sábado, 21 de noviembre de 2015

Poeta 313: Ivan Vazov


IVAN VAZOV 

(búlgaro: Иван Вазов) (Sopot, 27 de junio de 1850 - Sofía, 22 de septiembre de 1921) fue un poeta, novelista y dramaturgo búlgaro. Es considerado el poeta nacional de Bulgaria.  Nació en Sopot, en el centro de Bulgaria. Estudió primero en su ciudad natal, y posteriormente en Kalofer y Plovdiv. En 1870 se trasladó para seguir estudios de comercio a la ciudad de Olteniţa, en Rumania, donde se mantuvo próximo a los círculos de exiliados búlgaros que luchaban por la independencia de su patria. En Rumania conoció al poeta búlgaro Hristo Botev, líder ideológico del movimiento revolucionario. En 1872 publicó su primer poema, "Borat" ("El pino"), en la revista "Periodichesko spisanie" ("Revista periódica").

En 1874 se unió a la lucha por la liberación de Bulgaria. En 1875 regresó a Sopot, donde se convirtió en miembro del comité revolucionario local. Tras el fracaso del Levantamiento de abril de 1876, volvió a exiliarse en Rumania. Ese mismo año, Vazov publicó su primera obra, El estandarte y Gusla, seguida por Las tristezas de Bulgaria, en 1877.

En 1878, tras la proclamación de la independencia de Bulgaria, Vazov regresó a su país, en el que desarrolló una intensa actividad política. Durante la dictadura de Stambolov se vio obligado a refugiarse en Odesa, donde compuso Bajo el yugo (Pod igoto), acerca del Levantamiento de abril, considerada la primera novela de la literatura búlgara. Regresó a su país en 1889 y fundó la revista Dermica ("Estrella matutina"), en la que colaboraron los más prometedores talentos de la nueva literatura. Regresó a la política activa, asumiendo el cargo de Ministro de Instrucción Pública. Tras dejar este cargo, se dedicó plenamente a la vida literaria. El Teatro Nacional de Bulgaria fue bautizado Teatro Nacional Ivan Vazov en homenaje a él.

SIGLO VEINTE

En la puerta del siglo nos hallamos,
el orbe va a su encuentro con vasos espumosos,
canciones y esperanzas: ¿será por fin el bálsamo?
        Quien se alarma tan sólo es el filósofo.

En nuevo siglo entramos, pero no en días nuevos:
penden irresolutos aún siniestros problemas,
gobiernan injusticias y males sempiternos
        y caóticas resuenan las cadenas.

El siglo transcurrido triste herencia
transmite al nuevo y así éste la recibe.
Las taras seculares por el remedio esperan...
       ¡Oh!    ¿También el presente lo consigue?

¿U otra vez chirriará el yugo universal,
la sinrazón omnímoda y la espada desnuda?
¡Y cuán sediento nuestro género humano está
       de justicia, de paz y de ventura!
                                  

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