Si hoy nos dicen Terra Australis pensamos en Australia, una isla-continente que forma el mayor país del hemisferio sur y uno de los más extensos del mundo, pero durante siglos no fue así. Mucho antes del descubrimiento y colonización de Australia por parte de los europeos, la Terra Australis era simplemente una hipótesis. Nadie había navegado hasta tan al sur, pero si en el hemisferio norte había una cantidad tan grande de tierras emergidas las leyes de la simetría invitaban a pensar que sucedería lo mismo en el hemisferio sur. La tierra quedaba de este modo “equilibrada”.
El problema que tenían es que no podían saber a ciencia cierta que ese continente austral estaba ahí, tampoco conocían su ubicación exacta ni su tamaño, aunque, eso sí, lo presumían gigantesco porque tenía que compensar toda la masa continental euroasiática, buena parte de África y la mitad de América una vez se hubo descubierto ese continente a finales del siglo XV. Los geógrafos de la antigüedad y de la edad media se limitaron a enunciar su posible existencia, de ahí no pasaron porque en el mundo antiguo internarse en el océano más allá del estrecho de Gibraltar era ya algo impensable. Con la llegada de la era de los descubrimientos la vieja idea de la Terra Australis renació con mucha fuerza. Los portugueses primero y los españoles después empezaron a navegar hacia el sur, atravesaron el Ecuador y trazaron rutas que cruzaban los tres grandes océanos.
El descubrimiento de la llamada Terra Australis se consideraba una cuestión de tiempo, de peinar el océano una y otra vez hasta dar con sus costas. Sin siquiera ser descubierta, los cartógrafos europeos comenzaron a dibujar sus límites en los mapas y a ponerle nombres como Terra Australis Incognita o, mejor aún y como estaban tan seguros de que iban a dar con ella, Terra Australis Nondum Cognita (tierra austral aún no conocida). A finales del siglo XVIII, ya con prácticamente todos los océanos cartografiados se abandonó su búsqueda. Simplemente la Terra Australis no existía, el planeta estaba desequilibrado, al menos en lo que a tierras emergidas se refiere. Décadas más tarde los británicos decidieron rebautizar la colonia de Nueva Holanda como Australia en homenaje a esa Terra Australis que tanta tinta había hecho correr y tantas singladuras infructuosas había provocado. Australia estaba formada por una gran isla avistada por primera vez por los españoles en el siglo XVI y que posteriormente los holandeses habían cartografiado con más detenimiento. En eso y en unas islas de menor tamaño que atienden al nombre de Tasmania y Nueva Zelanda se quedó la Terra Australis. Hoy forman, junto a una miríada de islotes en el Pacífico, el quinto continente, Oceanía, el más pequeño y menos poblado del mundo.
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