"La palabra hüzün (amargura) es de raíz árabe y aparece en dos aleyas del Corán con un significado parecido al que tiene en el turco actual y como hazen (aflicción) en otras tres. El hecho de que el profeta Mahoma declarara el año en que murieron su esposa Jadiya y su tío Abu Talib el senetül hüzn («el año de la amargura») demuestra que la palabra describe un sentimiento derivado de una pérdida especialmente dolorosa en lo espiritual. Pero mis lecturas me sugieren que el sentido original de la palabra, el relacionado con una pérdida y con el sufrimiento espiritual y la pena a las que da lugar, produjo una ligera fractura filosófica en la historia del islam en siglos posteriores y me hacen intuir que sobresalen dos visiones básicas.
El primer punto de vista implica que el sentimiento que llamo «amargura» es el resultado de una excesiva dependencia del mundo, de sus valores materiales y de sus placeres, y nos dice: «Si no te hubiera interesado tanto este mundo pasajero, o sea, si hubieras sido un auténtico buen musulmán, no te habrían preocupado demasiado las pérdidas en él». El segundo punto de vista, de origen místico, es más positivo y comprensivo en lo que respecta al significado de la palabra y al lugar que ocupan en la vida la sensación de pérdida y el dolor. Según los místicos, la amargura es un sentimiento de carencia que se origina en no haber podido estar lo bastante cerca de Dios y en no haber podido hacer lo bastante por Dios en este mundo. Teniendo en cuenta que un verdadero viajero de las vías místicas nunca se preocupará demasiado por problemas tan terrenales como la fortuna, la hacienda o incluso la muerte, el sentimiento de pérdida y de insuficiencia tiene que deberse a la incapacidad de aproximarse a Dios, al no poder profundizar lo suficiente en la vida espiritual. Por estas mismas razones, lo que resulta una auténtica carencia no es que sintamos amargura, sino todo lo contrario. Esta visión, que considera que el no poder amargarse es una razón para hacerlo, llevando así la lógica hasta el punto de sufrir porque no se sufre lo suficiente, le ha otorgado a la amargura un prestigio permanente en la cultura islámica. Por supuesto, con dicho prestigio tiene mucho que ver el que durante los dos últimos siglos la palabra se haya usado de manera tan extensa en la cultura estambulí, en la vida cotidiana, en la poesía, y que en la música predomine ese sentimiento. Pero sería inexacto explicar solo con el prestigio místico del término el que el sentimiento más poderoso y permanente de Estambul y de sus habitantes durante todo el siglo pasado haya sido precisamente la amargura. Es imposible comprender solo con la historia de la palabra y su renombre el peso de la amargura como estado espiritual en la música estambulí de los últimos cien años, o el que se hayan convertido en clichés en la poesía turca moderna (como los símbolos de la poesía del Diván) tanto la palabra en sí como el sentimiento, ni la importancia central que tiene como concepto que describe el fracaso vital, la desidia y el ensimismamiento. Para comprender los orígenes de la profunda amargura que despertaba en mí el Estambul de mi infancia hay que acudir por un lado a la Historia, a los resultados del desplome del Imperio otomano, y por otro a la manera en que se ha reflejado en los «hermosos» paisajes de la ciudad y en su gente. En Estambul, la amargura es tanto un importante sentimiento de la música local y un término fundamental de la poesía como una manera de ver la vida, una actitud mental y lo que supone el material que hace a la ciudad ser lo que es. Como contiene todas esas particularidades al mismo tiempo, es un estado espiritual que la ciudad ha hecho orgullosamente suyo, o que aparenta hacerlo. Por esa razón es un sentimiento que se considera tanto negativo como positivo."
El primer punto de vista implica que el sentimiento que llamo «amargura» es el resultado de una excesiva dependencia del mundo, de sus valores materiales y de sus placeres, y nos dice: «Si no te hubiera interesado tanto este mundo pasajero, o sea, si hubieras sido un auténtico buen musulmán, no te habrían preocupado demasiado las pérdidas en él». El segundo punto de vista, de origen místico, es más positivo y comprensivo en lo que respecta al significado de la palabra y al lugar que ocupan en la vida la sensación de pérdida y el dolor. Según los místicos, la amargura es un sentimiento de carencia que se origina en no haber podido estar lo bastante cerca de Dios y en no haber podido hacer lo bastante por Dios en este mundo. Teniendo en cuenta que un verdadero viajero de las vías místicas nunca se preocupará demasiado por problemas tan terrenales como la fortuna, la hacienda o incluso la muerte, el sentimiento de pérdida y de insuficiencia tiene que deberse a la incapacidad de aproximarse a Dios, al no poder profundizar lo suficiente en la vida espiritual. Por estas mismas razones, lo que resulta una auténtica carencia no es que sintamos amargura, sino todo lo contrario. Esta visión, que considera que el no poder amargarse es una razón para hacerlo, llevando así la lógica hasta el punto de sufrir porque no se sufre lo suficiente, le ha otorgado a la amargura un prestigio permanente en la cultura islámica. Por supuesto, con dicho prestigio tiene mucho que ver el que durante los dos últimos siglos la palabra se haya usado de manera tan extensa en la cultura estambulí, en la vida cotidiana, en la poesía, y que en la música predomine ese sentimiento. Pero sería inexacto explicar solo con el prestigio místico del término el que el sentimiento más poderoso y permanente de Estambul y de sus habitantes durante todo el siglo pasado haya sido precisamente la amargura. Es imposible comprender solo con la historia de la palabra y su renombre el peso de la amargura como estado espiritual en la música estambulí de los últimos cien años, o el que se hayan convertido en clichés en la poesía turca moderna (como los símbolos de la poesía del Diván) tanto la palabra en sí como el sentimiento, ni la importancia central que tiene como concepto que describe el fracaso vital, la desidia y el ensimismamiento. Para comprender los orígenes de la profunda amargura que despertaba en mí el Estambul de mi infancia hay que acudir por un lado a la Historia, a los resultados del desplome del Imperio otomano, y por otro a la manera en que se ha reflejado en los «hermosos» paisajes de la ciudad y en su gente. En Estambul, la amargura es tanto un importante sentimiento de la música local y un término fundamental de la poesía como una manera de ver la vida, una actitud mental y lo que supone el material que hace a la ciudad ser lo que es. Como contiene todas esas particularidades al mismo tiempo, es un estado espiritual que la ciudad ha hecho orgullosamente suyo, o que aparenta hacerlo. Por esa razón es un sentimiento que se considera tanto negativo como positivo."
Estambul. Ciudad y recuerdos. Orhan Pamuk. Literatura Mondadori.
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