jueves, 31 de octubre de 2024

Podcast La ContraHistoria: La última morada

 

 

La muerte a todos nos alcanza y tras ella, a lo largo de la historia, muchos han intentado pasar a la posteridad levantado una morada que fuese eterna, una tumba que sirviese como lugar de descanso final, pero también como monumento conmemorativo que reflejasen la vida y el poder de aquellos que yacen en su interior. Algunas tumbas, por su magnificencia, su significado histórico o las figuras que albergan, se han convertido en lugares de peregrinación atrayendo a visitantes de todo el mundo.

Una de estas tumbas emblemáticas es la de Ramsés II, el faraón más poderoso del antiguo Egipto. Su tumba, ubicada en el Valle de los Reyes, es un complejo laberíntico de cámaras y pasillos decorados con relieves y pinturas que narran las hazañas del faraón y su viaje al más allá. Aunque saqueada en la antigüedad, la tumba de Ramsés II aún conserva parte de su grandeza original, testimonio del poder y la gloria de este legendario gobernante.

En la antigua Persia, la tumba de Ciro el Grande, fundador del Imperio Aqueménida, se alza en Pasargada y es una estructura sencilla y austera de piedra que contrasta con la magnificencia de otros monumentos funerarios. Sin embargo, su importancia radica en el legado del rey Ciro, que liberó a los judíos del exilio en Babilonia y es recordado por su respeto a las diferentes culturas y religiones. El imperio de Ciro pasó a mejor vida cuando un joven macedonio, Alejandro Magno, lo conquistó levantando sobre él el mayor imperio que había existido hasta la fecha. Pero su tumba es uno de los mayores misterios de la arqueología. A pesar de numerosas búsquedas, su ubicación exacta sigue siendo desconocida. Se cree que fue enterrado en Alejandría, Egipto, pero la ciudad ha sufrido numerosas transformaciones a lo largo de los siglos, lo que dificulta su localización. El descubrimiento de la tumba de Alejandro Magno sin duda arrojaría luz sobre la vida y la muerte de una de las figuras más influyentes de la historia.

Más a poniente, en Roma, el mausoleo de Augusto se erigió como un imponente monumento funerario para el primer emperador romano. Construido en el Campo de Marte, el mausoleo era una estructura circular colosal con una estatua de Augusto en su cima. Aunque en ruinas, el Mausoleo de Augusto sigue siendo un recordatorio del poderío del Imperio Romano y la ambición de sus gobernantes. Otro emperador romano cuya tumba ha dejado huella es Trajano. Su columna monumental, erigida en el Foro de Trajano, conmemora sus victorias en Dacia. En su base se encontraba una cámara funeraria que albergaba las cenizas del emperador y su esposa, Pompeya Plotina. La Columna de Trajano, con sus relieves que narran las campañas militares, es una obra maestra del arte romano y un testimonio de la grandeza del imperio.

Los reyes cristianos no quisieron ser menos. En España, la tumba de Fernando III el Santo, rey de Castilla y León, se encuentra en la Catedral de Sevilla. Canonizado por la Iglesia Católica, Fernando III fue un rey guerrero que reconquistó gran parte de Andalucía. Su tumba, un magnífico sepulcro gótico, es un importante lugar de peregrinación y un símbolo de la reconquista cristiana. Su hijo Alfonso X el Sabio tiene dos tumbas, una en la catedral de Sevilla y otra en la de Murcia. Sus entrañas están en Murcia mientras que el resto se encuentra en Sevilla. Siglos más tarde Felipe II decidió construir un gran panteón real bajo el altar del monasterio de San Lorenzo de El Escorial en el que reposan los restos de casi todos los reyes de España.

Como podemos ver, cada tumba tiene su propia historia que cuenta a menudo la del difunto y la de la época en la que le tocó vivir. Hoy en La ContraHistoria de la mano de Carlos Pérez Simancas vamos a recordar unas cuantas, unas son muy famosas y otras desconocidas, pero todas con una historia interesante que contar.  

Fuente: La ContraHistoria  

 

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