Tenemos un trato, fueron sus siguientes palabras.
¿Cuándo empezamos? Y con esta pregunta concluyó. Después de una serie de conversaciones, por fin se había arribado a buen término, una conclusión esperada.
Me escribió como acordado, compartiendo parte de su historia.
Lo que hemos ganado y aprendido, así empezaba su relato, estos meses han sido los más difíciles de mi vida. Situaciones que he tenido que afrontar solo y con miles de voces batallando dentro de mi mente. Me he sentido desorientado y desvalido. Realidades que nunca pensé, ni imaginé vivir. No sabía dónde me dirigía, qué dirección tomar. Esa sensación de que ya no sabes quién eres.
¿He perdido la alegría de vivir? ¿Se quedó mi vida en suspenso? El eterno desangrante silencio, por respuesta.
Ya no se presentan situaciones que nos hagan reír, tal vez un recuerdo alegre nos saque una pequeña sonrisa, por más sencillo y pequeño que sea. Nos dé un soplo más, para continuar. ¿Para qué continuar?
Como las baterías, estaba descargado, sin posibilidades de recargarme con energía revitalizante. Levantas la cabeza y te topas con otra rama, te golpea en el mismo sitio y el golpe unido al dolor es infinito.
¿Qué haces cuando el mundo que conociste, ya no existe?
Tú que me lees y has pasado por estas experiencias sabes lo que digo. Desolación total. Los seres humanos somos sociales, nos necesitamos, nos apoyamos, nos gusta conversar, amarnos, nada iguala un cálido abrazo aunque sea silencioso.
Por ello, rodéate de personas que transmitan felicidad. Cuando hagas de esta realidad, una realidad viva, cuando sepas que nadie, ni nada llega a ti por azar, aunque te destroce interiormente. Habrás vivido. Nadie puede saber o imaginar como uno se siente. El cuerpo sigue siendo el mismo, el vacío desolador, marcha ruidosamente por dentro.
La vida te pone exactamente donde necesitas estar para aprender las lecciones necesarias. La vida nos lo repite y repite hasta que aprendamos, sobre todo cuando seguimos cometiendo los mismos errores. La vida continúa y se va a imponer. Entendamos que todas las cosas, todos los tiempos, todos los lugares, todas las personas, todas las situaciones, son maestros. Aprendamos.
Como dicen, “No se aprecia algo, hasta que lo pierdes”. Te hace reaccionar.
Tener siempre de todo y en abundancia,
nos limita para poder apreciar lo que es esencial y necesario en la vida.
¿Cómo encontrar el camino o el sentido en la vida, después que se extravió el rumbo?
Serenidad ante todo, hay que saber encontrar el yo interior, saber aceptar las cosas sencillas y bellas que la vida nos ofrece. Descubrir y desarrollar tu camino de vida con cada paso que das. Avanzarás, conforme camines, siempre con la frente en alto, paso firme y seguro, aunque al principio tus pasos sean vacilantes. Da ese primer paso. Después que has reiniciado tu proyecto de vida y con la experiencia acumulada, si caes de nuevo, el dolor no será tan fuerte, sabrás afrontar y recuperarte rápidamente. La experiencia.
Gracias, no más.
Así concluyó su mensaje, ahí supe lo mucho que había sufrido, un periodo del cual no le gustaba hablar.
Un tiempo oscuro, lo definía y rápidamente cambiaba de tema. Agradecí que me participara por escrito parte de su vida.
Gracias a ti.
¿Cuándo empezamos? Y con esta pregunta concluyó. Después de una serie de conversaciones, por fin se había arribado a buen término, una conclusión esperada.
Me escribió como acordado, compartiendo parte de su historia.
Lo que hemos ganado y aprendido, así empezaba su relato, estos meses han sido los más difíciles de mi vida. Situaciones que he tenido que afrontar solo y con miles de voces batallando dentro de mi mente. Me he sentido desorientado y desvalido. Realidades que nunca pensé, ni imaginé vivir. No sabía dónde me dirigía, qué dirección tomar. Esa sensación de que ya no sabes quién eres.
¿He perdido la alegría de vivir? ¿Se quedó mi vida en suspenso? El eterno desangrante silencio, por respuesta.
Ya no se presentan situaciones que nos hagan reír, tal vez un recuerdo alegre nos saque una pequeña sonrisa, por más sencillo y pequeño que sea. Nos dé un soplo más, para continuar. ¿Para qué continuar?
Como las baterías, estaba descargado, sin posibilidades de recargarme con energía revitalizante. Levantas la cabeza y te topas con otra rama, te golpea en el mismo sitio y el golpe unido al dolor es infinito.
¿Qué haces cuando el mundo que conociste, ya no existe?
Tú que me lees y has pasado por estas experiencias sabes lo que digo. Desolación total. Los seres humanos somos sociales, nos necesitamos, nos apoyamos, nos gusta conversar, amarnos, nada iguala un cálido abrazo aunque sea silencioso.
Por ello, rodéate de personas que transmitan felicidad. Cuando hagas de esta realidad, una realidad viva, cuando sepas que nadie, ni nada llega a ti por azar, aunque te destroce interiormente. Habrás vivido. Nadie puede saber o imaginar como uno se siente. El cuerpo sigue siendo el mismo, el vacío desolador, marcha ruidosamente por dentro.
La vida te pone exactamente donde necesitas estar para aprender las lecciones necesarias. La vida nos lo repite y repite hasta que aprendamos, sobre todo cuando seguimos cometiendo los mismos errores. La vida continúa y se va a imponer. Entendamos que todas las cosas, todos los tiempos, todos los lugares, todas las personas, todas las situaciones, son maestros. Aprendamos.
Como dicen, “No se aprecia algo, hasta que lo pierdes”. Te hace reaccionar.
Tener siempre de todo y en abundancia,
nos limita para poder apreciar lo que es esencial y necesario en la vida.
¿Cómo encontrar el camino o el sentido en la vida, después que se extravió el rumbo?
Serenidad ante todo, hay que saber encontrar el yo interior, saber aceptar las cosas sencillas y bellas que la vida nos ofrece. Descubrir y desarrollar tu camino de vida con cada paso que das. Avanzarás, conforme camines, siempre con la frente en alto, paso firme y seguro, aunque al principio tus pasos sean vacilantes. Da ese primer paso. Después que has reiniciado tu proyecto de vida y con la experiencia acumulada, si caes de nuevo, el dolor no será tan fuerte, sabrás afrontar y recuperarte rápidamente. La experiencia.
Gracias, no más.
Así concluyó su mensaje, ahí supe lo mucho que había sufrido, un periodo del cual no le gustaba hablar.
Un tiempo oscuro, lo definía y rápidamente cambiaba de tema. Agradecí que me participara por escrito parte de su vida.
Gracias a ti.
Antonio Tomasio. Autor de los libros Uno (Yo) y Mi hijo, mi maestro. Escríbe a atomasio@antoniotomasio.com con tus preguntas o sugerencias o visita la página http://www.antoniotomasio.com