domingo, 24 de octubre de 2021

Cita DCXXII: El negro y el ario que noquearon a Hitler

 

 
Louis, poco antes de su derrota ante Marciano

 

Este martes se cumplen 70 años de un combate de boxeo histórico. Del ocaso de un mito, Joe Louis, y el nacimiento de otro, Rocky Marciano. El italoestadounidense Rocco Francis Marchegiano, su verdadero nombre, atesora méritos de sobra para protagonizar cien reportajes como este, aunque hoy hablaremos de su rival de aquella velada del 26 de octubre de 1951 y de otro púgil de leyenda, el alemán Max Schmeling.

Quisieron convertirlos en enemigos. Pero Joe Louis (1914-1981), nieto de esclavos, y Max Schmeling (1905-2005), presentado a su pesar por el nazismo como prototipo ario, fueron amigos fuera del ring. Se quisieron, aunque se infligieron soberanas palizas. Primero el alemán al estadounidense, a quien derrotó en 1936 en el duodécimo asalto, y luego el estadounidense al alemán, del que se vengó en 1938: lo noqueó en el primer round.

En la segunda pelea, Joe Louis ya ostentaba el cetro mundial de los pesos pesados. Lo ganó un año antes ante Jimmy Braddock, un campeón improbable y por quien nadie apostaba, como revela su apodo: el Ceniciento o Cinderella Man (título de la película sobre su vida que protagonizó Russel Crowe y dirigió Ron Howard en el 2005). La relación entre Louis y Schmeling se cimentó cuando ya no eran estrellas rutilantes del Olimpo.

Se cimentó, sobre todo, a partir de la lacerante derrota de Louis, el Bombardero de Detroit, ante el extraterrestre Rocky Marciano (el único campeón de los pesados que se retiró invicto: 49 combates, 49 victoras, 43 por KO). Para comprender mejor aquel Louis-Marciano de hace 70 años hay que viajar un poco más atrás en la máquina del tiempo, hasta el 29 de marzo de 1940. Destino, el mítico Madison Square Garden de Nueva York…

En una esquina, el dios Joe Louis, de 25 años. En la otra, Johnny Paychek, de la misma edad, aunque ya parecía vencido y envejecido, una sensación acrecentada por su alopecia y su despejada coronilla. En el primer asalto besó la lona tres veces y le salvó la campana. En el segundo, derrota inapelable. Lo fulminó un derechazo (video de arriba). Avancemos ahora al 26 de octubre de 1951, de nuevo en el Madison Square Garden.

Los papeles se han invertido. Louis, de 37 años (nació en mayo), es el nuevo Paychek. De hecho, luce una coronilla tan calva como la suya de once años atrás. Se podría haber retirado como campeón en 1949 con un palmarés envidiable (66 victorias y solo una derrota, la de Max Schmeling), pero sus problemas fiscales le obligaron a seguir. Intentó reconquistar su título en 1950 y perdió. Y no será su última derrota ni la peor.

Nunca tendría que haberse medido contra Marciano, de 28 años, el futuro campeón de la categoría (título que ostentó desde 1952 hasta su retirada, invicto, en 1956). Pero estaba acuciado por las deudas y acosado por Hacienda. Había sido uno de los mejores de todos los tiempos (el ídolo de juventud del propio Marciano) y mantuvo su dominio en los pesos pesados durante 11 años y diez meses, de 1937 a 1949, un reinado aún no superado.

En una esquina, un boxeador vencido y envejecido. En la otra, el nuevo dios. Una estrella se apaga, otra deslumbra. Marciano le propinó un severo castigo y le obligó a doblar la rodilla en el octavo asalto, cuando el ídolo caído tuvo que escuchar la cuenta de protección. Louis logró levantarse con dificultad solo para sufrir la mayor humillación de un púgil (video de arriba). Un puñetazo lo sacó literalmente del cuadrilátero.

Pasó hace 70 años. Fue la peor retirada posible para uno de los más brillantes boxeadores de la historia, como dice Francisco Rodríguez Feu en una 'biblia', Los grandes campeones del mundo de los pesos pesados (El Cobre). Hubo dos personas a quien la derrota dolió casi tanto como al derrotado. Uno fue el propio Marciano, que rompió sin querer el espejo donde se miraba de joven. El otro, Max Schmeling, su amigo contra viento y marea.

Schmeling no abrazó el antisemitismo ni el nazismo. Hitler, que se fotografió con él, lo elogió tras su victoria sobre Louis y lo puso como ejemplo de superioridad racial. Su ario perfecto, sin embargo, tenía amigos judíos y salvó a dos, los hermanos Levin, durante la Noche de los Cristales Rotos. Su papel aquella jornada fue premiada años después por la fundación Raoul Wallenberg, que lucha contra el olvido del Holocausto.

Los dos amigos lucharon en bandos opuestos durante la Segunda Guerra Mundial. El alemán se lanzó en paracaídas sobre Creta y resultó herido, lo que acrecentó todavía más su fama en su país, aunque él jamás se afilió al partido nazi. El estadounidense no llegó a combatir y realizó innumerables combates benéficos a favor de la Marina y del Ejército del tío Sam. Su labor no fue tenida en cuenta luego por Hacienda.

Ambos fueron víctimas de prejuicios. Louis llamaba señor  a blancos que se dirigían a él como muchacho o moreno. De no haber sido alemán, Schmeling habría llegado más lejos. Y llegó lejísimos. Fue el primer campeón alemán de los pesados. Obtuvo el título en 1930 por descalificación del rival y lo perdió ante Jack Sharkey en 1932, a los puntos, en una controvertida decisión: el vencedor estaba más destrozado que el vencido

Tras su victoria de 1936 contra Louis en el Yankee Stadium de Nueva York, él debería haber disputado la pelea contra el Ceniciento Braddock, un combate que sin duda hubiera ganado y que le habría permitido hacer historia y recuperar su cinturón. Para su desgracia, en aquella época en Estados Unidos todos los alemanes eran considerados nazis y la Comisión de Boxeo hizo lo indecible para obstaculizar su disputa del trono mundial.

Tanto fue así que al final el aspirante elegido para el combate fue el derrotado Louis, cuando en teoría el papel le correspondía a su vencedor. Como era previsible, ganó el antiguo descendiente de esclavos, nacido en una cabaña algodonera de Alabama y criado en un suburbio de Detroit, de ahí lo de el Bombardero de Detroit. El sobrenombre hizo fortuna cuando un periodista escribió: “Sus puños bombardean a los rivales”.

Schmeling no le guardó rencor nunca a su rival, que le dio la revancha en 1938, en un combate presentado como una metáfora del enfrentamiento bélico entre Hitler y los aliados. El gran momento del alemán ya había pasado. Hasta entonces, Louis solo había perdido una vez en toda su carrera y fue contra él. En esta ocasión no se dejó sorprender y ganó a lo Mike Tyson, en el primer round. Luego la guerra separó sus caminos.

Tras la capitulación alemana, Schmeling, que tenía la Cruz de Hierro de segunda clase, estuvo encarcelado hasta que la Comisión de Desnazificación lo exoneró de toda culpa. Se retiró en 1948 (56 victorias, 39 por KO; diez derrotas y cuatro nulos). Fue preparador, seleccionador y empresario de éxito. Vivió toda su vida con su mujer, una actriz con la que rodó varias películas, y compró una franquicia de distribución de Coca-cola.

Louis fue un ejemplo de negro bueno y humilde, en las antípodas de lo que luego representaría el indómito y lenguaraz  Cassius Clay/Muhammad Ali. Millones de personas seguían la transmisión radiofónica de sus peleas. Hizo ganar dinero a espuertas a promotores y representantes. Generoso hasta la extenuación con familiares y amigos, puso en juego su título 25 veces (¡siete en un año!) y arrastró multitudes a los estadios.

Fue un fenómeno de masas. Se casó cuatro veces (dos con la misma mujer). Fracasó en todos sus negocios. Los problemas fiscales le obligaron a retrasar su retirada o a prostituirse en exhibiciones de lucha libre, un final indigno para alguien de su clase. En una pelea coreografiada, un rival de 140 kilos le lesionó. Le detectaron una cardiopatía, se enganchó a la cocaína y acabó haciéndose fotos con turistas en casinos de Las Vegas.

Murió arruinado. Se embolsó cantidades fabulosas de dinero, aunque la parte del león acababa en bolsillos ajenos. De 1942 a 1946, durante su larga gira benéfica para el Ejército, desatendió sus obligaciones tributarias y su deuda fiscal creció y creció hasta sepultarle. ¿Sabéis quién le ayudó en sus gastos médicos cuando no tenía ni un céntimo? ¿Quién cofinanció su sepelio y quién ayudó a portar su ataúd? Su enemigo Max Schmeling.

 

Fuente: https://www.lavanguardia.com

Por: Domingo MarchBarcelona

 

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