Balsamina es una tachuela clavada entre los árboles. Eso es, aunque bien podría ser la caricatura de una tarántula tejiéndose las trenzas con los ramales del río Pisqui o un escarabajo rinoceronte bostezando entre las malezas del chongo el Matadero. Sea como sea, es el lunar más húmedo del musgo. En “su” mesa del Matadero, el gobernador de Balsamina, Antolín Fonseca, entre tragos dicta oficios, espanta mariposas, se adueña de la dueña y se escarba los dientes siempre con la misma astilla de chonta. Ahorita está conversando con su secretario:
— La gobernación está misia Pajuelo, ¿y tú qué?, ¡ni mojones!
— Por el friaje no pican.
— No pican, no pican… para florear sí eres bueno, ¿sabes?, mejor hazte humo.
Se hizo humo, sin quemarse, cruzando la “calle” hacia el cuartucho de la gobernación. El barro se coló por las suelas de los zapatos metiéndole más chocolate a las medias. Al rato regresó con un papel en la mano:
— ¡Cayó uno!
— Uno es ayuno, ¿y tiene qué?
— La winches de cartucho.
— ¿Calibre 28?
— Sí, 28
— Ah ya, trae acá.
Antolín le jaló el papel y firmó.
—Seis meses ¿no?
—Sí, seis.
—Ni un día más.
—Como quedamos.
—¿Quedamos? Nada de “quedamos”, aquí mando yo, Pajuelo huevas tristes, si es que no te hubiera encumbrado como mi secretario ¿qué sería de ti?, seguirías de escupitajo de yuca en masato negro, ¿viste lo albino que estás?, igualito a los gusanos que arden el culo. ¡Sopla la candela!
—Sí señor.
A Pajuelo lo esperaba en la gobernación un colono con machete a la cintura y botas agrias de hule, la licencia de “Rifles y Escopetas” era para él. Se la entregó. El hombre la metió en el bolsillo de su camisa sudada, pagó cinco soles y se largó -jorobado por el saco de sachapapas que cargaba en la espalda y con la Winchester en la mano izquierda- a pesar que la lluvia doblada en la calamina y estirada hasta el suelo en un impulso rayado lo empapó. Frunciendo los labios, Pajuelo arrancó a silbar no sé qué tonada y entonces de un cajón -de esos para naranjas- sacó su querido diccionario el PEQUEÑO LAROUSSE ILUSTRADO. Puso en la máquina de escribir una hoja de papel carbón entre dos blancas y tipeó:
Balsamina, 14 de enero de 1980.
Señor Doctor, don Baldemón Escalante N. Admirado Ministro del Interior.
El infrascrito, Gobernador de
Paró de silbar y buscó en el Larousse:
— Laaa, de laa, laaa… “MAT, MON, MONTAÑERO, MONTARAZ, MONTESINO… MONTUOSO, SA: Adj. Relativo a monte: comarca montuosa…”
la comarca montuosa Balsamina, le adjunta el saludo del pueblo pionero y cumple con informarle:
1. Usted nos confió esta localidad a la que servimos fomentando las buenas costumbres en los colonizadores y la civilización en las
Volvió al Ilustrado:
— Laaa, laas… “bus, tri, tri, tribus, SIM, ZAN”. ¡Más atrás! “SUG, TET, TRE, TRÍAS, TRIBU: (lat. tribus), aglomeración de familias, salvajes de áfrica, pueblos antiguos...”
tribus silvestres que nos rodean. Al estirar la frontera escultural del Perú sobre este bosque virgen, preñado de bichos, lograremos que tarde o temprano la Nación reciba lo que la Nación merece.
2. De Lima nos mandaron el
Dudó:
— “NUEVAO, V adj. Reciente, que no existía o se desconocía: libro nuevo (La palabra nuevo modifica su sentido según el lugar que ocupa respecto del sustantivo que modifica: un libro nuevo es un libro que acaba de publicarse)”. ¡Qué cojudez! “FLAMANTE adj. (lat. flammans, antis). RESPLANDECIENTE, NUEVO: una comedia flamante…” ¿Cuál pongo?
flamante Ideario del Partido Renovador que le atribuye a usted su redacción y la noticia que será candidato al Congreso: albricias en su hogar.
3. Los militantes leímos el Ideario y nos
dimos cuenta que era
— ¿Mazacote es con zeta?... “LA, LAD, LIQ, MAY, MAZA, MAZACOTE”.
un mazacote de llullampuros o mentiras de un mosquito mental para pescarnos con tinta de barbasco. Decidimos, en defensa de su honor, evacuarlo en el silo del Matadero.
4. Señor Ministro, en Balsamina conocemos
Quiso otra palabra:
—Laaa, laaaaa… “PIC, REB, REC, RECATADO, RECATAR”... no está la que debería estar.
la recatafila de otorongos que manchan el rostro de la patria y que, intitulándose sus “padres”, resultan padrastros abusadores o pellejos dolorosos en sus uñas. Siendo que, en efecto, la candidatura lo alejará del Ministerio y el nuevo “Ideario” está peor que el viejo, los presentes renunciamos al partido y yo, personalmente, a la gobernación agradeciéndole de trámite ipso jure a este pliego-petitorio.
Su siempre meridiano servidor. Antolín Fonseca Murillo.
Cariñosamente encajonó al Pequeño y ya no silbó. Se pasó la lengua por los labios refrescándolos y fue al Matadero:
— Ensarté a dos... traían escopetas.
— ¿De un zas? ¡Carajo! Pajuelito estás haciendo méritos, ¿dónde firmo?
Y así el tiempo se mosqueó como un plátano de Balsamina... llegó marzo, la temporada en que el río Pisqui engorda repleto de palizadas que son unas orgías de ramas y tubérculos podridos revolcándose entre las sábanas de lodo.
— Señor, de Lima le mandaron esta resolución.
Antolín la lee:
— ¿Aceptan mi renuncia? Pajuelo, ¿qué mierda es esto?
— La respuesta a su oficio.
— ¿Cuál oficio?
— El que me dictó.
Como si los diablos azules hubieran tallado quenas de hueso con su cráneo, pelándolo de recuerdos, Antolín solo encuentra en su memoria túneles de marañas secas:
— ¿Yo?
— Sentado ahí, igualito como está.
— ¿Cuándo?
— Uy, hace tiempo, ¿quizá en enero?
Por un instante enorme Antolín midió a Pajuelo, volteó la cara y escupió la astilla de chonta con sabor a flema.
— ¡Conch’e tu madre! Te nombran en mi reemplazo.
— ¿Ah, sí? Entonces no necesitará un secretario, ni yo tampoco.
En una esquina de la mesa, las mariposas rosadas mientras lamen las tablas endulzadas en cañazo, abren y pliegan sus alas con brillante estilo pero sin volar. Antolín ni pestañea al sentir la brisa de tan delicado aplauso.
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