Cuando despertó, el tigre todavía estaba allí. Agazapado, de gesto
feroz, y con esos ricitos o hilachas de lana que se desprenden de su
cuerpo para colarse entre los pliegues más discretos del nuestro. No
importa tener que estar rascándose. La frazada de tigre pica, pero abriga como ninguna otra. Por eso la queremos tanto
Aquí en Lima,
el invierno comenzó oficialmente hace tres días, pero nos hace tiritar
desde varias semanas atrás. Y con él han vuelto a salir de los roperos
estas frazadas que han acompañado a generaciones de peruanos con sus
inconfundibles tonos negros, blancos y pardos, y ese par de felinos que
se miran cara a cara. Algo debe de tener la bestia asiática que nos
cautiva con locura: desde ese elixir cebichero llamado leche de tigre
hasta la acrobacia pasional del salto del tigre. Ni qué decir del
'Tigre' Gareca, semidiós de nuestra religión futbolera en estos últimos
meses de felicidad.
Pero
hay que observar otro detalle: aparte del tigre, la frazada también
luce un diseño de manchas circulares propias de un felino de mayor
peruanidad: el panthera onca u otorongo. Elegante y justo reconocimiento
para un animal lamentablemente desprestigiado por 130 congresistas.
Urgen más reivindicaciones de este tipo.
UN POCO DE HISTORIA
Ahora es momento de responder a una pregunta: ¿de dónde salió este manto sagrado? Sus orígenes son tan inciertos como sinuosos. De hecho, existen versiones parecidas –pero no iguales– de la frazada con motivos de tigre en países como Ecuador o México. En el país azteca es el más representativo de los productos con diseños folclóricos de Cobertores San Marcos, empresa de la localidad de Aguascalientes, propiedad del ya fallecido Jesús Rivera Franco. El empresario hidrocálido (porque ese es su gentilicio) ideó la gráfica de los tigres –en este caso, dos de ellos mirando frontalmente y con trazos más realistas– durante un viaje a España. A su regreso a México no tardaron en convertirse en un enorme éxito.
Volviendo al
Perú, se dice que los primeros modelos surgieron de la tradicional
Fábrica de Tejidos Maranganí, en el Cusco, especializada en este tipo de
mantas que pesan más que el colchón, como bromeaban los abuelos. El
rastro más claro, sin embargo, está en Lima, exactamente en la tienda Santa Catalina,
que hasta el día de hoy es la distribuidora oficial de la atigrada
frazada y que, además, este año cumple 130 años. Nada menos.
Se trata de una
empresa fundada en 1888 por dos extranjeros: el italiano Bartolomé
Boggio y el estadounidense Enrique Price. Sin embargo, el verdadero
éxito de la Fábrica de Tejidos Santa Catalina (su nombre original) no
llegaría sino 10 años después de conformada, cuando Mariano Prado
Ugarteche se hizo socio de la misma y emprendió su expansión. La
historia es contada con mayor detalle en el libro "El imperio Prado,
1890-1970" (1995) de Felipe Portocarrero, donde se explica la relevancia
que tuvo el negocio textil en la riqueza del poderoso clan familiar de
los Prado. La empresa dominó el rubro de la lana, abrió varias
sucursales y se expandió más allá de sus expectativas hasta que, tras
varios años de bonanza, una mezcla de razones propició su decadencia,
entre ellas "la competencia que comenzaron a ejercer desde mediados de
la década del 50 las fibras artificiales y sintéticas", según indica
Portocarrero.
Más tarde,
durante el gobierno de Juan Velasco, Santa Catalina pasaría por un
proceso de cooperatización y recaería en manos de sus trabajadores.
Recién en 1992 quedaría en manos de la familia Aragón, sus actuales
dueños. El tigre se resiste a descansar las garras.
ÁNIMO ABRIGADOR
En la actualidad solo queda activo uno de los locales de Frazadas Santa Catalina. Está en la cuadra 4 del jirón Carabaya, en el Centro Histórico de Lima, y entre sus paredes huele a viejo. En sus estantes se apilan las frazadas de tumis y de figuras Nasca, pero salta a la vista el clásico modelo del tigre, el más pedido por la gente. "Si nunca has tenido una frazada de tigre, no tuviste infancia", dice un cliente que busca renovar la ropa de cama. Los trabajadores extienden, doblan y cepillan con paciencia los populares cobertores.
A la cabeza de
Santa Catalina está Wilson Aragón Ponce, ingeniero industrial que
–quizá inspirado en el legado de los Prado– tentó las lides políticas
hace 12 años. En el 2006 postuló a la Alcaldía de Lima con el partido
Renacimiento Andino, pero no rugió: ocupar el último lugar entre los 12
candidatos, con apenas el 0,23% de los votos, puede que haya sido
suficiente escarmiento.
En el negocio
le va mejor. Ofrece frazadas en variados diseños. De plaza y media, dos
plazas, y dos plazas y media. Clásicas y premium (según la proporción
entre lana y poliéster). Y recibe visitantes a diario. Uno de ellos, en
realidad para propósitos de esta nota, es el poeta Miguel Ildefonso. En
su libro "Diario animal" (2016) incluye un poema que comienza así: "De
qué lado duerme la luna esta noche/ abrigada con su frazada de
tigre...". Con el tigre encaramado sobre los hombros, cuenta el proceso
de escritura: "Surgió en un momento en que estaba escribiendo varios
versos sobre animales y creo que vi la frazada sobre la cama que tenía
al lado. Aparte, por esos días me ocurría algo raro: solía despertar
bruscamente, casi saltando de la cama. Por eso no es un poema
estrictamente sobre la frazada ni sobre un tigre, sino más bien medio
místico. Pero así fue como junté las ideas". Otro escritor, el argentino
Jorge Luis Borges, decía que soñaba con tigres porque el amarillo era
uno de los colores que más resistía en su memoria frente al avance de la
ceguera. No es difícil imaginárselo durmiendo y bien arropado con su
frazada.
La arremetida,
por un lado, de las baratas mantas polares y, por otro, de los
sofisticados edredones de pluma de ganso han hecho retroceder un poco a
la frazada de tigre, pero no han podido derrotarla. Lima no es una
ciudad particularmente fría, pero los limeños queremos creerlo así.
Tomar chocolate caliente en verano y enchompar al perro son la prueba, y
no hay que sentirse mal por ello. Nunca, pero nunca, renunciemos al
abrigo ocioso o afrodisíaco de un buen frazadón.
Fuente: https://elcomercio.pe
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