El viernes pasado se cumplieron 25 años del ascenso al poder de Hugo Chávez en Venezuela. El 2 de febrero de 1999 juró la Constitución de 1961, a la que calificó de moribunda y se comprometió cambiarla por otra. Dio comienzo así un proceso constituyente que culminaría meses más tarde con una nueva constitución que cambió la denominación oficial del país: dejó de ser la República de Venezuela para convertirse en la República Bolivariana de Venezuela. Entre medias hubo dos referéndums, ambos marcados por una elevada abstención. En el primero, celebrado en abril, se votó la apertura del proceso constituyente, pero sólo participó el 37% del electorado. El segundo tuvo lugar en diciembre y se convocó para aprobar el texto constitucional. La participación fue de tan sólo el 44%. La nueva Carta Magna entró en vigor cinco días después. En el año 2000 se celebraron de nuevo elecciones que Chávez ganó con un 59% de los votos. Ya podía gobernar a su antojo con una constitución hecha a su medida. Al presidente no le gustaba el control que ejercía sobre él la Asamblea Nacional, así que se decantó por leyes habilitantes que le permitían gobernar por decreto. Del año 2000 al 2012 gobernó gracias a leyes habilitantes un total de 1.620 días, es decir, cuatro años y medio, un tercio de todo el tiempo que permaneció en el poder. Habilitante tras habilitante puso en marcha la revolución bolivariana cuyo fundamento era el denominado “socialismo del siglo XXI”. En 2002 poco después de que despidiese en directo por televisión a toda la cúpula directiva de PDVSA el sindicato CTV y la patronal Fedecámaras convocaron un paro nacional. Una manifestación multitudinaria sitió el palacio de Miraflores lo que obligó a Chávez a dimitir. El caos se apoderó de Venezuela durante 48 horas, al término de las cuales Chávez retomó el cargo. De ahí en adelante la revolución se intensificó. Se decretaron expropiaciones masivas y se empezó a perseguir a los opositores. Pero en el extranjero, especialmente entre la izquierda occidental, era un dirigente popular. El alza en los precios del petróleo de la primera década del siglo le permitía gastar a manos llenas en planes sociales, dedicar grandes sumas a la propaganda del régimen y en intervenir activamente en otras partes de Hispanoamérica. La Cuba de los hermanos Castro había encontrado por fin un financiador, mejor incluso que los soviéticos ya que sobre la Venezuela bolivariana ejercía una notable influencia. Con la oposición dividida y desorganizada Chávez fue poco a poco transformando Venezuela en una autocracia con él convertido ya en un líder mesiánico. La realidad era muy distinta. El país se empobrecía a ojos vista. La extracción de petróleo descendió y las empresas estatalizadas eran ineficientes e improductivas. La corrupción, un mal que había prometido erradicar en la campaña de 1998, se extendió por todas las capas de un Estado que ya lo controlaba casi todo. Pero Chávez no era eterno, en 2013 un cáncer se lo llevó por delante. Su sucesor, Nicolás Maduro, heredó el cargo y terminó de transformar el régimen en una dictadura. De eso hace ya más de una década. El chavismo perpetuado por Maduro ha empobrecido el país hasta niveles nunca vistos. Más de ocho millones de venezolanos han huido en diferentes olas migratorias para establecerse en otros países de América o en Europa. La renta per cápita se ha derrumbado, los servicios y la infraestructura están devastados, la inflación ha devorado los ahorros de los venezolanos y la inversión es nula porque nadie quiere arriesgar un céntimo en un país en el que la seguridad jurídica no existe y el Estado de Derecho desapareció hace ya mucho tiempo. El régimen, que temió por su existencia hace unos años con la victoria de la oposición en las elecciones legislativas de 2015 y la elección de Juan Guaidó como presidente encargado, hoy se siente fuerte y mira al futuro con optimismo gracias al férreo control que ejerce sobre la empobrecida sociedad venezolana, y al apoyo que recibe de Gobiernos amigos como el de Putin en Rusia o el Irán de los ayatolás. Pues bien, para hablar de estos 25 años de revolución bolivariana nos acompaña por primera vez en La ContraCrónica Begoña Villacís, quien no necesita mucha presentación y que durante sus años en el ayuntamiento de Madrid hizo todo lo que estuvo en su mano para apoyar a los movimientos que luchan por recuperar la democracia en Venezuela.
Fuente: Fernando Díaz Villanueva
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