El mítico faro de Alejandría. La ciudad, fundada por Alejandro Magno,
fue uno de los centros desde donde se irradiaron los cultos gnósticos.
Algunas religiones tienen la belleza de dramas fantásticos, como señaló Borges. El gnosticismo se enfrentó al cristianismo primitivo y propuso una mitología que aún nos asombra.
Es propio de las religiones dar una explicación de la existencia del
mal; lo asombroso de la religión gnóstica es que, en su caso, esa
explicación trastorna profundamente nuestra percepción del universo: el
mal existe, afirma, porque el mundo no ha sido creado por Dios, sino por
un demonio. Corría el siglo II de nuestra era y, a falta de fútbol, los
hinchas hacían verdaderas barras bravas teológicas. Iglesias, sectas,
herejías florecían y se enfrentaban en el Mediterráneo, y uno de sus
centros era Alejandría, la antigua ciudad de las experiencias sensuales.
Allí predicó Basílides que el verdadero dios era innombrable y no tenía
ningún vínculo con este mundo; era el Dios Extraño. Otros patriarcas de
este culto fueron Valentino y Simón el Mago.
Esta divinidad inmóvil reposa en el pleroma, una dimensión desconocida, y
de ella emanaron dioses menores, que también produjeron otros dioses,
cada vez más débiles. Entre ellos se encuentran Logos y Sofía
(Sabiduría). Esta comete un error que permite el nacimiento del último
de ellos y el menos divino: un demonio perverso llamado el Demiurgo, el
Jehová hebreo, que ha creado el mundo donde vivimos y a los humanos. Su
ignorancia es grande y culpable. El Demiurgo no puede acceder al pleroma
y ni siquiera sabe que existe. Los ángeles que sirven a Jehová son
malignos y gobiernan siete mundos que encierran el nuestro.
—El destino del cuerpo—
¿Qué es entonces el ser humano para
los gnósticos? Como todo lo material, el cuerpo es despreciable mientras
que el alma debe ser salvada, y en este dualismo están el platonismo y
el pitagorismo. La misión del hombre es liberar su espíritu de esa
materia vil y ascender a través de los muchos cielos hasta llegar al
pleroma del Dios Extraño. Este, compadecido de la humanidad, envía a
Logos, también conocido como Cristo, para que traiga a la tierra el
mensaje. Cristo le entrega la manzana a Eva y así inicia la gran
rebelión contra Jehová. Los mitos gnósticos mezclan la tradición hebrea
con la griega: Caín, por ejemplo, es uno de sus héroes y lucha contra el
Demiurgo porque, como un nuevo Edipo, desea a su madre. Otras
corrientes atribuyen un destino sagrado a Helena de Troya.
El gnosticismo es una religión que busca la salvación de sus adeptos mediante el conocimiento (gnosis, en griego) de un saber secreto que permite al alma del iniciado ascender al pleroma. Dicho viaje después de la muerte hace que el adepto atraviese varios mundos (su número difiere según las sectas) y en cada uno se verá amenazado por el demonio que lo rige; solo su conocimiento de los nombres mágicos le permitirá vencer esa amenaza. Pero también es una religión fatalista y discriminatoria. Tres tipos de humanos existen: aquellos que poseen un alma superior; los que han nacido con un alma inferior; los que son pura materia y están condenados desde siempre.
El gnosticismo es una religión que busca la salvación de sus adeptos mediante el conocimiento (gnosis, en griego) de un saber secreto que permite al alma del iniciado ascender al pleroma. Dicho viaje después de la muerte hace que el adepto atraviese varios mundos (su número difiere según las sectas) y en cada uno se verá amenazado por el demonio que lo rige; solo su conocimiento de los nombres mágicos le permitirá vencer esa amenaza. Pero también es una religión fatalista y discriminatoria. Tres tipos de humanos existen: aquellos que poseen un alma superior; los que han nacido con un alma inferior; los que son pura materia y están condenados desde siempre.
La nueva
religión se enfrentó al judaísmo y al cristianismo, y compitió por la
hegemonía en una guerra que se libró desde varios frentes. Esto nos
permite comprender mejor varios pasajes del Nuevo Testamento que fueron
escritos para competir con los seguidores del Dios Extraño. Antonio
García Romero nos recuerda que san Pablo (Efesios, 3:17) opone el
conocimiento (gnosis) al amor y promete a sus seguidores el pleroma de
Dios. Análogamente, san Juan (1:14) dice que la Palabra (Logos) se hizo
carne y habitó entre nosotros, para refutar el dogma gnóstico según el
cual Cristo nunca tuvo un cuerpo material y los romanos crucificaron un
espejismo. Por su parte, los hinchas cristianos que asesinaron a la
neoplatónica Hypatia no fueron más blandos con estos enemigos, a quienes
consideraban herejes.
—Hijos de Caín—
Fueron
varios los profetas gnósticos y varias son las formas de vivir su
doctrina. Los flebonitas, por ejemplo, se entregaban a orgías intensas,
pues el cuerpo y su destino no afectan al alma. Los cainitas provocaban
revoluciones. Los ofitas adoraban a la serpiente. Puede parecer
increíble, pero lo cierto es que en Asia Menor la religión del Dios
Extraño (que algunos llaman Abraxas) pudo haber derrotado al
cristianismo. Se expandió por Egipto, Grecia, Persia y aun la China. Hoy
solo sobrevive una de las sectas originales: los mandeístas, en Iraq, y
su número no pasa de siete mil.
En el siglo XIX
hubo un resurgimiento de su simbología y se puede reconocer su
impronta, por ejemplo, en Herman Melville, autor de Fragmentos de un
poema gnóstico perdido. Moby Dick registra la malignidad de una
naturaleza nada romántica y la crítica ha visto encubiertas
declaraciones de ateísmo o de alguna herejía gnóstica. Y lo mismo ocurre
con la poesía infernal de Rimbaud y la mística de William Blake. En el
siglo XX, Herman Hesse puso en boca de Demian algunos dogmas del Dios
Extraño y también se ha reconocido esa antigua cosmovisión en autores
tan diversos como Kafka y William Butler Yeats. Los mundos posibles de
la ciencia ficción no son ajenos a estas mitologías: Philip K. Dick, en
la Trilogía de VALIS, y William Gibson, en Neuromante, son prueba de
ello.
Por mucho
tiempo, la única fuente para acceder a las doctrinas gnósticas fue la
obra del cristiano Ireneo de Lyon, quien las expone para escarnecerlas.
Solo en 1945 se encontraron los papiros de Nag Hammadi (Egipto),
escritos en lengua copta y la voz de los antiguos profetas resucitó.
Carl Gustav Jung aplicó su versión del psicoanálisis a la interpretación
de esta mitología y dedicó mucho tiempo a su estudio. En 1954 apareció
el importante libro de Hans Jonas sobre el gnosticismo y resurgió el
interés de la academia; sin embargo, ya en 1932 Jorge Luis Borges había
dedicado al tema su hermoso ensayo “Vindicación del falso Basílides”.
Fuente: https://elcomercio.pe
Por: Camilo Torres
16.04.2019 / 10:41 am
16.04.2019 / 10:41 am
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