miércoles, 20 de julio de 2022

Cita DCLXXIV: La aventura de leer

Estoy seguro de que a muchos de ustedes les debe suceder lo mismo, ahora que se nos exige todo el tiempo que nos definamos, si es posible en pocas palabras. Frente a la pregunta, aparentemente tan trivial, acerca de quién soy o a qué me dedico, no puedo sino titubear, y para evitar el estupor doy una respuesta de compromiso, la primera que se me viene a la mente. Siempre me gustó aquella definición de Roland Barthes, que dijo ser “un sujeto incierto”. Pero nadie podría responder eso en una conversación. ¿Entonces? Soy periodista, pero no hago periodismo. Estudié historia y no soy historiador. A veces traduzco, pero tampoco soy traductor. Vivo de dar clases y de escribir, pero no soy profesor. ¿Seré escritor? Hay, en verdad, una sola actividad que atraviesa mis días: leer. ¿Crítico literario? La mejor respuesta la dieron mis hijas, mellizas de nueve años, y desde entonces la adopté. Cuando les preguntaron en el colegio a qué me dedicaba dijeron, con toda naturalidad: “Mi papá trabaja de libros”. Trabajo de libros. Soy, digamos, un lector profesional.

Es por eso, quizá, que tengo cierta debilidad por los libros que hablan de libros en general, y en particular por los que se dedican a reflexionar sobre la lectura. El último que llegó a mis manos se llama “¿Qué leen los que no leen”, y es una reedición ampliada de los ensayos del poeta y editor mexicano Juan Domingo Argüelles. Contra lo que pueda pensarse a partir de su título, se trata de una compilación de textos breves que rescatan ideas diversas sobre el acto de leer, se interrogan sobre sus verdaderos beneficios y, sobre todo, insisten en criticar la obligatoriedad de los programas escolares y postular una lectura guiada fundamentalmente por el placer, en contra de las obligaciones morales y pedagógicas. Ya lo dijo el mejor lector de todos, Jorge Luis Borges: la lectura obligatoria es un contrasentido. Y también sabemos desde siempre que leer libros no hace necesariamente mejor a una persona.

Ahora, ¿qué hacer con los niños? ¿Hay que fomentar la lectura? ¿Y cómo? Mis hijas están en cuarto grado y aunque desde que nacieron viven rodeadas de libros me pregunto todo el tiempo cómo proceder con ellas, que suelen pasar temporadas evitando los libros de su biblioteca. ¿Debo leerles, invitarlas a leer, sugerirles que lo hagan o dejar que sus hábitos se consoliden por imitación o contagio? Por ahora, ellas asocian el acto de leer al de estudiar, y no terminan de distinguir del todo la lectura obligatoria de la lectura por placer.

Recuerdo que a mis ocho o nueve años, cuando sacaba buenas notas en el colegio, mi madre me regalaba un libro. Como crecí en los 80, muchos de ellos pertenecían a la colección Elige tu propia aventura, en la que el lector jugaba a decidir entre múltiples destinos. Los libros estuvieron así asociados al reconocimiento y al disfrute, y probablemente sea por eso que aún hoy, cada vez que llega a mis manos alguno que estaba esperando, siento una emoción parecida.

Debo estar atento, entonces, a ese instante en que ellas puedan descubrir por propia iniciativa el placer de leer. Algo así sucedió pocos días atrás, y me gusta pensar que no fue casualidad que una de ellas tomara prestado “El misterio de los mayas”, el número 11 de la colección Elige tu propia aventura, de la biblioteca circulante del colegio, donde los niños comparten sus libros. Empezó a leerlo un poco por deber. Pero en cierto momento me llamó y leyó en voz alta un capítulo entero. La obligación se había vuelto diversión y las frases fluían, a pesar de palabras no tan sencillas de pronunciar como “abarrotado” y “Tenochtitlán”.

La lectura terminó y la felicité, mientras salía rápido de la habitación afectando apostura, disimulando la emoción y, por qué no, escondiendo alguna que otra lágrima.

 

Por: Maximiliano Tomas

Fuente: https://www.lanacion.com.ar

 

CADENA DE CITAS