lunes, 19 de julio de 2021

Poeta 586: Al Perú de Federico Barreto

FEDERICO BARRETO

Federico Barreto Bustíos (Tacna, Perú, 8 de febrero de 1868 - Marsella, 30 de octubre de 1929) fue un poeta peruano conocido como «El cantor del cautiverio» o «El poeta del cautiverio».  Federico Barreto nació el 8 de febrero de 1868,​ según se comprueba con su partida de bautismo, y vivió en Tacna durante la ocupación chilena que siguió a la Guerra del Pacífico. En esta ciudad llevó a cabo una intensa vida intelectual y periodística, abogando por la peruanidad de los territorios ocupados por Chile y oponiéndose a la chilenización. Fue miembro fundador del semanario El Progresista (1886) y del Círculo Vigil (1888).​ Con su hermano José María, integró el grupo literario llamado "La Bohemia Tacneña", en cuya revista literaria Letras colaboraron, entre 1896 y 1898, escritores como Rubén Darío, Clemente Palma, José Enrique Rodó y José Santos Chocano. En 1912, publicó el poemario Algo mío,1​ el cual le ganó gran popularidad en el público, que agotó la edición. Fue reeditado en 1925 con igual éxito. En 1921, publicó el relato La Procesión de la Bandera.- Episodio histórico del cautiverio de Tacna. En 1925, habiéndose planteado la realización de un plebiscito (que nunca se llevó a cabo) para que las ciudades de Tacna y Arica decidan a qué país integrarse, integró la Comisión de Propaganda de la Delegación Peruana. Basado en esta experiencia, escribió Frente al morro, un diario de la vida a bordo del navío "Ucayali", en el cual se estableció la delegación peruana frente al puerto de Arica. En 1927, publicó el poemario Aroma de mujer. Federico Barreto murió en Marsella, Francia, el 30 de octubre de 1929, el mismo año en que Tacna volvió a suelo peruano. En 1968, sus restos fueron repatriados desde Marsella e inhumados en el Cementerio General de Tacna

 

AL PERÚ

¡Patria del corazón! La suerte, un día,
te hundió en el pecho con furor la espada,
y hoy, abatida pero no humillada,
pareces un león en la agonía.
Antes, cuando dichosa te veía,
fuiste por mí con entusiasmo amada,
pero hoy, que veo que eres desgraciada
no te amo ya... ¡te tengo idolatría!
¡Oh! ¡Quién pudiera, Patria, quién pudiera
disipar las tinieblas de tu cielo
y sucumbir envuelto en tu bandera!
Yo, tal fortuna es todo lo que anhelo,
¡y que me echen de cara, cuando muera,
para besar el polvo de tu suelo! 


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