El libro “Lo que no sabemos de Malvinas”, de Sebastián Carassai, echa luz sobre el vínculo que unía al país con el archipiélago antes de 1982: asistencia en salud, educación y provisión de combustible eran frecuentes en los '60 y '70.
Hubo un tiempo de diálogo, intercambio y ayuda en varios campos entre argentinos y habitantes de las Malvinas: en los 60 y 70 fuimos “buenos vecinos”. Es verdad que el aterrizaje con un avión secuestrado en 1966 había dejado secuelas y prevenciones, pero no detuvo la colaboración argentina de provisión de combustible de YPF, intercambios educativos, asistencia en salud, etcétera.
Cómo eran las relaciones con Malvinas antes de la guerra, qué imágenes teníamos de los isleños y cuál tenían ellos de los argentinos es parte del gran trabajo del sociólogo Sebastián Carassai volcado en su flamante libro Lo que no sabemos de Malvinas. En esta entrevista, lo cuenta.
–¿Malvinas aparece en libros de viajeros? ¿Existía en los imaginarios del mundo en los siglos XVIII y XIX?
–Aparece, y muy tempranamente. La primera parte de Viajes alrededor del mundo, que Louis Antoine de Bougainville publicó en 1771, reconstruye el trayecto Nantes-Malvinas. Allí pueden encontrarse datos interesantes de las islas, sobre todo de la naturaleza.
A mediados del siglo XIX, el comerciante británico William Hadfield escribió un libro celebrado por los periódicos británicos Brazil, the River Plate, and the Falkland Islands, en una época en la que las islas eran clave en la ruta comercial de regreso entre Australia y Gran Bretaña.
Incluso un argentino escribió sus impresiones sobre las islas en 1869. En 1869 el comandante Augusto Lasserre, jefe de la Marina argentina, enviado a investigar un naufragio, envió una carta a José Hernández, quien publicó un artículo sobre las islas en su periódico El Río de la Plata. Por el comercio, sus buenos puertos, su ubicación estratégica en la ruta interoceánica, en los siglos XVIII y XIX las islas figuraban en los mapas físicos y mentales en las naciones volcadas al mar.
–¿Qué sabían los isleños de nuestro país a lo largo del siglo XX, les interesaba conocer la actualidad argentina?
–Según los periódicos isleños, hasta 1964 sabían poco. La Argentina, y más en general, América Latina, no formaban parte de la agenda noticiable. La primera información sobre el reclamo argentino aparece en octubre de ese año, en el primer número del periódico isleño que siguió al inesperado aterrizaje de Miguel FitzGerald en la pista de caballos de Stanley, el 8 de septiembre, el mismo día en que comenzaban las deliberaciones en el comité de descolonización de la ONU.
–¿Qué impacto tuvo en los isleños el Operativo Cóndor?
–El vuelo de FitzGerald, dos años antes, había sido vivido como una anécdota de color. Los isleños no estaban acostumbrados a ver un avión con ruedas. Pero además, descendió solo, en un avión pequeño, entregó su proclama y se marchó.
En el Operativo Cóndor todo era distinto: los jóvenes nacionalistas habían secuestrado un avión de pasajeros DC4, descendido con armas, tomado rehenes, y durante unas cuantas horas no estaba claro que fueran a rendirse. El acontecimiento mostró a los isleños que el nacionalismo argentino podía tener aristas peligrosas para ellos.
–La inauguración de la pista de aterrizaje temporal en 1972 se vuelve un símbolo interesante y ambiguo. Es una construcción (argentina) necesaria y termina destrozada por los vientos y tal vez… ¿por un sabotaje?
–Ambigua es la palabra exacta. Por un lado, revolucionaba la comunicación de las islas con el mundo; por otro, significaba ceder a la Argentina el control del ingreso y egreso. Algunos isleños decían “por lo menos tenemos una pista de aterrizaje”, algo que el Reino Unido les negó hasta bien avanzados los '70. Otros razonaban: “Pero después de esto, ¿qué sigue? ¿qué más van a querer los argentinos?”.
Lo que ganaban en comunicación lo perdían en independencia y esa tensión gobernó los espíritus isleños durante esa década. Las láminas de aluminio con las que estaba hecha la pista argentina volaron por los aires en 1978, una vez que Londres terminó la pista permanente.
Un poeta isleño escribió: “¿Qué pasó con la pista de aterrizaje temporal? / Realmente no se puede decir / Pero de una cosa estamos seguros / Un vendaval se llevó todo al infierno”.
–¿Cómo se vivió el hecho de que chicos de las Islas vinieran a estudiar en escuelas bilingües de Buenos Aires, Córdoba y Bariloche? ¿Qué rastros quedaron de ese vínculo?
–Hay que diferenciar dos planos, el político y el humano. El principal encargado de que a los niños que venían a estudiar al continente no les faltara nada (había que trasladarlos a las ciudades donde estaban los colegios, encontrarles alojamiento, etcétera) fue el coronel Luis González Balcarce.
En sus papeles encontré cartas de padres isleños que agradecían su dedicación y eficacia para que todo saliera bien, o le pedían consejos. Conocí kelpers que aun hoy guardan un buen recuerdo de los lazos humanos que se tejieron entonces. Pero la apuesta de la Argentina era que esa experiencia influenciara la voluntad isleña también en el plano político, y eso claramente no sucedió.
–A la inversa, están las maestras argentinas que enseñaban castellano en las islas. ¿Quiénes eran?
–En 1973, el gobernador de las islas, Ernest Gordon Lewis, decidió que en Stanley se enseñara español como segunda lengua. Entonces la cancillería argentina ofreció hacerse cargo del reclutamiento docente y de los salarios.
En junio de 1974 viajaron las primeras maestras: las hermanas María Teresa y María Fernanda Cañás, egresadas del Lenguas Vivas. Esa política se mantuvo hasta el 2 de abril de 1982.
–¿Qué imagen tienen los isleños del peronismo? ¿Qué pasó con la intención de hacer una misa en honor a Evita?
–Los isleños de los '70 y los de hoy no tienen simpatías por el peronismo. Los años de Menem-Di Tella son considerados una excepción. Esa imagen obedece a que muchos isleños adjudican al primer peronismo haber agitado el pleito de soberanía y haberlo convertido en causa nacional.
Un funcionario (residente) de YPF solicitó una misa en honor a Eva Perón en 1973 y el sacerdote católico de Stanley, monseñor Daniel Spraggon, prefirió hacerla en homenaje a la paz de los argentinos, que celebraban el regreso a la democracia con la asunción de Héctor Cámpora.
–Los deseos de integración soberana se realizaron por todos los medios, incluso el turístico. ¿Tuvo éxito esa iniciativa?
–En la prensa isleña puede entreverse que había personas más hostiles que otras a un acuerdo con la Argentina. En cuanto al turismo, habría que hablar, otra vez, de ambigüedad. El turismo argentino se multiplicó y quienes estaban relacionados a esa incipiente industria en las islas se beneficiaron.
Pero muchos turistas que llegaban a bordo de los cruceros hicieron de Stanley una pequeña Miami. Varios isleños se quejaban de que luego del paso de los contingentes de argentinos los negocios quedaban desabastecidos. En 1975, el gobierno colonial dejó de permitir que se aceptaran pesos argentinos.
-¿Quiénes eran los pasajeros típicos de los vuelos a las Islas desde Argentina?
–Funcionarios británicos y argentinos, personal de las empresas estatales argentinas instaladas en Stanley, isleños que resolvían algunas de sus necesidades en el continente, y un número pequeño de turistas
–¿Qué importancia tenía “lo argentino” (política, cultura, sociedad, fútbol), en todas su facetas?
–La prensa de las islas no cubría la realidad política argentina. Por ejemplo, no hubo artículos cuando asumió Cámpora, murió Perón o cayó Isabel. Sí aparecían notas de opinión sobre los problemas que de la Argentina, o reseñas de sus conflictos a lo largo de la historia.
El deporte, aunque no se cubría, tenía más aceptación. Para el mundial de 1978 los isleños hicieron apuestas. Si bien el favorito era Brasil, 115 apostaron a que ganaba Argentina. Tengamos en cuenta que Escocia recibió 139 apuestas.
-Y la Reina, ¿por qué no iba a las Malvinas?
–Porque Londres la preservaba. Realizar una visita en aquellos años, cuando el Reino Unido y la Argentina mantenían negociaciones, habría sido exponerla a una controversia. Luego de 1982, miembros de la realeza británica visitaron las islas en muchas oportunidades. La guerra lo cambió todo.
–¿Le temían a los militares, a Videla, por ejemplo?
–Le temían a la Argentina. Cuando comenzaron a conocerse las denuncias internacionales de violaciones a los derechos humanos, ese temor se acrecentó. Algunos isleños razonaban: “¿Cómo creer que la Argentina respetará nuestros derechos si los militares no respetan los de su propia población?”
Carasssai Básico
Es sociólogo y profesor de Sociología por la Universidad de Buenos Aires, magíster en Sociología Económica por el IDAES-Universidad Nacional de General San Martín, y doctor en Historia por la Universidad de Indiana (Estados Unidos). Investigador del Conicet y miembro del Centro de Historia Intelectual de la Universidad Nacional de Quilmes, se desempeña como docente en la carrera de Sociología de la Universidad de Buenos Aires. También ha dictado cursos de posgrado en la Universidad de Toronto. Es autor de numerosos artículos y capítulos de libros sobre historia reciente y teoría política publicados en revistas nacionales y extranjeras. Su tesis The Argentine Silent Majority. Middle Classes, Political Culture, Violence and Memory (1969-1982) ganó el Esther L. Kinsley PhD Dissertation Award, otorgado por la Universidad de Indiana a la mejor tesis de doctorado del año 2011-2012 en todas las disciplinas. Es autor de Los años setenta de la gente común.
Fuente: https://www.clarin.com
Por: Hector Pavon
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