domingo, 29 de julio de 2018

Cita CCCXCIII: Las gesta de Darío I en la inscripción de Behistún





“Yo soy Dario, rey de reyes, rey de los pueblos… Por voluntad de Ahura Mazda yo conseguí la realeza”. Así empieza la inscripción que grabo en la roca de Behistún, al oeste de Irán, el rey Persa Darío I (522-486 a.C.) para legitimar su realeza y dar fe de sus gestas militares. La inscripción (de 15 x 25 m) se halla a unos sesenta metros del suelo, en la pared de un acantilado. En la escena, Darío pisotea al mago (sabio) medo Gaumata, que se sublevo contra su poder. Pero no es el elemento figurativo lo más importante del relieve, sino las inscripciones, realizadas en las tres lenguas oficiales del imperio y grabadas en caracteres cuneiformes: persa antiguo, elamita y babilonio.

HENRY RAWLINSON

El descubrimiento de la inscripción en 1835 por Henry Rawlinson, un oficial del ejército británico, tuvo gran trascendencia, ya que su carácter trilingüe lo convirtió en una especie de “piedra de Rosetta”, que permitió descifrar las tres lenguas. Rawlinson copió la versión en persa antiguo en 1835, y pudo descifrarla en 1838. En 1847 acabó de copiar toda la inscripción y con la ayuda de la traducción del persa descifró el babilonio en 1849. Pero no pudo descifrar el elamita, tare que realizó Edwin Norris en 1851.

UN MENSAJE TRILINGUE

La mayor novedad de la inscripción de Behistún es que, por primera vez, aparece por escrito la lengua persa. Hasta entonces, las gestas y alabanzas de los reyes eran transmitidas oralmente en recitaciones y cantos. Aquí, Darío el Grande no sólo grabó sus hazañas en tres lenguas, sino que las mostró simbólicamente con figuras para los que no sabían leer. El rey controlaba, de esta forma, el mensaje que quería transmitir a las generaciones futuras, y su palabra venia avalada por la divinidad suprema del panteón persa, frente a quienes tenían la intención de destruirla.