Theo ha muerto. Solo ha sobrevivido seis meses a Vincent. La vida perdió sentido sin su hermano del alma, al que siempre protegió y sostuvo. A Johanna -la viuda de Theo- le quedan un bebé de un año, un piso en París, 200 cuadros y 600 cartas.
Johanna Van Gogh-Bonger tiene 28 años, en 1891, cuando enviuda. Debe sacar adelante a su hijo, al que han llamado Vincent, como su tío el pintor Vincent Van Gogh. El artista ha sido una presencia constante en el año y medio que ha estado casada con Theodorus Van Gogh. Su marido le ha enviado dinero, se ha carteado con él, ha estado siempre pendiente de su hermano mayor, ese artista de carácter inestable al que Johanna apenas ha visto cuatro veces en su vida.
Johanna es una mujer instruida, ha sido profesora de inglés, es especialista en Percy Shelley, incluso trabajó en la biblioteca del Museo Británico antes de casarse con Theo. Es una mujer inteligente y decidida que se propone sacar adelante a su hijo. No es fácil: los lienzos que ha heredado no tienen valor. Ni siquiera Theo, que era marchante de arte, logró venderlos.
Johanna decide leer las cartas que Vincent escribió a Theo. Son muchísimas, más de 600. Descubre a un genio con una trayectoria llena de obstáculos.”Una victoria lograda después de toda una vida de trabajos y esfuerzos vale más que una victoria lograda más temprano” , escribe Vincent a Theo en 1878. Todavía puede lograrse una victoria, piensa Johanna, y se pone en marcha.
Se traslada a Bussum, a 25 kilómetros de Ámsterdam, porque le llegan noticias de que se va a implantar el descanso dominical, se da cuenta de que ese cambio dará lugar a un nuevo negocio, porque muchos trabajadores no sabrán cómo llenar esos domingos ociosos. Monta una casita de huéspedes en el campo, la decora con los cuadros heredados y comienza la gran tarea de su vida: recopilar la obra de Vincent Van Gogh para exponerla y darla a conocer al mundo; y traducir, ordenar y publicar la correspondencia entre los hermanos para que se conozca al genio y a su benefactor.
Cuadros invendibles
Johanna es la responsable de que Van Gogh sea reconocido hoy como uno de los grandes maestros de la pintura de todos los tiempos. Ella rescató su obra y la puso en valor. Le fue muy útil la experiencia de Theo como marchante de arte -vendió obras de Claude Monet y de Paul Gauguin, aunque no fue capaz de vender la obra de su propio hermano: no le parecía ético involucrar en un asunto familiar a la empresa en la que trabajaba.
Johanna lee las cartas entre los hermanos y decide llevar a cabo la misión de conseguir que se aprecie el trabajo de su cuñado. Lo hace por Theo y por su hijo. “Tengo un objetivo en la vida -anotó en su diario-, pero me siento sola”.
Al principio la ayudaron los pintores Jan Verkade y Paul Sérusier y amigos de Vincent como Eugène Boch. Anna Boch, hermana de Eugène, había comprado uno de los tres únicos cuadros que Van Gogh vendió en vida. Anna, que también era pintora, adquirió en 1890 El viñedo rojo por 400 francos. Los otros cuadros vendidos por Vincent son Puente de Clichy, comprado por 250 francos, según consta en los libros de cuentas de la casa Boussod & Valadon, y un autorretrato adquirido por los marchantes londinenses Sulley & Lori.
Todas estas ventas son del final de su vida, una época de máxima producción. El artista falleció el 29 de julio de 1890 a consecuencia de las heridas de un disparo: parece que fue un suicidio, aunque hay quienes apuntan a un accidente. Los 30 meses anteriores a su muerte Vincent pintó hasta 500 obras, a veces incluso superponía unas sobre otras en una actividad frenética.
Primera exposición
Lo primero que hizo Johanna fue localizar cuadros y recuperarlos. Después se empeñó en mostrarlos. En febrero de 1892 organiza en Ámsterdam una exposición con dibujos de Vincent Van Gogh en la Asociación de Artistas. Fue un éxito. Johanna se maravilla de escuchar loas ante el trabajo de su cuñado, algo a lo que no estaba acostumbrada.
“Solo hay documentadas dos opiniones favorables a la obra de Van Gogh en vida del pintor” , cuenta Camilo Sánchez en La viuda de los Van Gogh, la novela que dedica a Johanna. Una alabanza la pronunció el pintor J. J. Isaacson en un seminario en Holanda, en 1888, y la otra la firmaba el poeta Albert Aurier en un artículo de Le Mercure de France, en 1890.
¿Nadie más se dio cuenta del talento de Van Gogh? Johanna sabía que las obras eran buenas, y gente como Monet o Gauguin decían que Van Gogh era un genio, pero es normal que alguien con ese talento, que hacía cosas tan diferentes, tardara un tiempo en lograr el reconocimiento. La tarea de Johanna fue absolutamente crucial , explica Wouter Van Der Veen, autor del libro Van Goh in Auvers, his last days.
Fue Johanna quien llevó a cabo lo que Vincent (que había trabajado como marchante de arte antes de dedicarse solo a pintar) proponía a Theo en sus cartas: “Mostrar mucho, vender lo necesario y guardar las grandes piezas para que lleguen a los museos” , toda una estrategia de marketing.
Llora con las cartas
Johanna visita a importantes marchantes holandeses como Wisselingh, Buffa y Oldenzeel. Recopila cuadros y selecciona los que llevará a la próxima exposición. Y lee las cartas entre los hermanos. Descubre una ternura infinita entre ellos, lo cuenta en su diario. “Cómo se entendieron, cómo dependió Vincent de Theo” , dice Johanna. A menudo las lee llorando.
Consigue una nueva muestra, en Róterdam y aparecen dos artículos muy favorables en la Nieuwe Rotterdamse Courant. Johanna está emocionada. Visita la muestra, pero le pone pegas. “Los marcos son feos, no son adecuados”, apunta en su diario. Pero el marchante Oldenzeel promete una nueva exposición para otoño… y “entonces puede ser magnífica” , escribe Johanna, esperanzada.
Continúa cuidando su casa de huéspedes y a su niño y trabajando con la correspondencia. También recibe visitas de su suegra, la señora Van Gogh, porque quiere saberlo todo de la vida de su marido y su cuñado.
Inaugura una nueva exposición en La Haya. Johanna no está contenta: acude mucho público, pero la mayoría va a ver obras de otro pintor: Jozef Israëls. “Vincent quiso pintar cosas imposibles, como el Sol , reflexiona Johanna buscando una explicación. Le da rabia, además, que no hayan colgado las mejores obras de Vincent. Se sintió muy sola en mitad de aquella multitud. Estoy planeando preparar una exposición con toda la obra de Vincent. Alguna vez esto tendrá que hacerse”, apunta Johanna.
Hay quienes se ríen
Incansable, continuó con las exposiciones: en 1901 se mostraron 71 Van Goghs en París, la gran exposición de Ámsterdam llegó en 1905; en Londres, en 1910 se mostraron obras de Van Gogh en una exposición sobre posimpresionistas en la que “todavía hubo quienes se rieron de sus obras” , ha comentado Vincent Willem Van Gogh, el hijo de Johanna. A Colonia llegaron sus obras en 1912; a Nueva York, en 1913; a Berlín, en 1914…
Pero no fue fácil. En 1905 ha contado el hijo de Johanna que el Rijksmuseum de Ámsterdam solo consentía en colgar en sus paredes dos dibujos de Vincent si se los regalaban. El primer museo en adquirir obras de Van Gogh para su colección fue el Folkwang de Hagen en Alemania, en 1936.
Johanna se casó en 1901 con el pintor Johan Cohen Gosschalk, del que enviudó en 1912. Fue una mujer muy activa. Se afilió al partido socialista, vivió en Ámsterdam, pasó una temporada en Nueva York, tradujo las cartas de los hermanos Van Gogh al inglés y en 1914 consiguió publicarlas en Holanda.
Murió en 1925. “Alcanzó a ver la segunda edición de las cartas, todo un éxito en un país tan pequeño”, recordaba su hijo. Las cartas fueron para ella el motor de la salvación de la obra de Van Gogh.
Fuente: https://www.abc.es/
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