lunes, 24 de julio de 2017

P. Adolfo Franco, SJ: comentario para el domingo 23 de julio


DOMINGO XVI del Tiempo Ordinario
Mateo 13, 24-43

Parábola del trigo y la cizaña

24 Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo;
25 pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.
26 Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña.
27 Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?
28 El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?
29 El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.
30 Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.

Parábola de la semilla de mostaza

31 Otra parábola les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo;
32 el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas.
Parábola de la levadura
33 Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado.

El uso que Jesús hace de las parábolas

34 Todo esto habló Jesús por parábolas a la gente, y sin parábolas no les hablaba;
35 para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo:
   Abriré en parábolas mi boca;
   Declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo.

Jesús explica la parábola de la cizaña

36 Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo.
37 Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre.
38 El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo.
39 El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles.
40 De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo.
41 Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad,
42 y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
43 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga. 


Todo este capítulo de San Mateo recoge parábolas de Cristo sobre el Reino de los Cielos. El domingo pasado leíamos la parábola del sembrador; ahora tenemos la de la cizaña, la del grano de mostaza y la de la levadura.

En general en las parábolas se pone al descubierto la reflexión que Jesucristo hace sobre las actividades humanas, sobre el mundo y sus acontecimientos. Y nos hace ver cómo todos estos hechos contienen señales del Reino de los cielos: la semilla, el pescador, el buscador de tesoros, el banquete, las bodas... y tantos otros sucesos de la vida ordinaria que recogen las parábolas, encierran mensajes; el mundo y sus acontecimientos están llenos de señales, para quien sabe leerlas.

Entre todas las parábolas nos van dando la visión que Cristo mismo tiene sobre el Reino de los Cielos que El viene a instaurar: son su enseñanza sobre la vida humana, sobre la salvación, sobre los valores.

En esta parábola de la cizaña Jesús afirma la existencia simultánea del bien y del mal, en el mundo, en el campo de la Iglesia, en cada hombre. Y por otra parte se afirma claramente que Dios sólo ha sembrado buena semilla (lo cual es obvio), y de alguna forma se insinúa el problema del mal en el mundo. Pero sin entrar en este complejo tema, sí es notable la afirmación de que en el mismo campo donde Dios siembra la buena semilla, el "enemigo" ha sembrado la cizaña.

Todo ser humano tiene en su corazón buena semilla y cizaña; en el mundo hay buenos y malos, en la parte humana de la Iglesia misma se mezcla la buena semilla y la cizaña. Y esto no es una simple constatación un poco escéptica, como para encogerse de hombros, y para no reaccionar ante el mal. Es una máxima que encierra mucha sabiduría: en lo humano no hay el bien en estado puro, y no hay el mal en estado puro. A veces tenemos la tentación de dividir el mundo entre los buenos y los malos. La radicalidad de los conceptos y de los enjuiciamientos no corresponde a esta realidad de que el trigo y la cizaña están mezclados. Nadie y nada en este mundo es totalmente trigo o totalmente cizaña, nadie es completamente puro o completamente perverso. Incluso en las doctrinas más desviadas se puede encontrar algún mensaje aceptable.

Muchas veces los cristianos hemos juzgado otras doctrinas como completamente falsas y en cambio el Concilio Vaticano II, incluso al hablar de las religiones no cristianas, admite en ellas aspectos importantes de verdad. Claro que esto no nos debe apartar de la rectitud de doctrina que nos enseña la Iglesia; pero sí debe alertarnos ante condenas demasiado tajantes y apresuradas que a veces hacemos ante opiniones ajenas. Y mucho más valdría este cuidado ante otro tipo de cosas más opinables.

Y esta parábola además nos alerta contra nuestras prisas por solucionar todo pronto y de una manera contundente. Dios tiene mucha paciencia, y no va con la hoz, ni con la espada a cortar todo brote de la mala semilla; hay que esperar la hora de Dios. El apresuramiento con que quisiéramos extirpar todo el mal del mundo, es una actitud demasiado humana y poco divina. Tenemos soluciones a veces demasiado drásticas para eliminar el mal, porque nos gustaría que todo se solucionara al momento. Incluso con nosotros mismos no tenemos paciencia con nuestras limitaciones y quisiéramos cortarlas de raíz en un instante. Quisiéramos no tener sombras. Dios nos dice que somos campos donde hay un poco de todo, y nos dice que tengamos paciencia.

Es un mensaje importante para nuestras vidas: tener tolerancia con los demás  y tenernos paciencia a nosotros mismos.

Pero también en esta parábola podemos reflexionar aunque sea muy brevemente sobre el mundo creado por Dios, tan bello y tan puro (semilla buena), y la contaminación (cizaña mala) que los hombres hemos sembrado por buscar un peligroso "progreso". Dios crea un mar transparente y lo estamos llenado de residuos tóxicos. Dios creó el cielo y el aire que respiramos y estamos abriendo una brecha en la capa del ozono, y además no paramos de llenar el aire de sustancias que nos caen en forma de lluvia ácida. Dios creó las selvas para que sirvieran de pulmones al planeta, y nosotros estamos destruyendo esos pulmones. ¡Qué verdad es que Dios pone buena semilla en el campo, y el enemigo lo llena de cizaña!


Adolfo Franco, SJ