“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha
mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga
antigua, rocín flaco y galgo corredor”. Así comienza “El ingenioso
hidalgo don Quijote de la Mancha”, una novela escrita por Miguel de
Cervantes Saavedra a principios del siglo XVII. Don Quijote de la
Mancha, conocida simplemente como El Quijote, es una de las obras cumbre
de la literatura universal y sin duda la más importante que jamás ha
alumbrado la literatura en lengua castellana. El Quijote representa,
además, la primera novela moderna y es el libro que más veces ha sido
impreso después de la Biblia. Ha sido traducida a 140 lenguas de todo el
mundo y ha servido de inspiración para dramaturgos, poetas, cineastas,
músicos y todo tipo de artistas durante más de cuatro siglos. Pocas
obras literarias, en definitiva, han tenido el renombre y la difusión de
Don Quijote, por lo que se trata de una novela realmente especial.
El Quijote es inseparable de su autor, Miguel de Cervantes, un
aventurero nacido en Alcalá de Henares que no fue precisamente un
académico ni un ratón de biblioteca. Carecía de estudios universitarios,
aunque no debieron ser pocas las lecturas que acumuló en su juventud.
Era de carácter recio y decidido. Se estableció en Madrid poco después
de que Felipe II fijase la Corte en la Villa, de ahí pasó a Italia y se
puso bajo la protección del cardenal Acquaviva. Pero la vida en Roma no
le debía satisfacer porque se alistó en el Tercio de Moncada, lo que le
llevaría de cabeza a la batalla de Lepanto contra los turcos. Allí fue
herido en la mano izquierda, pero eso no le retiró de la Armada. Durante
otros tres años siguió prestando servicio de armas a la Corona hasta
que, cuando regresaba de Nápoles a España un corsario otomano apresó la
galera en la que viajaba y fue reducido a la esclavitud en Argel. Pasó
allí cinco años que terminarían siendo cruciales para su obra literaria
posterior.
“En un lugar de
la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que
vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín
flaco y galgo corredor”. Así comienza “El ingenioso hidalgo don Quijote
de la Mancha”, una novela escrita por Miguel de Cervantes Saavedra a
principios del siglo XVII. Don Quijote de la Mancha, conocida
simplemente como El Quijote, es una de las obras cumbre de la literatura
universal y sin duda la más importante que jamás ha alumbrado la
literatura en lengua castellana. El Quijote representa, además, la
primera novela moderna y es el libro que más veces ha sido impreso
después de la Biblia. Ha sido traducida a 140 lenguas de todo el mundo y
ha servido de inspiración para dramaturgos, poetas, cineastas, músicos y
todo tipo de artistas durante más de cuatro siglos. Pocas obras
literarias, en definitiva, han tenido el renombre y la difusión de Don
Quijote, por lo que se trata de una novela realmente especial.
El Quijote es inseparable de su autor, Miguel de Cervantes, un
aventurero nacido en Alcalá de Henares que no fue precisamente un
académico ni un ratón de biblioteca. Carecía de estudios universitarios,
aunque no debieron ser pocas las lecturas que acumuló en su juventud.
Era de carácter recio y decidido. Se estableció en Madrid poco después
de que Felipe II fijase la Corte en la Villa, de ahí pasó a Italia y se
puso bajo la protección del cardenal Acquaviva. Pero la vida en Roma no
le debía satisfacer porque se alistó en el Tercio de Moncada, lo que le
llevaría de cabeza a la batalla de Lepanto contra los turcos. Allí fue
herido en la mano izquierda, pero eso no le retiró de la Armada. Durante
otros tres años siguió prestando servicio de armas a la Corona hasta
que, cuando regresaba de Nápoles a España un corsario otomano apresó la
galera en la que viajaba y fue reducido a la esclavitud en Argel. Pasó
allí cinco años que terminarían siendo cruciales para su obra literaria
posterior.
Tras ser rescatado de argel por los frailes trinitarios viajo a
Portugal buscando la Corte, que se había establecido temporalmente en
Lisboa, pero la suerte no le sonrió y decidió fijar su residencia en
Madrid donde daría comienzo su carrera como escritor, trabajo que
compaginaba con otros como el de comisario de provisiones de la Armada.
Fue en esa época, en 1585, cuando se publicó su primera novela, titulada
“La Galatea”. La segunda sería el Quijote, que vería la luz muchos años
más tarde, en 1605, en la imprenta de Juan de la Cuesta en Madrid. Esta
sería la primera parte, una década después se publicaría la segunda
como consecuencia del gran éxito de público que había cosechado la
primera parte. No pudo disfrutar del gran recibimiento que obtuvo la
segunda porque un año más tarde murió en su casa de Madrid. Pidió ser
sepultado en el cercano convento de los Trinitarios en agradecimiento
por haberle liberado del cautiverio en Argel años antes. Sus restos no
se han encontrado, aunque deben seguir ahí. No lo sabemos a ciencia
cierta porque ese convento fue creciendo con los años y sufrió muchas
modificaciones.
Pero los verdaderos restos de Cervantes no son sus huesos, sino su obra,
especialmente el Quijote, una novela de tal importancia que son muchos
los estudiosos de todo el mundo que se interesan por ella. Hoy nos
acompaña en La ContraHistoria uno de ellos, Eric Graf, un cervantista
estadounidense que lleva buena parte de su vida estudiando a fondo la
obra de Cervantes y, más concretamente, Don Quijote de la Mancha. Con él
vamos a hablar con calma y reposo de esta obra inigualable y de su
autor, Miguel de Cervantes, a quien hace ya unos cuantos siglos
rebautizaron como el “príncipe de los ingenios”.
Fuente: La ContraHistoria
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