En el verano de 1945 el imperio japonés se encontraba ante una situación
insostenible tras la derrota de Alemania, que durante toda la guerra
había sido su principal apoyo. Esto permitía a los aliados,
especialmente a EEUU, concentrar todos sus recursos en el Pacífico y
redoblar el esfuerzo para rendir a Japón. A pesar de que la fuerza aérea
aliada había realizado devastadores bombardeos con bombas
convencionales, como los de Tokio en el mes de marzo, el Gobierno
japonés, dominado por la facción más militarista del régimen imperial,
rechazaba la rendición incondicional que le exigía EEUU. Lo cierto es
que, aunque en el curso de la guerra Japón había perdido territorios, su
imperio aún abarcaba desde Manchuria hasta Indonesia. Incluía Corea,
partes de China, Indochina y muchas islas del Pacífico. Entretanto, la
Unión Soviética de Stalin permanecía neutral para evitar abrirse un
segundo frente.
En la conferencia de Potsdam, que se celebró entre julio y agosto de
1945, los aliados exigieron la rendición incondicional de Japón
advirtiendo a su Gobierno que, de no ser así, el país sería destruido.
En Japón ignoraron el ultimátum, lo que llevó al presidente de Estados
Unidos, en aquel entonces Harry Truman, a decidirse por el uso de la
bomba atómica que acababa de ser desarrollada en el Proyecto Manhattan.
De este proyecto, en origen concebido para Alemania, salieron dos bombas
a las que bautizaron "Little Boy" y "Fat Man”. Ambas estaban
operativas. En julio se realizó en el desierto de Nuevo México la prueba
Trinity que confirmó la viabilidad de "Fat Man”, una bomba de plutonio
algo más compleja que su hermana. La "Little Boy” era de uranio y no se
ensayó previamente porque el equipo científico estaba completamente
seguro que funcionaría.
La decisión de usar las bombas no fue unánime. Truman justificó su
empleo para evitar una invasión terrestre, la Operación Downfall, que
estimaban que costaría entre 250.000 y un millón de bajas aliadas. Los
números los calcularon tomando como referencia las numerosas bajas en la
batalla de Okinawa. Pero generales de alto rango como Dwight Eisenhower
y William Leahy se opusieron. Creían que Japón ya estaba derrotado por
el bloqueo naval y los bombardeos convencionales. Pero el lanzamiento
tenía también un propósito geopolítico, el de demostrar superioridad
tecnológica estadounidense ante la Unión Soviética.
Se escogieron los objetivos y, con todo listo, el 6 de agosto
"Little Boy" fue lanzada desde un avión B-29 llamado Enola Gay sobre
Hiroshima. Tres días más tarde y como Japón no se rendía, se lanzó"Fat
Man" sobre la ciudad de Nagasaki. Los ataques fueron devastadores.
Ocasionaron la muerte de entre 150.000 y 250.000 personas y ambas
ciudades quedaron completamente destruidas. Los supervivientes sufrieron
algo desconocido hasta entonces, el síndrome de irradiación aguda que
terminó provocando muchas más muertes y sufrimiento a cientos de miles
de personas durante años.
Pero las bombas consiguieron su objetivo. Eso y que los soviéticos
declararon la guerra a Japón el 8 de agosto. Una semana después, el 15
de agosto, el emperador Hirohito anunció públicamente que aceptaba la
declaración de Potsdam. Japón se rindió oficialmente el 2 de septiembre a
bordo del acorazado Missouri fondeado en la bahía de Tokio. La
rendición supuso el fin de la Segunda Guerra Mundial, dio comienzo a la
ocupación estadounidense de Japón y marcó el surgimiento de Estados
Unidos y la Unión Soviética como superpotencias.
Pese a que la guerra terminase con estas dos bombas atómicas, el
debate ético sobre si se debieron lanzar o no persiste hasta nuestros
días. Unos justifican los bombardeos como un mal necesario para evitar
una invasión muy costosa en vidas. Otros creen que fueron crímenes de
guerra inaceptables.
Fuente: La ContraHistoria
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