Este sábado 12 de octubre se celebrará en España el día de la fiesta
nacional. Se trata de una fiesta relativamente reciente pero, de un
tiempo a esta parte, todos los años viene acompañada de polémica porque
coincide con el día en el que Cristóbal Colón llegó a tierras
americanas. Es habitual que desde ciertos ámbitos políticos e
ideológicos se aproveche esta fecha para denunciar lo que ellos
denominan genocidio indígena a manos de los conquistadores españoles
hace cinco siglos. No hay año sin debate y sin polémica sobre esta
cuestión, ambos por lo general acalorados, pero este año la cosa ha ido a
mayores porque ha coincidido en el tiempo con la toma de posesión de
Claudia Sheinbaum, como nueva presidenta de México.
Sheinbaum asumió el cargo el pasado 1 de octubre. Días antes se
organizó un pequeño revuelo a raíz de su decisión de no invitar al rey
de España al acto solemne de toma de protesta que se celebró en el
palacio de San Lázaro. Es tradicional que los monarcas españoles acudan a
las investiduras presidenciales de todos los jefes de Estado de la
América hispana por una cuestión de afinidad cultural y reconocimiento
por la historia compartida. No importa el tamaño o la importancia del
país, el rey o, en su defecto, el príncipe de Asturias cruzan el
Atlántico siempre que un presidente hispanoamericano accede al cargo.
Con México, el país hispanohablante más poblado del planeta, esta
tradición está cargada de simbolismo. Durante siglos el de Nueva España
fue el virreinato más importante, pero la relación entre México y España
nunca ha sido fácil, de hecho ha tenido muchos altibajos a lo largo del
último siglo. Es habitual que los políticos mexicanos carguen contra la
herencia hispana cada vez que las cosas no van bien. Eso mismo es lo
que pudimos ver durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, que
ya en 2019 exigió por carta a Felipe VI que admitiese personal y
públicamente la responsabilidad de la conquista y pidiese disculpas por
ello. En Madrid se hizo oídos sordos a la misiva, simplemente se dejó
correr el asunto hasta que ha resurgido de nuevo con Sheinbaum. Esta vez
el Gobierno español decidió no enviar a representante alguno a la toma
de posesión para no dejar en mal lugar al rey.
La polémica es eminentemente política, pero tiene un interesante
trasfondo histórico que vamos a tratar hoy en La ContraHistoria con
Manuel Burón, profesor de Historia de América en la Universidad Autónoma
de Madrid que ya pasó por el programa hace unos meses. Lo hizo para
abordar un sugerente tema, el del pasado como mercancía política, algo
que, a la luz de los hechos es lo que los dos últimos presidentes de
México están haciendo. Desde el punto de vista histórico México es un
país que tiene 200 años a sus espaldas, antes de eso no existía. Lo que
hoy es México y un área muchísimo mayor, formó parte del virreinato de
Nueva España cuya historia se extiende por un periodo más largo, de casi
tres siglos. Antes de eso hubo una serie de culturas y civilizaciones
prehispánicas, algunas realmente avanzadas como la de los mexicas que no
iba más allá del valle central de México.
Respecto a España, la distancia que separa la monarquía católica con
aspiraciones universales de Carlos V es muy distinta al reino de España
actual, un Estado nación que surgió tras las guerras napoleónicas y que
se fue conformando durante el siglo XIX. En resumidas cuentas, que ni
Hernán Cortés era español en el sentido en el que lo entendemos ahora,
ni Cuauhtémoc, el último tlatoani mexica, era mexicano. Ha pasado
demasiado tiempo y han ocurrido demasiadas cosas entre medias como para
que traigamos al presente a estos personajes con intención de ponerlos a
hacer política en función de los intereses de los Gobiernos de nuestro
tiempo.
Fuente: La ContraHistoria
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