miércoles, 30 de septiembre de 2020

Cita DXXXV: El puente de Verrazano-Narrows

 



Un gran puente es una construcción poética dotada de una belleza y una utilidad perdurables. A principios de los años sesenta del siglo pasado, mientras la autovía en forma de arcoíris del puente Verrazano-Narrows se estaba ampliando en 4 kilómetros a lo largo del puerto de Nueva York, conectando así los barrios de Brooklyn y Staten Island, con frecuencia me colocaba un casco de seguridad y seguía los pasos de los trabajadores por las pasarelas, observando durante horas cómo subían y bajaban por los cables de acero al modo de arañas, o cómo apretaban tornillos con sus llaves inglesas, sentados a horcajadas sobre las vigas. En ocasiones empujaban con sus manos enguantadas un torno que se había encallado, o golpeaban con el hombro un armazón de varias toneladas que colgaba de una grúa, o movían los tobillos, enfundados en sus botas, según acercaban el cuerpo a la tarea que los ocupaba, en busca de un lugar seguro donde apoyar los pies en medio de los vientos cambiantes y muchos metros por encima del mar. 

Desde las dos torres del puente, cada una de setenta pisos de altura, uno puede contemplar el panorama que le brinda la ciudad: el Empire State, el edificio Chrysler, el venerable puente de Brooklyn, completado en 1883, los pináculos de Wall Street y, elevándose desde el caos del 11 de septiembre de 2001, la Torre 1 del nuevo World Trade Center, de ciento cuatro pisos y coronada por una aguja. 

Cuando me instalé en Nueva York a mediados de la década de 1950, acostumbraba a formularme preguntas del tipo: ¿a quiénes pertenecerán las huellas impresas sobre los tornillos y vigas de esas edificaciones tan vertiginosas en una ciudad tan inmensa? ¿Quiénes serán esas personas que caminan sobre el alambre provistas de botas y cascos de seguridad, que se ganan el pan jugándose la vida en lugares donde una caída suele ser fatal y donde los familiares y compañeros de los fallecidos consideran sepulcros los puentes y los rascacielos? Aunque solemos conocer la identidad de los arquitectos o ingenieros que están detrás de una edificación importante, los nombres de los trabajadores rara vez se mencionan en las crónicas o los archivos documentales referidos a puntos tan emblemáticos.

Era bien consciente de todo esto cuando tomé la decisión de escribir un libro sobre la construcción del puente Verrazano-Narrows, que arrancó el 14 de agosto de 1959 con la ceremonia de la colocación de la primera piedra en el puerto.

El puente se abrió a la circulación unos cinco años después, el 21 de noviembre de 1964, con una caravana de vehículos encabezada por las cincuenta y dos limusinas negras que transportaban a los políticos y grandes ejecutivos, la mayor parte de los cuales habían atendido previamente al corte de la cinta. En la actualidad, más de ciento setenta mil vehículos cruzan cada día la luz del puente, lo que genera unos beneficios diarios de novecientos cincuenta mil dólares.

A las puertas de que la Autoridad Metropolitana del Transporte celebre el medio siglo de su inauguración esta nueva edición de El Puente, publicada por primera vez en 1964, viene a conmemorar aquel hito. Igual que su predecesora., esta edición no pretende ser tanto una celebración del puente en si como de los hombres que lo levantaron. Los mismo hombres, dicho sea de paso, no fueron invitados a la ceremonia de inauguración organizada hace cincuenta años-

Durante todo este tiempo he mantenido el contacto con muchos de ellos y este libro es una invitación a conocer a los que no fueron invitados.

Prefacio. El Puente. Gay Talese. Barcelona, España - 2018.


GAY TALESE

Gay Talese (Ocean City, 7 de febrero de 1932) es un periodista y escritor estadounidense. A principios de la década del sesenta escribió para el diario The New York Times y ayudó a definir (juntamente con Tom Wolfe) el periodismo literario o "reportaje de no ficción", también conocido como "Nuevo Periodismo". Sus más reconocidos artículos hablan acerca de Joe DiMaggio, Dean Martin y Frank Sinatra.​


PUENTE DE VERRAZANO-NARROWS

El puente de Verrazano-Narrows es un puente colgante que conecta los distritos de Staten Island y Brooklyn en la ciudad de Nueva York a través de the Narrows, el estrecho que conecta las partes superior e inferior de la bahía de Nueva York. Su nombre deriva del explorador italiano Giovanni da Verrazzano, el primer navegante europeo que se sabe entró en la bahía de Nueva York y el río Hudson. Es obra del ingeniero civil Othmar Ammann. La longitud de su tramo central es de 1298 m, lo que lo convirtió en el puente colgante más largo del mundo desde el término de su construcción en 1964 hasta 1981. Hoy ocupa el séptimo puesto entre los puentes colgantes más largos del mundo, pero todavía continúa siendo el más largo de los Estados Unidos. Sus altas torres pueden ser vistas desde gran parte del área metropolitana de Nueva York, incluyendo zonas de todos los 5 distritos de la ciudad. El puente constituye un nexo crítico en el sistema vial local y regional. Es ampliamente conocido como el punto de partida de la Maratón de la Ciudad de Nueva York. La mayor parte del tráfico marítimo con destino a los puertos de Nueva York y Nueva Jersey debe pasar bajo el puente. Este puente también fue ayudado a construir por el boxeador y campeón de los pesos pesados de mediados de los años 30 James Walker Braddock, más conocido como el Cinderella Man de New Jersey.

 

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