lunes, 17 de febrero de 2020

P. Adolfo Franco, SJ: Comentario para el domingo 16 de Febrero

DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO

El cumplimiento de la ley 

17 »No piensen que he venido a anular la ley o los profetas; no he venido a anularlos, sino a darles cumplimiento. 18 Les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, ni una letra ni una tilde de la ley desaparecerán hasta que todo se haya cumplido. 19 Todo el que infrinja uno solo de estos mandamientos, por pequeño que sea, y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos; pero el que los practique y enseñe será considerado grande en el reino de los cielos. 20 Porque les digo a ustedes que no van a entrar en el reino de los cielos a menos que su justicia supere a la de los fariseos y de los maestros de la ley. 

El homicidio 

21 »Ustedes han oído que se dijo a sus antepasados: “No mates, y todo el que mate quedará sujeto al juicio del tribunal”. 22 Pero yo les digo que todo el que se enoje con su hermano quedará sujeto al juicio del tribunal. Es más, cualquiera que insulte a su hermano quedará sujeto al juicio del Consejo. Y cualquiera que lo maldiga quedará sujeto al fuego del infierno.

23 »Por lo tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar y allí recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja tu ofrenda allí delante del altar. Ve primero y reconcíliate con tu hermano; luego vuelve y presenta tu ofrenda.

25 »Si tu adversario te va a denunciar, llega a un acuerdo con él lo más pronto posible. Hazlo mientras vayan de camino al juzgado, no sea que te entregue al juez, y el juez al guardia, y te echen en la cárcel. 26 Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último centavo.

El adulterio 

27 »Ustedes han oído que se dijo: “No cometas adulterio”.28 Pero yo les digo que cualquiera que mira a una mujer y la codicia ya ha cometido adulterio con ella en el corazón. 29 Por tanto, si tu ojo derecho te hace pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder una sola parte de tu cuerpo, y no que todo él sea arrojado al infierno.30 Y, si tu mano derecha te hace pecar, córtatela y arrójala. Más te vale perder una sola parte de tu cuerpo, y no que todo él vaya al infierno. 

El divorcio

31 »Se ha dicho: “El que repudia a su esposa debe darle un certificado de divorcio”.32 Pero yo les digo que, excepto en caso de inmoralidad sexual, todo el que se divorcia de su esposa la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la divorciada comete adulterio también. 

Los juramentos

33 »También han oído que se dijo a sus antepasados: “No faltes a tu juramento, sino cumple con tus promesas al Señor”. 34 Pero yo les digo: No juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; 35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. 36 Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes hacer que ni uno solo de tus cabellos se vuelva blanco o negro. 37 Cuando ustedes digan “sí”, que sea realmente sí; y, cuando digan “no”, que sea no. Cualquier cosa de más, proviene del maligno. 

Seguimos en este nuevo domingo con la lectura del Sermón del Monte. Jesucristo va a hacer un desarrollo de cómo debe ser la conducta de los que quieran seguirle en este Reino que está El instaurando.

Y empieza con dos afirmaciones que introducen todo lo demás que va a enseñarnos a continuación y que dan el sentido al resto de sus enseñanzas en este Sermón. Dos afirmaciones: que El no ha venido a abolir la Ley, sino a darle cumplimiento, o sea a convertirla en la "ley perfecta" que Dios quiere; por eso llevará cada mandamiento de la antigua ley, a su perfección. Y la segunda afirmación que completa la primera, es que nuestra justicia, o sea nuestra conducta debe ser mejor que la de los escribas y fariseos. Y al desarrollar estas enseñanzas nos dirá cuál es la meta a la que debemos pretender llegar,  que debemos llegar: la perfección de nuestro Padre Celestial.

Y en el párrafo del Evangelio de hoy aplica esas dos normas a cinco de los mandamientos de la antigua ley:

Y lo primero es al mandamiento de "no matarás". El mandamiento estaba entendido en forma restrictiva: se cumplía con él no matando. Pero eso no basta, Jesús lleva a su perfección este mandamiento, diciéndonos que lo que Dios quiere es que no hagamos ningún daño en absoluto, ningún daño a nadie, ni de palabra, ni de pensamiento ni de obra. Y el que no lo cumple así, tiene un comportamiento como el de los escribas y fariseos: por eso nos dice que si no tenemos una conducta mejor que la de los escribas y fariseos no entraremos en el reino de los cielos.

Sigue el Señor con estas enseñanzas, que elevan la ley de Dios a su límite más perfecto. Y entra al tema de los litigios. La defensa de los derechos, es un asunto verdaderamente importante. Pero Jesús quiere por encima de todo derecho la paz: el buscar el arreglo sin violencia. Y dice que si tenemos un pleito arreglemos el asunto antes de llegar al juez. Puede estar implicado en esto el perdón del que hablará el Señor tantas veces en el Evangelio. Y también está hablando de la necesidad de renunciar a lo propio por el bien de la paz. Los fariseos no tenían misericordia, buscaban llegar, si fuera necesario, a la condena del adversario, porque era ese su sentido de la justicia: una forma de venganza. Y la venganza nunca tendrá cabida alguna en el Evangelio de Jesús.

A continuación se refiere al adulterio, el sexto mandamiento de la Ley de Dios. De nuevo Jesús lleva este mandamiento a su perfección. Indicándonos que se falta a este mandamiento con malas miradas, malos pensamientos o malos deseos. No basta con evitar el adulterio de obra, sino que ninguna de nuestras facultades debe mancharse,  ni  pervertirse. Es que Dios quiere que tengamos  pura la mirada, el pensamiento, el deseo, la acción. Porque debemos ser totalmente puros para Dios. Y el que no actúa así, se comporta como los escribas y fariseos, que solamente se contentaban con lo mínimo de este mandamiento.

También en este Evangelio que hoy hemos leído aplica Jesús sus dos enseñanzas fundamentales, de la perfección de la ley y de la superación de la conducta de los escribas y fariseos, al tema del divorcio. De este tema hablará el Señor también en otra oportunidad. Ahora deja bien sentado que no es lícito el divorcio. La perfección del matrimonio en el plan de Dios no puede subordinarse a condiciones, ni circunstancias.

Y finalmente en este párrafo que hemos leído se nos habla del juramento. Dos cosas inculca Jesús: la primera el juramento es cosa muy sagrada y la segunda que debe bastar la rectitud y la veracidad de las personas, sin necesidad de apoyar nuestras afirmaciones en juramentos. Baste con decir sí, o no, sin apoyos de juramentos, que es usar lo sagrado que es el nombre de Dios o su templo, en cosas de la vida ordinaria.

Se trata entonces en todo esto de vivir con radicalidad lo que el Señor nos ha trazado en cada uno de los diez mandamientos: no hay límites en su cumplimiento, siempre podremos cumplirlos de manera más perfecta. Siempre nos quedará mucho para llegar a donde Dios quiere.

Adolfo Franco, SJ