SEBASTIÁN SALAZAR BONDY
(Lima, 1924 - id., 1965) Escritor peruano, uno de los miembros más destacados de la llamada generación del 50. Al igual que otros autores de su generación (Julio Ramón Ribeyro, Enrique Congrains, Luis Loayza o Carlos Eduardo Zavaleta), se ocupó de las problemáticas del medio urbano y retrató sus personajes y ambientes.
Sus contribuciones más importantes se encuentran en la poesía y el teatro, pero no hay que olvidar su intensa labor periodística, en diarios y revistas, sobre temas literarios, culturales, artísticos y sociales, que lo convirtieron en una de las figuras más influyentes y populares en su país.
Sus versos, de inspirada ascendencia neorrealista, proyectan una mirada melancólica y crítica sobre el entorno urbano. La ciudad constituye el escenario elegido para ofrecer, casi en paralelo, imágenes de nostalgia familiar y de acerada crítica social. La contención y la serenidad, pese al profundo desasosiego y al abatimiento que parecen asfixiar al autor, son dos constantes en su poesía. Sin llegar nunca a la exaltación, despliega en el escenario citadino sus amores, sus desdichas y sus desencuentros con la realidad, apelando a un lenguaje austero pero poderosamente conmovedor, como se advierte en su poemario Cuaderno de la persona oscura (1946).
Lo mejor de su poesía está en Confidencia en alta voz (1960) y El tacto de la araña (1965). Entre sus otros poemarios se cuentan Voz desde la vigilia (1944), Máscara del que duerme (1949), Tres confesiones (1950), Los ojos del pródigo (1951), Vida de Ximena (1960), Conducta sentimental (1963) y Cuadernillo de Oriente (1963).
Sus mayores éxitos los alcanzó como dramaturgo. Entre sus piezas escénicas hay que destacar Rodil (1951), No hay isla feliz (1954), Flora Tristán (1956), Como vienen, se van (1959) y El fabricante de deudas (1962), publicadas con el resto de su obra teatral en Piezas dramáticas y Comedias y juguetes (1967). Como ensayista se le recuerda por Lima la horrible (1960), una apasionada crítica de los hábitos y gustos de la capital. Cultivó también la narrativa; merecen destacarse, entre otros títulos, Náufragos y sobrevivientes (1954) Pobre gente de París (1958) y Dios en el cafetín (1963).
Al margen de los méritos de su obra escrita, hay que mencionar la importante función de impulsor cultural que el autor cumplió con un notable espíritu de comprensión humana, generosidad y sentido del humor. Fue también coautor, con Alejandro Romualdo, de la importante Antología general de la poesía peruana (1957).
TODO ESTO ES MI PAÍS
Mi país, ahora lo comprendo, es amargo y dulce;
mi país es una intensa pasión, un triste piélago, un incansable manantial
de razas y mitos que fermentan;
mi país es un lecho de espinas, de caricias, de fieras,
de muchedumbres quejumbrosas y altas sobre heladas;
mi país es un corazón clavado a martillazos,
un bosque impenetrable donde la luz se precipita
desde las copas de los árboles y las montañas inertes;
mi país es una espuma, un aire, un torrente, un declive florido,
un jardín metálico, longevo, hirviente, que vibra
bajo soles eternos que densos nubarrones atormentan;
mi país es una fiesta de ebrios, un fragor de batalla, una guerra civil,
un silencioso páramo cuyos frutos son jugosos,
un banquete de hambres, un templo de ceremonias crueles,
un plato vacío tendido hacia la nada,
un parque con niños, con guitarras, con fuegos,
un crepúsculo infinito, una habitación abandonada, un angustiado grito,
un vado apacible en el cual se celebra la vida;
mi país es un sepulcro en medio de la primavera,
una extraña silueta que abruma con su brillo la soledad,
un anciano que camina lentamente, un ácido que horada los ojos,
un estrépito que apaga todas las músicas terrenales,
un alud de placeres, un relámpago destructor, un arrepentimiento sin culpa.
un sueño de oro, un despertar de cieno, una vigilia torva,
un día de pesar y otro de risa que la memoria confunde,
un tejido de lujo, una desnudez impúdica, una impaciente eternidad;
mi país es un recuerdo y una premonición, un pasado inexorable
y un porvenir de olas, resurrecciones, caídas y festines;
mi país es mi temor, tu ira, la voracidad de aquel,
la miseria del otro, la defección de muchos, la saciedad de unos cuantos,
las cadenas y la libertad, el horror y la esperanza, el infortunio y la victoria,
la sangre que fluye por las calles hasta chocar con el horizonte
y de ahí retorna como una resaca sin fin;
mi país es la mujer que amo y el amigo que abrazo tan sólo por amigo,
el extraño que te sorprende con su odio y el que te da la mano porque quiere;
mi país es la ventana a través de la cual miro la tarde,
la tarde que cae con sus ramos de melancolía en mi pecho,
y el agua matinal con que limpio mis pupilas de imágenes sucias,
el aire que respiro al salir de mi casa cada día,
y la gente que se precipita conmigo a los quehaceres sin sentido,
el trabajo, la fatiga, la enfermedad, la locura, el pensamiento,
la prisa, la desconfianza, el ocio, el café, los libros, las maldiciones;
mi país es la generosa mesa de mi casa y los rostros familiares
donde contemplo la marea incansable de mi dicha,
el cigarrillo que consumo como una fe que se renueva
y el perro cuya piel es cálida como su amistad; mi país son los mendigos y los ricos, el alcohol y la sed,
la aventura de existir y el orden en que elijo mis sacrificios;
mi país es cárcel, hospital, hotel, y almacén, hogar, arsenal;
mi país es hacienda, sembrío, cosecha;
mi país es escasez, sequía, inundación;
mi país es terremoto, lluvia, huracán;
mi país es vegetal, mineral, animal;
mi país es flexible, rígido, fluido:
mi país es líquido, sólido, inestable;
mi país es republicano, aristocrático, perpetuo;
mi país es una cuna, tumba, lecho nupcial;
mi país es indio, blanco, mestizo:
mi país es dorado, opaco, luminoso;
mi país es amable, hosco, indiferente;
mi país es azúcar, tungsteno, algodón;
mi país es plata, nieve, arena;
mi país es rudo, delicado, débil y vigoroso, angelical y demoníaco;
mi país es torpe y perfecto;
mi país es enorme y pequeño;
mi país es claro y oscuro;
mi país es cierto e ilusorio;
mi país es agresivo y pacífico;
mi país es campana,
mi país es torre,
mi país es isla,
mi país es arca,
mi país es luto,
mi país es escándalo,
mi país es desesperación,
es crisis, escuela, redención, ímpetu, crimen,
y lumbre, choque, cataclismo,
y llaga, renunciación, aurora,
y gloria, fracaso, olvido;
mi país es tuyo,
mi país es mío,
mi país es de todos,
mi país es de nadie, no nos pertenece, es nuestro, nos lo quitan,
tómalo, átalo, estréchalo contra tu pecho, clávatelo como un puñal,
que te devore, hazlo sufrir, castígalo y bésalo en la frente,
como a tu hijo, como a un padre, como a alguien cansado que acaba de nacer,
porque mi país es,
simple, pura e infinitamente es,
y el amor canta y llora, ahora lo comprendo, cuando ha alcanzado lo imposible
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