Se reportó a su trabajo como lo venía haciendo todos los días a la misma hora desde que empezó. La tarea que le habían asignado le gustaba, trabajar libremente en la calle, en contacto con tantas personas y ver como su llegada causaba sorpresas y alegrías. Lo que no se había percatado, era el trasfondo real de su trabajo, y como él, muchos que realizan la misma labor en otras partes del mundo.
Hablemos de los repartidores o mensajeros, si ellos que llevan a domicilio los diferentes tipos de pedidos, ya sean comidas, medicinas, documentos, regalos, flores, etc. Su trabajo lo desarrollan en dos partes, la primera, visible la que realizan físicamente, lo que entregan. La segunda, la invisible, como influencian y afectan a las personas, cuando entregan lo que les han encomendado. Por ejemplo, al llevar las medicinas oportunamente, crean esperanza de vida. Crean ambientes de complicidad al entregar un ramo de flores del amigo que no solo desea serlo, son ellos los que en forma exclusiva ven la reacción de quien las recibe. Ellos saben de primera mano cómo fue la reacción, estoy seguro que los que enviaron las flores querrían saber lo que vieron, la primera reacción es la válida y da pie para el siguiente paso. Un repartidor de correspondencia, también es esperado, a veces, con ansias. Al que lleva las pizzas con hambre. "Que tengas un día con sabor a éxito y gusto por la vida" decia el mensajero cada vez a modo despedida al terminar su entrega, él no se daba cuenta que ya con su trabajo influía en las personas que contactaba por su trabajo y encima con su deseo al despedirse.
Como dijimos, no solo lleva o reparte lo que se espera de él, sino que lleva esperanza, satisfacciones, alegrías por lo que entrega. Aunque no lo sepa, i influye en la vida de las personas con las que interactúa, por ello, seamos como los repartidores, llevemos o seamos portadores de esperanza y alegría para quienes nos rodean.
A veces nos han pedido que oficiemos de intermediarios en algún conflicto o pelea de parejas y somos el mensajero entre ambas partes. En la antigüedad solían matar al mensajero por ser portador de malas noticias, usaban su cuerpo como respuesta, enviándolo de vuelta de esa manera. La valentía de ser mensajero es loable y hay que saber reconocerla. Por ello también seamos valientes en decir o lo que pensemos.
Tengo el honor de tener por amiga a Elga Reátegui, vive en Valencia, España y es peruana de nacimiento. Es una reconocida poeta, cuyas obras han sido traducidas a otros idiomas. Escribe un blog de entrevistas, llevar un blog es como ser un mensajero. Elga no entrega físicamente sus trabajos a domicilio sino que lo hace digitalmente. Su trabajo lo realiza desinteresadamente, promoviendo los trabajos de colegas escritores, su forma de pensar, en un ambiente de entrevistas muy personal y efectivo, a lo Elga. Silenciosa promotora, desinteresada de autores conocidos o por darse a conocer.
Elga Reátegui, obra como nuestra mensajera de literatura, no hay necesidad de llamarla por teléfono para hacer un pedido. Con frecuencia planificada, llegan sus correos con noticias de nuevas adiciones a su frecuentado blog y sus desinteresadas e interesantes contribuciones.
Aprendamos de Elga y su loable labor, contribuyendo a la difusión del arte literario por medio de su desinteresado empeño. Personas como ella hacen que trabajos de desconocidos lleguen a conocerse. Ella es una mensajera especial, nadie le ha dado ese trabajo, lo realiza proactivamente, resaltando así, de los demás.
Todos, de alguna forma u otro, consciente o inconscientemente, en este mundo, somos mensajeros o repartidores en los caminos que transitamos, cada uno de nosotros trasmite experiencias, conocimientos, alegrías, entusiasmo por la vida. Existen otros que se encargan de repartir negativismo, chismes, creando malestar a su alrededor. No saben distinguir entre lo bueno y malo, es decir, nunca se han detenido a comprenderse a sí mismos, ni el daño que hacen con su proceder, es como si no vivieran.
Convirtamos nuestras acciones para que nos recuerden positivamente y que perduren en el tiempo. Lo que hagamos o digamos tendrán reacciones en las personas que nos rodean, sobre todo los que nos tengan como referentes. Seamos ejemplo a recordar, hoy y siempre. Se el mensajero que todos esperan.
Hablemos de los repartidores o mensajeros, si ellos que llevan a domicilio los diferentes tipos de pedidos, ya sean comidas, medicinas, documentos, regalos, flores, etc. Su trabajo lo desarrollan en dos partes, la primera, visible la que realizan físicamente, lo que entregan. La segunda, la invisible, como influencian y afectan a las personas, cuando entregan lo que les han encomendado. Por ejemplo, al llevar las medicinas oportunamente, crean esperanza de vida. Crean ambientes de complicidad al entregar un ramo de flores del amigo que no solo desea serlo, son ellos los que en forma exclusiva ven la reacción de quien las recibe. Ellos saben de primera mano cómo fue la reacción, estoy seguro que los que enviaron las flores querrían saber lo que vieron, la primera reacción es la válida y da pie para el siguiente paso. Un repartidor de correspondencia, también es esperado, a veces, con ansias. Al que lleva las pizzas con hambre. "Que tengas un día con sabor a éxito y gusto por la vida" decia el mensajero cada vez a modo despedida al terminar su entrega, él no se daba cuenta que ya con su trabajo influía en las personas que contactaba por su trabajo y encima con su deseo al despedirse.
Como dijimos, no solo lleva o reparte lo que se espera de él, sino que lleva esperanza, satisfacciones, alegrías por lo que entrega. Aunque no lo sepa, i influye en la vida de las personas con las que interactúa, por ello, seamos como los repartidores, llevemos o seamos portadores de esperanza y alegría para quienes nos rodean.
A veces nos han pedido que oficiemos de intermediarios en algún conflicto o pelea de parejas y somos el mensajero entre ambas partes. En la antigüedad solían matar al mensajero por ser portador de malas noticias, usaban su cuerpo como respuesta, enviándolo de vuelta de esa manera. La valentía de ser mensajero es loable y hay que saber reconocerla. Por ello también seamos valientes en decir o lo que pensemos.
Tengo el honor de tener por amiga a Elga Reátegui, vive en Valencia, España y es peruana de nacimiento. Es una reconocida poeta, cuyas obras han sido traducidas a otros idiomas. Escribe un blog de entrevistas, llevar un blog es como ser un mensajero. Elga no entrega físicamente sus trabajos a domicilio sino que lo hace digitalmente. Su trabajo lo realiza desinteresadamente, promoviendo los trabajos de colegas escritores, su forma de pensar, en un ambiente de entrevistas muy personal y efectivo, a lo Elga. Silenciosa promotora, desinteresada de autores conocidos o por darse a conocer.
Elga Reátegui, obra como nuestra mensajera de literatura, no hay necesidad de llamarla por teléfono para hacer un pedido. Con frecuencia planificada, llegan sus correos con noticias de nuevas adiciones a su frecuentado blog y sus desinteresadas e interesantes contribuciones.
Aprendamos de Elga y su loable labor, contribuyendo a la difusión del arte literario por medio de su desinteresado empeño. Personas como ella hacen que trabajos de desconocidos lleguen a conocerse. Ella es una mensajera especial, nadie le ha dado ese trabajo, lo realiza proactivamente, resaltando así, de los demás.
Todos, de alguna forma u otro, consciente o inconscientemente, en este mundo, somos mensajeros o repartidores en los caminos que transitamos, cada uno de nosotros trasmite experiencias, conocimientos, alegrías, entusiasmo por la vida. Existen otros que se encargan de repartir negativismo, chismes, creando malestar a su alrededor. No saben distinguir entre lo bueno y malo, es decir, nunca se han detenido a comprenderse a sí mismos, ni el daño que hacen con su proceder, es como si no vivieran.
Convirtamos nuestras acciones para que nos recuerden positivamente y que perduren en el tiempo. Lo que hagamos o digamos tendrán reacciones en las personas que nos rodean, sobre todo los que nos tengan como referentes. Seamos ejemplo a recordar, hoy y siempre. Se el mensajero que todos esperan.
Antonio Tomasio. Autor de los libros Uno (Yo) y Mi hijo, mi maestro. Escríbe a atomasio@antoniotomasio.com con tus preguntas o sugerencias o visita la página www.antoniotomasio.com