Imagina
una especie que ha vivido en un mundo de olores y no pone mucha
atención a cómo se ven las cosas. ¿Qué usarían los miembros de esa
especie como espejo? ¿Acaso querrían un espejo?
Por
supuesto, estamos hablando de los perros, quienes por lo general no
parecen entender los espejos que usamos los humanos. A veces los
ignoran. A menudo ladran como si el perro que ven en el espejo fuera un
extraño. Los
científicos usan espejos para descubrir si los animales se reconocen a
sí mismos, para ver si tienen algún sentido del yo. A los chimpancés les
va muy bien en la que se conoce como la prueba del espejo.
Un
chimpancé se dará cuenta de que tiene una marca en el rostro y tal vez
use el espejo para ayudarse a quitarla. Quizá use el espejo para
examinar partes de su cuerpo que normalmente no puede ver, como el
interior de la boca. Los investigadores han descubierto que los
delfines, un elefante y una urraca también pasaron esta prueba.
Los perros no, y eso nos ha hecho preguntarnos si los canes podrían reconocerse si hay otro sentido en juego. Alexandra
Horowitz, psicóloga del Barnard College que estudia el comportamiento
de los perros y ha escrito varios libros al respecto, decidió dar a los
perros la posibilidad de demostrar que se reconocen a sí mismos a través
del olfato. En un estudio reciente concluye que sí reconocen el olor de
su propia orina.
Aunque
a algunos investigadores el estudio les parece interesante, el primer
científico en desarrollar la prueba de la marca en el espejo no cree que
haya evidencias para sustentar la conclusión de la psicóloga. A pesar
de ello, la sola idea de un espejo de olor nos hace reflexionar (¿u
oler?).
“Siempre
había jugado con la idea de que debería haber un espejo olfativo”,
mencionó Horowitz, reconociendo que “podría ser espantoso para los
humanos”.
Marc
Bekoff, biólogo y especialista en comportamiento animal de la
Universidad de Colorado, en Boulder, rompió el hielo —o más bien la
nieve— con este tipo de investigación hace unos veinte años, con el que
hoy se conoce como el estudio de la “nieve amarilla”.
Descubrió
que su perro, Jethro, reconocía su propio aroma. La evidencia fue que
Jethro se interesaba más por la nieve marcada con orina de otro perro
que la marcada con la suya, incluso si alguien, el mismo Bekoff, la
había movido a escondidas.
La
investigación tenía su propio lado negativo. “La gente que me veía
mover la nieve amarilla de un lado para otro pensó que era extraño, y
alguien escribió una carta al editor del periódico local” en la que
preguntaba qué estaba haciendo, comentó Bekoff en un correo electrónico.
Horowitz
llevó el estudio un poco más allá, al agregar algo así como una marca
en la cara de una chimpancé: colocó platos con distintos olores. Usó
la orina del perro, la orina de un perro desconocido y la orina del
perro junto con otro aroma. Y, en algunas pruebas de control, no puso
orina, solo el aroma añadido que resultaba extraño.
Puso
a prueba a 36 perros mascota para ver cuánto tiempo pasaban en cada uno
de los distintos olores. En muchas pruebas de comportamiento, el tiempo
que se invierte en un olor o en ver algo se toma como evidencia del
interés. Como ella reportó en Behavioral Processes, los perros se vieron menos interesados en su propia orina, algo interesados en la orina de otro perro y muy interesados en su propia orina alternada.
Lo
que esto significa, desde luego, está abierto a debate. En opinión de
la autora del estudio esto demuestra que los perros reconocen su propio
aroma y que les parece menos interesante salvo que se haya alterado. “No
me parece que es precisamente paralela a la prueba de la marca en el
espejo”, explicó Horowitz. En una prueba de olor, no se puede “usar el
espejo para componer la imagen de cómo crees que deberías verte”.
Sin
embargo, dijo, su prueba y la prueba del espejo “demuestran en conjunto
que hay esta investigación sensorial selectiva de algo que proviene de
ti, pero que cambió”. El
científico que desarrolló la prueba de la marca en el espejo, Gordon
Gallup, está en desacuerdo. “No me parece que los resultados sustenten
las conclusiones”, dijo. Para él, la conciencia de uno mismo evaluada en
la prueba de la marca en el espejo es “la capacidad de convertirse en
objeto de nuestra atención”. Si
se presenta un olor familiar y una versión modificada de ese mismo
olor, explicó, eso aumentará la atención del perro. Lo mismo ocurre
cuando a un perro se le presenta el olor del propietario que vive en la
misma casa.
Una
prueba definitiva necesitaría tener un componente en el que el animal
identifique la fuente y se remita a ella, tal como los chimpancés
señalan la marca en sus propios rostros. Gallup
también pone en duda las pruebas en los delfines. Se retuercen para ver
una marca en sus cuerpos, pero no pueden señalarla como los chimpancés,
otros simios o los niños. Laurie
Santos, directora del Centro de Cognición Canina en Yale, opinó que el
estudio era “una innovación realmente importante”. Dijo que, al usar la
prueba del espejo basada en el olor, Horowitz “pudo observar las
capacidades cognitivas que no sabíamos que tenían los perros”.
Dado
que la prueba del espejo depende de la capacidad visual, muchos
investigadores, incluido Gallup, se han interesado en extender la prueba
a otros sentidos.
Frans
de Waal, primatólogo de la Universidad Emory, dijo en un correo
electrónico que “necesitamos ir más allá de la prueba de la marca en el
espejo como única fuente de información. Mi opinión es que todos los
animales tienen algún nivel de conciencia en sí mismos, que es
necesario, y que la prueba de la marca en el espejo es un tipo especial,
tal vez extraordinario, de prueba, pero necesitamos más formas de hacer
pruebas”. Horowitz
planea hacer más pruebas, incluido el uso del aroma de perros conocidos
y modificaciones de ese aroma. Las metodologías pueden variar, pero una
cosa es probable: habrá orina.
Fuente: https://www.nytimes.com
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