CIUDAD
DE MÉXICO — Junto con la plata y el oro, las primeras naves que
zarparon del Nuevo Mundo después de la Conquista española transportaban
otro tesoro: un colorante natural que producía un rojo tan intenso que
los artistas europeos lo adoptaron de inmediato.
El
comercio de este pigmento produjo una gran riqueza para la Corona
española y proporcionó la paleta de rojos que teñiría el arte sacro y
secular europeo durante más de tres siglos.
Una exposición que estará abierta al público hasta el 4 de febrero en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México, Rojo mexicano. La grana cochinilla en el arte,
rastrea el origen del color desde las zonas montañosas de la
Mesoamérica prehispánica hasta Europa. Allí se le asoció cada vez más
con la proyección de poder durante los siglos XVII y XVIII. La grana
cochinilla decayó en el siglo XIX, a medida que se introdujeron los
pigmentos sintéticos, pero más tarde los impresionistas comenzaron a
buscarla.
Con
base en un simposio de 2014 organizado por el museo, la exposición y su
nutrido catálogo reúnen gran parte de los estudios de la grana
cochinilla. “Esperamos que tenga relevancia no solo para las obras de
arte”, dijo Miguel Fernández Félix, director del Museo del Palacio de Bellas Artes. “Aquí se puede hablar de economía; se va a hablar de sociedad y cultura”.
Desde
los grandes maestros venecianos Tiziano y Tintoretto hasta Vincent van
Gogh, quienes lo mezclaron para crear muchas tonalidades en decenas de
pinturas, los artistas buscaban las propiedades del rojo mexicano, que
se extrae de un pequeño insecto llamado grana cochinilla. El carmín,
escribió Van Gogh a su hermano Theo en 1885, usando otro nombre para
designar a la grana cochinilla, el carmín, “el color rojo del vino, es
cálido y vivo como el vino”.
La
grana cochinilla es un pequeño insecto parásito que se alimenta del
nopal y se cultivaba en México y Perú durante la época prehispánica. La
hembra se seca y se tritura para extraer el ácido carmínico rojo, y, al
añadir sustancias de distinta acidez, se crean tonalidades que van desde
el rosa tenue hasta el púrpura intenso. (El colorante todavía se usa).
La
exposición comienza con una pieza de tela que data de tres siglos antes
de Cristo y su tinte rojo aún es visible. El colorante se utilizó en
los códices prehispánicos ilustrados y en los códices producidos
aproximadamente durante la época de la Conquista española en 1521.
Las
crónicas españolas de la Conquista se maravillaron con los colores
vivos de la grana cochinilla en los productos que se comercializaban en
la capital azteca de Tenochtitlán y pronto el primer cargamento zarpó
rumbo a España. Hacia mediados de siglo, tal como escribe el curador
Georges Roque en el catálogo, la grana cochinilla se transportaba a
granel hasta Sevilla, España.
Puesto
que la grana cochinilla era la fuente de un color rojo más intenso y
duradero que cualquier otro color disponible en aquel entonces, su
demanda se disparó como colorante para suntuosas sedas, terciopelos y
tapicería europeos.
Luis
XIV ordenó que el tapizado de las sillas de Versalles y las cortinas de
la habitación real se tiñeran con grana cochinilla. El comercio era tan
rico que la grana cochinilla era la segunda exportación más valiosa de
las colonias americanas de España, solo después de la plata y más
rentable incluso que el oro, de acuerdo con expertos citados por Georges
Roque.
Él
argumenta que los pintores adoptaron la grana cochinilla para “obtener
tonalidades tan ricas, tan saturadas, tan brillantes, como las que
producían los tintoreros” en los puertos de los albores de la Europa
moderna.
La primera obra europea de la exhibición es La deposición de Cristo
de Tintoretto, creada en la década de 1550, en la que el pintor, hijo
de un tintorero veneciano, utilizó grana cochinilla en las densas y casi
tangibles imágenes de las telas que visten los dolientes.
Al
igual que Veronese, Tiziano comenzó a usar la grana cochinilla en sus
obras a partir de la segunda mitad del siglo; en la exhibición se
muestra su obra Martirio de santa Julia.
Como
los venecianos, los pintores que adoptaron la grana cochinilla por lo
general trabajaban en ciudades portuarias. Georges Roque menciona a
Diego Velázquez y Francisco de Zurbarán en Sevilla y a Rubens, Van Dyck y
Rembrandt en Amberes y Ámsterdam.
La Magdalena penitente
de Zurbarán, de mediados del siglo XVII, se muestra reclinada sobre una
mesa cubierta con un rico patrón brocado en rojo. Debajo se muestra un
brocado español similar, clara evidencia del vínculo entre la grana
cochinilla en la tela y en la pintura.
Velázquez está representado con el Retrato del arzobispo Fernando de Valdés, de la Galería Nacional en Londres, enmarcado por una suntuosa cortina roja que simboliza su poder espiritual y temporal.
También
en México, los pintores de la Nueva España incorporaron la grana
cochinilla en sus obras y en esta exposición se pueden apreciar varios
ejemplos, entre los que está una luminosa Virgen de Guadalupe de
Cristóbal Villalpando, quien pintó sus atavíos con púrpura intenso, y su
obra Los desposorios de la Virgen y San José, en el que la retrata con un vestido rosa tenue.
La
escritora Amy Butler Greenfield ha contado cómo los españoles ocultaron
el origen de la grana cochinilla para favorecer el monopolio de la
Corona sobre ella. Sin embargo, no escatimaban en dar información
concerniente a su cultivo y preparación. En el México del siglo XVIII,
José Antonio de Alzate, geógrafo y naturalista, publicó un extenso
tratado acerca de la cochinilla, que también está en exhibición, junto
con su mapa de Ciudad de México, marcado con este pigmento.
Los
ingleses también quedaron cautivados con la grana cochinilla, que
utilizaron para teñir los tejidos de lana para los uniformes de los
oficiales del ejército. Muy pronto, en 1648, el sacerdote y viajero
inglés Thomas Gage escribió: “El inglés se asemeja a su sol, rojo, y lo
aparenta al vestir de escarlata, siempre que haya grana cochinilla en
las Indias”.
La fascinación inglesa continuó: Van Dyck retrató al príncipe Carlos Luis en la corte de Carlos I vistiendo de color carmesí y, más de un siglo después, Joshua Reynolds pintó a Sir James Hodges, oficial londinense, vistiendo de rojo autoritario.
En
la caja de pinturas de J. M. W. Turner, también en exhibición, había
grana cochinilla. Para ese entonces, el colorante había perdido su
asociación con el poder. Más tarde, los impresionistas y
posimpresionistas la utilizaron para sugerir luz y sombra. Un pincelazo
sugiere la curva de un músculo en el dibujo Dos bañistas de Paul Cézanne. Pierre-August Renoir pintó a Madame Léon Clapisson sentada en una silla roja con una pared escarlata de fondo, en una probable referencia indirecta a los retratos del pasado.
Pero
más que cualquier otro artista, fue Van Gogh quien exploró las
propiedades de la grana cochinilla en su análisis del color. La
exposición muestra una de las tres pinturas conocidas como La recámara de Van Gogh en Arlés,
que Van Gogh pintó en esa ciudad francesa hacia el final de su vida. La
grana cochinilla en las paredes y puertas originales, que él le
describió a Theo como lila y violeta, y el rosa tenue del piso se han
desvanecido, pero su intención persiste.
“En fin”, escribió, “la visión del cuadro debe hacer descansar la cabeza, o más bien, la imaginación”.
Fuente: https://www.nytimes.com