viernes, 12 de junio de 2020

Poeta 529: El coco de José Régio

JOSÉ RÉGIO

José Régio, seudónimo de José Maria dos Reis Pereira, (Vila do Conde, 17 de septiembre de 1901Vila do Conde, 22 de diciembre de 1969) fue un escritor portugués. Fundó en 1927 la revista Presença, que vino a marcar el segundo modernismo portugués y de la que Régio fue el principal impulsor e ideólogo. De hecho se le asocia ese nombre por ser la gran personalidad del grupo y por mantenerse fiel al espíritu inicial de la publicación. También escribió para varios periódicos, como por ejemplo el Diário de Noticias y el Comércio do Porto. Hizo también frente al Estado Novo, habiendo sido miembro del Movimiento de Unidad Democrática (MUD) y apoyado la candidatura del General Humberto Delgado. Como escritor, José Régio se dedicó a la novela, al teatro, a la poesía y al ensayo. Como poeta tiene un vigor expresivo cercano a los románticos, así a Garrett: aparece en forma de diálogo entre un yo social intermedio y un otro que hace de bufón y le empuja a cierto abismo, por encima o por debajo de la normalidad. Eso es propio de un escritor que se la ha definido como un "habitante de dos mundos", como un metafísico en cierta estela de Pessoa. Su obra está fuertemente marcada por conflictos entre Dios y el Hombre, el individuo y la sociedad, en un análisis crítico de la soledad y de las relaciones humanas. Como ensayista, se dedicó al estudio de Camões y Florbela Espanca, entre otros.

EL COCO

Atrás de la puerta, erecto y rígido, presente,
Él me espera. Y por eso estoy turbado.
Y voy a pisar, exactamente,
La sombra de Él en el enlosado.

—"Señor Coco",
(Yo tartamudeo),
"Déjeme ir a dar mi clase,
Soy profesor del liceo..."

Pero su hálito
Me marcó, frío como tacto de espada.
Y yo salgo pálido.
Con la garganta cerrada.

Me preguntan allá afuera: "¿Estás doliente?"
—"¡No! (les grito)..." "¿Por qué?" Y hablo y río divirtiéndome.
Y lo peor es que hay palabras en que me detengo,
bruscamente.
Y que me duelen, duelen, duelen, prolongándose e
hiriéndome...

Entonces, en el aire,
Levitándose, todo subvertiendo, enorme,
Él da frío y luz, como un claro de luna...
Y yo le escucha la risa muda.

"Señor Coco"
(Yo tartamudeo), "por quien es",
"Déjeme quedar aquí, en esta reunión,
Sentadito, tomando mi café...

Pero los gestos mínimos y palabras de mi día
Quedaron llenos de sentido.
Tener de más qué decir... ah, ¡qué fatiga y qué agonía!
Es natural que yo sea repelido.

Huyo. Y en mi mansarda
Le repito: ¡Señor Coco!
Si es mi Ángel de la Guarda,
¡Guárdeme, pero de usted, de la vida no!

Raya como una tea entonces su mirar.
Sus alas sin fin vibran en el aire como azote
Y hasta en el lecho en que me tiendo a estar,

Nosotros luchamos toda la noche.
Hasta que, vencido, inerme
Ante el esplendor de su cara,
Me postro de repente, y beso el suelo ante Él
Reconociendo su máscara.

Le rezo: "¡Dios mío, señor Coco, perdón!"
"¡Yo no soy digno de esta guerra!"
"¡Ahórreme su revelación!"
"¡Déjeme estar aquí, en la tierra!"

Cuando un súbito viraje
Me hace ver (¡Truco ya viejo!)
Que estoy frente al espejo,
Ante mi propia imagen.

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