Vimos en el capítulo anterior las causas que llevaron a la guerra de
secesión estadounidense o, mejor dicho, a la secesión y, como
consecuencia, a la guerra. Vimos también como en 1860 el país estaba
fracturado y en muchos aspectos se trataba ya de dos países que
recelaban el uno del otro. El norte y el sur diferían mucho en cuanto a
estructura económica. El primero estaba industrializándose a gran
velocidad y buscaba la protección del Gobierno, el segundo era agrario y
librecambista.
Pero la causa de la secesión fue la espinosa cuestión de la esclavitud,
algo de lo que se llevaba décadas debatiendo, desde el mismo nacimiento
de Estados Unidos en 1776, pero no habían conseguido ponerse de
acuerdo. Durante las primeras décadas del siglo trataron de llegar a una
serie de compromisos para mantener el equilibrio entre Estados
esclavistas y Estados libres, pero en 1860 la esclavitud era ya cosa del
pasado. Se estaba aboliendo en todo Occidente y no podía durar mucho
más.
Fue ese y no otro el disparador de la secesión de Carolina del Sur el
24 de diciembre de 1860, sólo mes y medio después de las elecciones
presidenciales que había ganado Abraham Lincoln. Tras Carolina del Sur
otros Estados se apuntaron a la aventura constituyendo los Estados
Federados de América. En ese punto la guerra era ya cuestión de tiempo,
de poco tiempo.
Una guerra que la Confederación tenía perdida de antemano porque los
unionistas eran más y tenían mejores armas. Pero no fue una guerra corta
tal y como Lincoln imaginó al principio. Duró cuatro interminables años
y fue extremadamente sangrienta. Segó la vida de más de 600.000
personas incluyendo la del propio presidente, que fue asesinado en un
teatro de Washington una semana después de la rendición sudista.
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