¡Títeres..! Este sábado continúan las funciones de títeres en la Biblioteca Regional Mario Vargas LLosa,
presentando la función "El pirata garrapata", desde las 11 horas en la
sala infantil.
jueves, 28 de abril de 2016
Video 185: Giro d'Italia 2016 - Official Promo
Giro d'Italia 2016: Official Site
http://www.giroditalia.it/eng/
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MAS VIDEOS
- Antes - Video 184: El hermano del "Che" Juan Martín Guevara con Jordi Batallé en RFI
- Después - Video 186: La sabiduría de los grandes escritores en todas las etapas de la vida
martes, 26 de abril de 2016
Concierto por el Día Internacional del Jazz: 30 de abril
Este sábado 30 de abril a las 7:30pm, se celebrara el #DíaInternacionalDelJazz
con un gran concierto. Se contará con la presencia de los mejores
representantes del género en Arequipa, entre ellos: Enrique Astete Trío,
Miguel Ángel Valdivia Proyect, Bebob, Jam Conection, Marcos Manrique
Sexteto y Los cuatro cholos del saxo.
Letra 154: Sinfonía Nº 2 en Do Mayor Op. 61 de Robert Schumann
ROBERT SCHUMANN
SINFONÍA Nº 2 EN DO MAYOR OP. 61
SINFONÍA Nº 2 EN DO MAYOR OP. 61
CADENA DE LETRAS
- Antes - Letra 153: Ludwig van Beethoven de Obertura Egmont Op.84
- Después - Letra 155: Disco bar de Patricio Suarez Vertiz
Letra 153: Obertura Egmont Op.84 de Ludwig van Beethoven
LUDWIG VAN BEETHOVEN
OBERTURA EGMONT OP.84
OBERTURA EGMONT OP.84
Egmont, Op. 84 es el nombre de un conjunto de diez piezas de música incidental compuestas por Ludwig van Beethoven para la representación de la tragedia del mismo nombre escrita por Johann Wolfgang von Goethe en 1788. Consiste en una obertura, que es la pieza más conocida de ellas, formando parte del repertorio sinfónico habitual, seguida de nueve piezas para soprano, voz masculina narrador y orquesta sinfónica. Beethoven la compuso entre octubre de 1809 y junio de 1810, y fue estrenada el 15 de junio de 1810.
CADENA DE LETRAS
- Antes - Letra 152: Sinfonía N° 2 de Robert Schumann
- Después - Letra 154: Sinfonía Nº 2 en Do Mayor Op. 61 de Robert Schumann
Concierto de la Orquesta Sinfónica de Arequipa: 29 de abril
Concierto de la Orquesta Sinfónica de Arequipa
Dirige: Enrique F. Victoria Obando
Viernes 29 de abril
Tercera Orden Franciscana
Ingreso del público: 19:45 h
Inicio de concierto: 20:00
Dirige: Enrique F. Victoria Obando
Viernes 29 de abril
Tercera Orden Franciscana
Ingreso del público: 19:45 h
Inicio de concierto: 20:00
Programa:
- Ludwig van Beethoven / Obertura Egmont Op.84
- Robert Schumann / Sinfonía Nº 2 en Do Mayor Op. 61
- Daniel Alomía Robles / El Cóndor Pasa
- Chabuca Granda / La Flor de la Canela
- Francisco Pérez / A La Huacachina
- Jorge Huirse / Montonero
- Benigno Ballón Farfán / Carnaval de Arequipa
domingo, 24 de abril de 2016
Calvin and Hobbes (24-Abr.-2016)
Calvin y Hobbes es una tira cómica escrita y dibujada por Bill Watterson que relata, en clave de humor, las peripecias de Calvin, un imaginativo niño de 6 años, y Hobbes, su enérgico y sarcástico, aunque algo pomposo, tigre. La pareja recibe sus nombres de Juan Calvino, teólogo reformista francés del siglo XVI, y de Thomas Hobbes, filósofo inglés del siglo XVII. La tira cómica se publicó diariamente desde el 18 de noviembre de 1985 hasta el 31 de diciembre de 1995, apareciendo en más de 2.400 periódicos y con más de 30 millones de ejemplares vendidos de sus 18 libros recopilatorios, lo cual la convierte en un referente de la cultura popular incluso en la actualidad.
Dilbert (24-Abr.-2016)
Dilbert es el nombre de una tira satírica creada por Scott Adams que ha aparecido en los periódicos desde 1989, dando lugar a varios libros, una serie animada de TV y numerosos productos relacionados que van desde muñecos rellenos hasta helados. La trama de este cómic se desarrolla en el contexto de lo cotidiano para millones de empleados y oficinistas: políticas de oficina, jefes incompetentes, compañeros de trabajo molestos, asuntos sin sentido, juntas eternas, etc. El mismo tipo de cosas que la gente odia en su trabajo diario son las que provocan las carcajadas en Dilbert.
P. Carlos Cardó SJ: Homilía del domingo 24 de abril
QUINTO DOMINGO DE PASCUA
Jn 13,31-33a.34-35
Después que Judas salió, Jesús dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él.
Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto.
Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: 'A donde yo voy, ustedes no pueden venir'.
Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros.
Jn 13,31-33a.34-35
Después que Judas salió, Jesús dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él.
Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto.
Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: 'A donde yo voy, ustedes no pueden venir'.
Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros.
En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros".
El domingo pasado vimos que lo más característico de Jesús fue su amor a los demás, un amor incondicional, solidario, perdonador, que brotaba de su íntima unión con Dios, su Padre. Por eso Jesús sorprende, atrae, y lo aman y veneran cristianos, no cristianos y muchos no creyentes: porque el amor no fue en él una cuestión coyuntural, sino que fue su permanente y única manera de ser.
Hoy la liturgia nos ofrece un fragmento del discurso de despedida que Jesús dirigió a sus discípulos en la Última Cena antes de padecer. Hay en ella un clima profundamente humano, Jesús se ha reunido por última vez con sus más íntimos y en esa intimidad quiere que entiendan que su pasión y su muerte, van a ser la expresión máxima de su amor (Jn 13,1) y del amor de su Padre por nosotros. Jesús no solamente da testimonio del amor con que el Padre ama, sino que en su persona, en su vida y en su muerte, realiza el amor salvador de Dios, gracias al cual obtenemos lo que no podemos darnos: la vida plena, inmortal, que es comunión con Dios y participación en la vida misma de Dios.
Jesús, es el don del Padre a la humanidad, procede de lo alto, es Dios encarnado. Por él nuestra naturaleza humana es elevada hasta alcanzar la naturaleza divina, la misma dignidad de Dios. Ya no hay un abismo infranqueable entre los seres humanos y Dios. Por medio de la humanidad de su Hijo, Dios ha querido incorporar nuestra humanidad en su propio ser, ha realizado su deseo de tenernos con él y en él para siempre. Por Cristo, verdadero Dios y hombre como nosotros, el ser humano entra en una situación renovada, la de una humanidad nueva de hijos e hijas de Dios, destinados como Jesús a pasar de este mundo a Dios y ser para siempre semejantes a él. Y así se manifiesta la gloria del Padre, que es vida nuestra, y la gloria del Hijo lleno de gracia y de verdad, de “amor y lealtad” para con nosotros.
Y en este contexto de la manifestación de la gloria de Dios y de su Hijo, Jesús nos dice: “Les doy un mandamiento nuevo: ámense como yo los he amado”. Su lógica es sorprendente: “si yo los he amado, ámense ustedes”. No concluye: ámenme a mí como yo los amo a ustedes, o amen a Dios. No. Hace la misma afirmación (repetida hasta tres veces en el discurso de la Cena) que su discípulo Juan señalará en su carta: “Si Dios nos amó así, también nosotros debemos amarnos unos a otros” (1Jn 4,11).
Los diez mandamientos ya los había resumido Jesús en dos: Amarás al Señor sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Ahora los sintetiza en uno solo: ámense como yo los he amado. Pero no es una ley, es un don: porque él nos ha amado primero, nosotros podemos amarnos los unos a los otros. Este don de su amor es lo que nos hace vivir la vida más auténtica y verdadera, la vida de hijos e hijas de un mismo Padre, y vida de hermanos y hermanas. Por consiguiente, la respuesta al mandamiento del amor sólo es posible si se tiene la experiencia de que Dios nos ha dado antes este amor. Así es en realidad: para amar hay que saberse amado. “Y nosotros hemos conocido y creído (confiado en) el amor que Dios nos tiene” (1 Jn 4,16). Conocer agradecidos el amor que Dios nos tiene, cimentar en él nuestra confianza y el aprecio que debemos tener de nosotros mismos, eso es lo que nos hace capaces de amar a los demás y ver el rostro de Dios en el rostro del prójimo cualquiera que sea, porque todo prójimo es un hijo de nuestro Padre del cielo.
Edith Stein, la filósofa judía, mártir cristiana de Auschwitz, lo dijo certeramente en uno de sus escritos: “Si Dios está en nosotros y si Él es el Amor, no podemos hacer otra cosa que amar a nuestros hermanos. Nuestro amor a nuestros hermanos es también la medida de nuestro amor a Dios. Pero éste es diferente del amor humano natural. El amor natural nos vincula a tal o cual persona que nos es próxima por los lazos de sangre, por una semejanza de carácter o incluso por unos intereses comunes. Los demás son para nosotros “extraños”, “no nos conciernen”… Para el cristiano no hay “hombre extraño” alguno, y es ese hombre que está delante de nosotros quien tiene necesidad de nosotros, quien es precisamente nuestro prójimo; y da lo mismo que sea o no pariente nuestro, que lo “amemos” de manera natural o no, que sea “moralmente digno” o no de nuestra ayuda”. (Edith Stein, filósofa crucificada, Sal Terrae, Santander 2000).
Ámense como yo los he amado. Es la síntesis perfecta de lo que Jesús nos ha querido enseñar. Por estas palabras sabemos que no se puede llegar a Dios si no se ama a los hijos e hijas de Dios. Jesús no nos ha enseñado únicamente una doctrina sino, ante todo, un comportamiento, el suyo propio, caracterizado por el amor que llega hasta dar la vida.
Por esto dice Jesús que el distintivo de los cristianos es el amor al prójimo. En esto conocerán que son mis discípulos: si se aman como yo los he amado. Mi fe no puede acreditarse como creíble ni mantenerse largo tiempo sin unas señales concretas de mi amor y solidaridad. Amar al prójimo es amar al Señor. Quien quiera amar a Dios, que ame a su prójimo.
Hoy la liturgia nos ofrece un fragmento del discurso de despedida que Jesús dirigió a sus discípulos en la Última Cena antes de padecer. Hay en ella un clima profundamente humano, Jesús se ha reunido por última vez con sus más íntimos y en esa intimidad quiere que entiendan que su pasión y su muerte, van a ser la expresión máxima de su amor (Jn 13,1) y del amor de su Padre por nosotros. Jesús no solamente da testimonio del amor con que el Padre ama, sino que en su persona, en su vida y en su muerte, realiza el amor salvador de Dios, gracias al cual obtenemos lo que no podemos darnos: la vida plena, inmortal, que es comunión con Dios y participación en la vida misma de Dios.
Jesús, es el don del Padre a la humanidad, procede de lo alto, es Dios encarnado. Por él nuestra naturaleza humana es elevada hasta alcanzar la naturaleza divina, la misma dignidad de Dios. Ya no hay un abismo infranqueable entre los seres humanos y Dios. Por medio de la humanidad de su Hijo, Dios ha querido incorporar nuestra humanidad en su propio ser, ha realizado su deseo de tenernos con él y en él para siempre. Por Cristo, verdadero Dios y hombre como nosotros, el ser humano entra en una situación renovada, la de una humanidad nueva de hijos e hijas de Dios, destinados como Jesús a pasar de este mundo a Dios y ser para siempre semejantes a él. Y así se manifiesta la gloria del Padre, que es vida nuestra, y la gloria del Hijo lleno de gracia y de verdad, de “amor y lealtad” para con nosotros.
Y en este contexto de la manifestación de la gloria de Dios y de su Hijo, Jesús nos dice: “Les doy un mandamiento nuevo: ámense como yo los he amado”. Su lógica es sorprendente: “si yo los he amado, ámense ustedes”. No concluye: ámenme a mí como yo los amo a ustedes, o amen a Dios. No. Hace la misma afirmación (repetida hasta tres veces en el discurso de la Cena) que su discípulo Juan señalará en su carta: “Si Dios nos amó así, también nosotros debemos amarnos unos a otros” (1Jn 4,11).
Los diez mandamientos ya los había resumido Jesús en dos: Amarás al Señor sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Ahora los sintetiza en uno solo: ámense como yo los he amado. Pero no es una ley, es un don: porque él nos ha amado primero, nosotros podemos amarnos los unos a los otros. Este don de su amor es lo que nos hace vivir la vida más auténtica y verdadera, la vida de hijos e hijas de un mismo Padre, y vida de hermanos y hermanas. Por consiguiente, la respuesta al mandamiento del amor sólo es posible si se tiene la experiencia de que Dios nos ha dado antes este amor. Así es en realidad: para amar hay que saberse amado. “Y nosotros hemos conocido y creído (confiado en) el amor que Dios nos tiene” (1 Jn 4,16). Conocer agradecidos el amor que Dios nos tiene, cimentar en él nuestra confianza y el aprecio que debemos tener de nosotros mismos, eso es lo que nos hace capaces de amar a los demás y ver el rostro de Dios en el rostro del prójimo cualquiera que sea, porque todo prójimo es un hijo de nuestro Padre del cielo.
Edith Stein, la filósofa judía, mártir cristiana de Auschwitz, lo dijo certeramente en uno de sus escritos: “Si Dios está en nosotros y si Él es el Amor, no podemos hacer otra cosa que amar a nuestros hermanos. Nuestro amor a nuestros hermanos es también la medida de nuestro amor a Dios. Pero éste es diferente del amor humano natural. El amor natural nos vincula a tal o cual persona que nos es próxima por los lazos de sangre, por una semejanza de carácter o incluso por unos intereses comunes. Los demás son para nosotros “extraños”, “no nos conciernen”… Para el cristiano no hay “hombre extraño” alguno, y es ese hombre que está delante de nosotros quien tiene necesidad de nosotros, quien es precisamente nuestro prójimo; y da lo mismo que sea o no pariente nuestro, que lo “amemos” de manera natural o no, que sea “moralmente digno” o no de nuestra ayuda”. (Edith Stein, filósofa crucificada, Sal Terrae, Santander 2000).
Ámense como yo los he amado. Es la síntesis perfecta de lo que Jesús nos ha querido enseñar. Por estas palabras sabemos que no se puede llegar a Dios si no se ama a los hijos e hijas de Dios. Jesús no nos ha enseñado únicamente una doctrina sino, ante todo, un comportamiento, el suyo propio, caracterizado por el amor que llega hasta dar la vida.
Por esto dice Jesús que el distintivo de los cristianos es el amor al prójimo. En esto conocerán que son mis discípulos: si se aman como yo los he amado. Mi fe no puede acreditarse como creíble ni mantenerse largo tiempo sin unas señales concretas de mi amor y solidaridad. Amar al prójimo es amar al Señor. Quien quiera amar a Dios, que ame a su prójimo.
Carlos Cardó, SJ
Tomasio (23/04/2016): Ser auténticos
Ser auténtico es la esencia de la verdad, ser honesto, fidedigno, manejarse bajo un código de honor, ser ético.
Últimamente estas palabras son cada vez más difíciles de encontrar en la prensa, escrita, hablada. Es que ya no se usan o es que han salido del vocabulario de las gentes.
Los invito hacer un ejercicio, cojan el periódico que compran de costumbre y mientras leen las noticias, encuentren alguna palabra como, autentico o uno de sus sinónimos, hagan lo mismo cuando vean televisión.
Lo que deseamos recalcar, es que no es que ya no estemos usando esa palabra sino también el que no la usamos en nuestras conversaciones cotidianas. Lo que escuchamos con frecuencia, se refiere a lo malo, robo, suplantación de identidad, falsificación, muerte, sicarios, soborno, mentira, fraude, etc.
Si tenemos honor y somos íntegros, somos TODO.
Por qué será que las palabras mencionadas no figuran con frecuencia en las noticias, ya no se exaltan las bondades de la integridad, honestidad, honradez. Cuando alguna persona devuelve una cartera con dinero, es noticia, como si fuera ese acto algo del otro mundo, que merece ser mencionado como noticia, un acto sorprendente.
Ya revisaron los titulares de los periódicos, la gran mayoría es sobre malas noticias, violencia, frivolidad, ¿Están de acuerdo?
Las falsificaciones (forma de robo y engaño) se han dado históricamente, hablamos de todos los tipos, desde obras de arte, productos de marcas reconocidas con imitaciones baratas que parecen auténticas y que explotan la vanidad humana, para aparentar lo que no se tiene. La tradicional y de toda la vida la falsificación de dinero. Ahora mismo las pseudo exigencias sociales, hacen que se recurra a la cirugía plástica para aparentar ser joven, tener un cuerpo perfecto. Por qué no podemos aceptarnos como somos, así, con nuestros defectos, al natural. ¿Nos aceptarán? Hemos entrado en un espiral de falsas expectativas, si no llevas tal marca de ropa, manejas determinado coche, vives en determinada zona, asistes a selectos clubes, eres invitado a selectos eventos sociales, no eres nadie. Todo lo mencionado conlleva a una falsa identidad y lo peor de ello es que es aceptada y lo que digo es válido para cualquier país del mundo, y lo que digamos en Arequipa, Perú, tenga tanta o más validez en países más consumistas que el nuestro.
Qué valores inspiramos a nuestros hijos y que fomentamos en nuestros centros de estudios. Nuestros hijos pertenecen a las próximas generaciones que convivirán en los años futuros.
Países en donde está institucionalizado el soborno, sobreprecios, engaños, robo, violencia, mentira. Donde las leyes no se hacen respetar, ni se cumplen a cabalidad. Donde para hacer recordar que existe, se hacen operativos para acallar consciencias, cuando eso debe ser aceptado y no tener que recordarlo.
Últimamente estas palabras son cada vez más difíciles de encontrar en la prensa, escrita, hablada. Es que ya no se usan o es que han salido del vocabulario de las gentes.
Los invito hacer un ejercicio, cojan el periódico que compran de costumbre y mientras leen las noticias, encuentren alguna palabra como, autentico o uno de sus sinónimos, hagan lo mismo cuando vean televisión.
Lo que deseamos recalcar, es que no es que ya no estemos usando esa palabra sino también el que no la usamos en nuestras conversaciones cotidianas. Lo que escuchamos con frecuencia, se refiere a lo malo, robo, suplantación de identidad, falsificación, muerte, sicarios, soborno, mentira, fraude, etc.
Si tenemos honor y somos íntegros, somos TODO.
Por qué será que las palabras mencionadas no figuran con frecuencia en las noticias, ya no se exaltan las bondades de la integridad, honestidad, honradez. Cuando alguna persona devuelve una cartera con dinero, es noticia, como si fuera ese acto algo del otro mundo, que merece ser mencionado como noticia, un acto sorprendente.
Ya revisaron los titulares de los periódicos, la gran mayoría es sobre malas noticias, violencia, frivolidad, ¿Están de acuerdo?
Las falsificaciones (forma de robo y engaño) se han dado históricamente, hablamos de todos los tipos, desde obras de arte, productos de marcas reconocidas con imitaciones baratas que parecen auténticas y que explotan la vanidad humana, para aparentar lo que no se tiene. La tradicional y de toda la vida la falsificación de dinero. Ahora mismo las pseudo exigencias sociales, hacen que se recurra a la cirugía plástica para aparentar ser joven, tener un cuerpo perfecto. Por qué no podemos aceptarnos como somos, así, con nuestros defectos, al natural. ¿Nos aceptarán? Hemos entrado en un espiral de falsas expectativas, si no llevas tal marca de ropa, manejas determinado coche, vives en determinada zona, asistes a selectos clubes, eres invitado a selectos eventos sociales, no eres nadie. Todo lo mencionado conlleva a una falsa identidad y lo peor de ello es que es aceptada y lo que digo es válido para cualquier país del mundo, y lo que digamos en Arequipa, Perú, tenga tanta o más validez en países más consumistas que el nuestro.
Qué valores inspiramos a nuestros hijos y que fomentamos en nuestros centros de estudios. Nuestros hijos pertenecen a las próximas generaciones que convivirán en los años futuros.
Países en donde está institucionalizado el soborno, sobreprecios, engaños, robo, violencia, mentira. Donde las leyes no se hacen respetar, ni se cumplen a cabalidad. Donde para hacer recordar que existe, se hacen operativos para acallar consciencias, cuando eso debe ser aceptado y no tener que recordarlo.
Antonio
Tomasio. Autor de los libros Uno (Yo) y Mi hijo, mi maestro. Escríbe a
atomasio@antoniotomasio.com con tus preguntas o sugerencias o visita la
página http://www.antoniotomasio.com
Revista: Soho Perú 50
Editorial: Comunica 2
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Formato: 23 x 30 cm.
Precio: S/20.00
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