En fechas recientes, en el debate actual acerca de cómo derrotar el coronavirus, los expertos han tomado como referencia el “modelo de queso suizo” para luchar contra la pandemia.
Es bastante fácil entender la metáfora: varias capas de protección, imaginadas como rebanadas de queso, que impiden la propagación del nuevo coronavirus, SARS-Cov-2, el virus causante de la COVID-19. Ninguna capa es perfecta; cada una tiene agujeros y cuando estos se alinean, aumenta el riesgo de contagio. Pero la combinación de varias capas —distanciamiento social, cubrebocas, lavado de manos, pruebas y rastreo de contactos, ventilación, mensajes del gobierno— disminuye de manera importante el riesgo total. La vacunación añadirá otra capa de protección.
“Con bastante rapidez se puede crear una barrera impenetrable, y en realidad podemos aminorar la transmisión del virus”, señaló Julie Gerberding, vicepresidenta ejecutiva y directora de atención a los pacientes en Merck, quien recientemente se refirió al modelo del queso suizo cuando participó en un evento virtual de recaudación de fondos para MoMath, el Museo Nacional de Matemáticas en Manhattan.
“Pero se requieren todas estas cosas, no solo una”, añadió. Creo que eso es lo que a nuestra población le cuesta entender. Queremos creer que llegará el día mágico en que de pronto estarán disponibles 300 millones de dosis de una vacuna, que podremos regresar a trabajar y que todo regresará a la normalidad. Eso de ninguna manera sucederá pronto”.
En un correo electrónico posterior, Gerberding, médica, afirmó que, más bien, es probable que haya “una mejora gradual en la protección, primero en los grupos más necesitados, y luego poco a poco en el resto de nosotros”. Señaló que hasta que las vacunas estén disponibles y se apliquen de manera generalizada “tendremos que seguir usando cubrebocas y otras medidas de sentido común para protegernos a nosotros mismos y a los demás”.
En octubre, Bill Hanage, epidemiólogo de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de la Universidad Harvard, retuiteó una infografía que representaba el modelo del queso suizo y señaló que incluía “cosas que son de responsabilidad personal *y* colectiva; hay que estar atentos con el ‘ratón de la desinformación’ que mordisquea afanosamente y hace nuevos agujeros por los que entra el virus”.
“Uno de los primeros principios de la respuesta a la pandemia es, o debería ser, ofrecer mensajes claros y congruentes de fuentes confiables”, comentó Hanage en un correo electrónico. “Por desgracia, se ha puesto en duda la independencia de las autoridades oficiales, como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés), y se tiene que restablecer la confianza como medida urgente”, añadió, en referencia a los CDC. Señaló que una infografía llamativa constituye un mensaje poderoso, pero que a fin de cuentas necesita un respaldo de más alto nivel.
El concepto del queso suizo fue propuesto por James Reason, un psicólogo cognitivo y ahora profesor emérito de la Universidad de Manchester, Inglaterra, en su libro de 1990 Human Error. Una sucesión de desastres —que incluyen la explosión del transbordador espacial Challenger, y los accidentes de Bhopal y Chernóbil— motivaron este concepto, mismo que se llegó a conocer como “el modelo del queso suizo de los accidentes”, donde los agujeros de las rebanadas del queso representan los errores que se acumulan y originan sucesos adversos.
Los analistas de seguridad en distintas industrias, entre ellas la médica y la de aviación, han utilizado ampliamente el modelo durante muchos años. (Reason no le puso la etiqueta de “queso suizo”, esa se le atribuye a Rob Lee, un experto de seguridad aérea australiano en los años noventa). El modelo se hizo famoso pero no fue aceptado sin críticas, el mismo Reason notó que tenía limitantes y que se trataba de una herramienta genérica o guía. En 2004, en un taller sobre un accidente de aviación ocurrido dos años antes en Überlingen, Alemania, dio una charla titulada “Überlingen: ¿ya expiró el queso suizo?”.
En 2006, una revisión del modelo publicada por el Centro Experimental Eurocontrol relató que Reason, al escribir el capítulo del libro “Errores latentes y desastres de sistema”, en donde aparece una primera versión del modelo, se guió por dos ideas: la metáfora médica o biológica de los patógenos y el papel central de las defensas, barreras y salvaguardas (análogas al sistema autoinmune del cuerpo)”.
La metáfora del queso ahora se aplica muy bien a la pandemia del coronavirus. Ian Mackay, virólogo de la Universidad de Queensland, en Brisbane, Australia, vio una versión reducida en Twitter, pero pensó que podría funcionar con más rebanadas, con más información. Mackay y sus colaboradores crearon “El Modelo del Queso Suizo Contra la Pandemia” y recurrieron a su comunidad en Twitter pidiendo comentarios y realizando varias versiones de la visualización. “¡La participación de la comunidad es muy alta!”, señaló. Ahora, la infografía ha sido traducida a más de dos docenas de idiomas y ha circulado ampliamente.
“Este enfoque multicapa para reducir el riesgo se utiliza en muchas industrias, en especial en aquellas donde los fallos pueden ser catastróficos”, dijo Mackay por correo electrónico. “La muerte es catastrófica para las familias y los seres queridos así que pensé que el enfoque del profesor Reason encajaba muy bien durante la circulación de un virus respiratorio nuevo, ocasionalmente oculto, a veces severo y en ocasiones mortal”.
A continuación, presentamos una versión editada de una conversación reciente por correo electrónico con Mackay.
P. ¿Qué expone el modelo del queso suizo?
R. La verdadera importancia de esta infografía —y del método de James Reason para considerar la falibilidad del ser humano— es que en realidad no se trata de una sola capa de protección ni del orden de las capas, sino del éxito añadido al usar varias capas, o rebanadas de queso. Cada capa tiene agujeros o defectos y su número, tamaño y ubicación pueden variar dependiendo de cómo nos comportemos con respecto a cada medida.
Digamos que los cubrebocas son un ejemplo de una capa. Cualquier cubrebocas reducirá el riesgo de que, sin saberlo, contagiemos a quienes nos rodean, o de que inhalemos la cantidad suficiente de virus como para infectarnos. Pero será menos eficaz para protegernos a nosotros y a los demás si este no se ajusta bien, si lo usamos debajo de la nariz, si consta de un solo pedazo de tela, si la tela es holgada, si tiene una válvula sin filtro, si no se desecha de manera adecuada, si no se lava o si no nos lavamos las manos después de tocarlo. Cada una de estas cosas es un ejemplo de un agujero. Y eso es una sola capa.
Para estar lo más seguros que podamos y mantener seguras a las personas que nos rodean, es importante usar más rebanadas para evitar que esos agujeros inestables se alineen y dejen pasar el virus.
P. ¿Qué hemos aprendido desde marzo?
R. La distancia es la medida más eficaz; el virus no tiene patas, así que, si nos distanciamos físicamente de los demás, evitamos el contacto directo y las gotículas. También debemos considerar los espacios cerrados, que son muy importantes sobre todo durante el invierno o durante el verano en países cálidos: autobuses, gimnasios, oficinas, bares o restaurantes. Porque sabemos que el SARS-Cov-2 puede seguir siendo contagioso en los aerosoles (gotículas que flotan) y que la circulación de aerosoles explica los eventos superpropagadores de COVID-19. Intenta no estar en esos espacios con otras personas, pero si no hay opción, reduce al mínimo el tiempo que pasas ahí (si puedes, trabaja en casa) y usa cubrebocas. No salgas a comprar víveres con tanta frecuencia. Abstente de acudir a fiestas o reuniones. Después podrás hacerlo.
Casi no se habla de la protección a los ojos pero deberíamos, porque no sabemos suficiente sobre el papel que tienen los ojos en la transmisión del virus. Sí sabemos que los ojos son u na ventana hacia el tracto respiratorio superior.
P. ¿En dónde encaja el “ratón de la desinformación”?
R. El ratón de la desinformación puede roer cualquiera de esas capas. Las personas que no están seguras de alguna medida pueden vacilar si escuchan una voz ruidosa que suena confiable y afirma que una capa en especial no es eficaz. Por lo general, esa voz no es de ningún experto en el tema. Encontraremos información confiable si acudimos a los expertos (casi siempre a las autoridades locales de salud pública o la Organización Mundial de la Salud).
La eficacia de algo no tiene que ser perfecta para disminuir tu riesgo y el de los que te rodean. Tenemos que recordar que todos formamos parte de una sociedad y que, si todos hacemos lo que nos corresponde, podemos mantenernos más seguros a todos, lo cual también nos beneficia.
Les doy otro ejemplo: antes de cruzar una calle, miramos hacia ambos lados. Esto reduce el riesgo que corremos de ser atropellados por un auto, pero no lo elimina. De todas maneras, de la nada puede salir un auto a gran velocidad. Pero si también cruzamos con el semáforo y seguimos mirando mientras caminamos y no vemos nuestro teléfono, reducimos de manera drástica el riesgo de ser atropellados.
Ya estamos acostumbrados a hacer eso. Cuando escuchamos a las personas ruidosas que no son expertas y que no tienen experiencia en proteger nuestra salud y seguridad, les estamos permitiendo tener un impacto en nuestra vida. No es un riesgo que debamos correr. Solo tenemos que acostumbrarnos a estas nuevas medidas de reducción de riesgos para la nueva amenaza que enfrentamos hoy en día: una pandemia de un virus respiratorio en vez de un auto.
P. ¿Cuál es nuestra responsabilidad como individuos?
R. Todos tenemos que hacer lo que nos corresponde, por ejemplo, distanciarnos de los demás, usar cubrebocas cuando no podemos mantener la distancia, pensar en nuestro entorno. Pero también podemos esperar que nuestros dirigentes trabajen para crear las condiciones que nos mantengan a salvo, como legislar la renovación del aire dentro de espacios públicos, crear centros de cuarentena y aislamiento, comunicarse específicamente con nosotros (no solo comunicar), restringir los viajes fuera de las fronteras, impulsarnos a seguir revisando nuestra salud y proporcionar apoyo financiero y de salud mental a quienes sufren o a quienes no reciben paga mientras están en cuarentena.
P. ¿Cómo podemos hacer que el modelo se consolide?
R. Todos usamos estos métodos en la vida cotidiana. Pero en esta pandemia, parece que todo es nuevo y representa mucho trabajo adicional… porque todo es nuevo. Sin embargo, finalmente solo estamos adoptando nuevos hábitos, como navegar por el sistema operativo de nuestro teléfono más reciente o aprender a jugar ese nuevo videojuego que recibí en mi cumpleaños. Quizás tardemos algún tiempo en transmitir todo esto, pero vale la pena. Al trabajar juntos para disminuir el riesgo de contagio, podemos salvar vidas y mejorar la salud.
También, como beneficio adicional, el método de reducción de riesgos de capas múltiples puede incluso disminuir la cantidad de veces que nos enfermamos de gripe o de bronquitis. Además, en ocasiones las rebanadas son parte de una orden; también es importante que acatemos esas reglas y hagamos lo que los expertos creen que debemos hacer. Ellos están ahí para velar por nuestra salud.
Fuente: https://www.nytimes.com
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