les resultara más difícil ubicarlo. En una ocasión, cuando un grupo de caminantes se asomó a una ventana y preguntó si estaba viendo el famoso reloj, se le dijo que se trataba de uno del Ayuntamiento de Manchester.
"Era muy importante que lo que estábamos haciendo se mantuviera en secreto", dijo el director de la empresa, Keith Scobie-Youngs, a quien le preocupaba que pudiera atraer a ladrones o vándalos, además de turistas curiosos.
Scobie-Youngs explicó que el reloj estaba en muy buen estado y que lo había asombrado la habilidad de los relojeros del siglo XIX.
"Nadie había intentado construir un reloj de ese tamaño con la precisión requerida", dijo, y añadió: "Me refiero a él como el smartphone de la década de 1850".
Scobie-Youngs también alabó al Big Ben: "Tiene un sonido único", dijo. "Es un latido único".
El timbre de la campana, afirmó, era instantáneamente reconocible para los británicos. "Cuando las personas estaban lejos de su casa y se oía en la radio, ese sonido único traía a la gente de vuelta a casa", dijo Scobie-Youngs.
Recién pintado, con un acabado en oro que bastaría para cubrir cuatro canchas de tenis y con más de 7.000 piedras y tallas de repuesto, el exterior de la Torre de Isabel es un monumento a lo que se puede lograr con una restauración moderna, protegiéndolo, es de esperar, durante los próximos 75 años.
Incluso para los que han dedicado años al proyecto, el resultado fue una agradable sorpresa, dijo Charlotte Claughton, una de las principales responsables. Dijo haber quedado sorprendida cuando se retiraron los andamios y vio el edificio brillar, "como si fuera nuevo", bajo la luz del sol.
"Fue enormemente emocionante verlo. Hay algunos momentos que nos toman desprevenidos, y ése fue uno de ellos", dijo Claughton. "Fue conmovedor".
Fuente: https://www.clarin.com/
Por: Stephen Castle
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