jueves, 23 de junio de 2022

Podcast La ContraHistoria: El gran concierto europeo

 

 

Entre 1814 y 1914 reinó la paz en Europa. No fue una paz completa ya que hubo algunos conflictos, pero fueron muy localizados y no alteraron el equilibrio de las grandes potencias que se había establecido en el Congreso de Viena, una gran cumbre internacional que puso fin a las guerras napoleónicas. El sistema se mantuvo al principio mediante congresos periódicos en los que se dirimían de forma pacífica las diferencias tratando de mantener siempre el equilibrio. Luego los congresos se abandonaron, pero no el espíritu que los impulsaba. No querían, en definitiva, que Europa volviese al desorden revolucionario y napoleónico, pero tampoco a los siglos en los que las grandes dinastías como los Borbón o los Habsburgo se habían repartido Europa a su antojo.

Mantener un sistema semejante en una Europa en plena ebullición política, económica y social fue todo un logro de las relaciones internacionales. En el siglo XIX Europa se terminó de adueñar del mundo mediante una expansión acelerada por los cinco continentes que había dado comienzo tres siglos antes con las primeras exploraciones de portugueses y castellanos. Junto a eso, la revolución industrial, surgida en Inglaterra a mediados del siglo XVIII, se extendió por todo el continente impulsando la economía y la demografía hacia arriba. Fue también un siglo convulso en el aspecto sociopolítico. Estallaron varias revoluciones y nacieron dos nuevas potencias, el imperio alemán y el reino de Italia, que, sin alterar del todo el equilibrio continental, lo pusieron a prueba en la década de 1870.

El gran concierto europeo nunca fue perfecto, pero funcionó más o menos bien durante un siglo. Colocó al frente de los destinos de Europa a cinco potencias: Austria, Francia, Prusia, Rusia y el Reino Unido. Ninguna de ellas podía sobresalir por encima de las demás y sus áreas de influencia estaban bien delimitadas. Pero los desafíos que se les presentaron fueron muchos, especialmente a partir del ecuador del siglo, cuando los movimientos nacionalistas que proliferaban por Europa terminaron provocando guerras de unificación que introdujeron nuevos actores.

Tras la unificación alemana, el canciller Otto von Bismarck trató de revivir el concierto europeo para que el recién nacido imperio pudiese consolidarse sin temor a la inestabilidad en el vecindario. Alemania era la sucesora del reino de Prusia, un país inmenso que crecía vigorosamente y que reclamaba su lugar bajo el sol entre las grandes potencias mundiales. El sistema de Viena se adaptó a la nueva realidad geopolítica y siguió funcionando bien durante otro medio siglo que sería testigo de la segunda revolución industrial y del predominio absoluto de Europa en todos los rincones del mundo. Aquella calma permitió que los Estados europeos creciesen económicamente y se expandiesen sin chocar entre ellos.

Pero había ya demasiados gallos en el corral. En la segunda década del siglo XX el concierto saltó por los aires. La Europa sudoriental era un polvorín. Las potencias se alinearon en dos alianzas militares enfrentadas entre sí que terminarían por declararse la guerra durante el verano de 1914 por un asunto en principio baladí, una chispa que incendió el continente y lo metió de cabeza en la primera guerra mundial. 

Fuente: La ContraHistoria   


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