martes, 27 de junio de 2017

Diccionario CCCXL: Zaquizamí


"A la distancia le descubren. Le reconocen por el farol trémulo, de vidrios azules.

En un minuto llegán al vacío zaquizamí.

- Lo primero será clavar la ventana, para que los duendes no vuelen. ¡Menudo susto tendrá, si los halla suletos aquí a su regreso!

La clavan y luego hienden los sacos como si fueran odres. Asustados, brincan por la galerías, llenas de insectos y de perfumes."

Misteriosa Buenos Aires. Página 216. Manuel Mujica Láinez. Biblioteca del Viajero ABC. España - 2004. 


Zaquizamí


Del ár. hisp. sáqf fassamí 'techo frágil'; literalmente 'techo en el cielo'.

1. m. Desván, sobrado o último cuarto de la casa, comúnmente a teja vana.
2. m. Casilla o cuarto pequeño, desacomodado y poco limpio.
3. m. Enmaderamiento de un techo.

Fuente: Diccionario de la Lengua Española. Vigésima segunda edición.
 
 LA CADENA DEL DICCIONARIO

Letra 225: True Sorry de Ibrahim Maalouf


IBRAHIM MAALOUF

(Nació el 5 de diciembre de 1980 en Beirut, Líbano) es un músico, trompetista, pianista, compositor, arreglista y profesor de trompeta francolibanés.

Ibrahim MAALOUF | Site officiel d'Ibrahim MAALOUF

TRUE SORRY




CADENA DE LETRAS

Lecturas Públicas de "Poetas Arequipeños": César "Atahualpa" Rodríguez





El Gobierno Regional de Arequipa, a través de la Biblioteca Regional Mario Vargas Llosa, lanza la segunda edición de su programa de “Lecturas Públicas”, esta vez dedicada a los “Poetas Arequipeños”.

Esta iniciativa educativa y cultural consiste en llevar los libros al encuentro de los lectores, recorriendo diversas plazas públicas de los distritos de Arequipa, durante los meses de julio y agosto.


Se visitarán los siguientes distritos: Cerro Colorado, Paucarpata, José Luis Bustamante y Rivero, Tiabaya, Cayma, Miraflores, Mariano Melgar, Alto Selva Alegre, Sachaca, Yanahuara.


La actividad se desarrollará instalando un módulo de la Biblioteca Vargas Llosa, donde se exhibirán los libros del poeta a ser leído, motivando a los transeúntes a participar leyendo algún poema de su preferencia.

Los poetas seleccionados son: César “Atahualpa” Rodríguez, Guillermo Mercado Barroso, Oswaldo Chanove, Alberto Hidalgo, Alberto Vega, Mariano Melgar, Luzgardo Medina, Carmela Núñez Ureta, Aníbal Portocarrero y José Ruiz Rosas.

Los días programados para las lecturas en las plazas públicas varían entre miércoles, de 15:00 a 17:00 horas, y sábados, de 10:00 a 12:00 horas. De este modo, el Gobierno Regional cumple con uno de los objetivos de su política cultural, al difundir la obra poética arequipeña y a sus autores más representativos, de manera inclusiva y descentralizada.

César “Atahualpa” Rodríguez
Miércoles 28 de junio a las 15:00 horas.
Plaza "Las Américas".
Distrito de Cerro Colorado.

lunes, 26 de junio de 2017

Video 258: Official Teaser - Tour de France 2017





The 2017 Tour de France starts for the 1st time from Düsseldorf in Germany. From Saturday 1st of July to Sunday 23rd of July 2017, the 104th Tour de France includes 21 stages for a total length of 3 521 kilometers.
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Video 257: Follow Focus. Un corto fotográfico de terror






An older short filmed and written by Lou Guarneri, directed by Keith Reynolds.
Starring Sam Gomes, Danielle Schwartz, and Jon Kriz.

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P. Adolfo Franco, SJ: comentario para el domingo 21 de junio


DOMINGO XII del Tiempo Ordinario
Mateo 10, 26-33 

26 »Así que no les tengan miedo; porque no hay nada encubierto que no llegue a revelarse, ni nada escondido que no llegue a conocerse.  
27 Lo que les digo en la oscuridad, díganlo ustedes a plena luz; lo que se les susurra al oído, proclámenlo desde las azoteas.  
28 No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien al que puede destruir alma y cuerpo en el infierno.
29 ¿No se venden dos gorriones por una monedita? Sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin que lo permita el Padre;  
30 y él les tiene contados a ustedes aun los cabellos de la cabeza.  
31 Así que no tengan miedo; ustedes valen más que muchos gorriones.
32 »A cualquiera que me reconozca delante de los demás, yo también lo reconoceré delante de mi Padre que está en el cielo.  
33 Pero a cualquiera que me desconozca delante de los demás, yo también lo desconoceré delante de mi Padre que está en el cielo. 

Un anuncio repetido en el Evangelio, desde los comienzos de la infancia de Cristo, hasta la resurrección es “No tengas miedo”. Anuncio que en este párrafo del evangelio de San Mateo se repite varias veces. Y además Jesús nos da una motivación fundamental para quitarnos el miedo: “No tengas miedo, porque Dios tu Padre te cuida”.

Tenemos miedo de acontecimientos, de personas, de nosotros mismos. ¿De qué nos vienen los miedos? ¿Por qué nos vienen los miedos?

Sentimos nuestra pequeñez, nuestras limitaciones. Uno de los temores más frecuentes es el temor de la enfermedad. La vemos como una amenaza a nuestra tranquilidad, o a nuestra integridad física, al bienestar que necesitamos para vivir. Ciertamente nos da miedo estar enfermos, porque la enfermedad nos limita mucho y además con frecuencia va acompañada de dolores.

Nos da miedo la muerte. Es un temor natural por un lado, pero por otro, siendo parte inherente de nuestra condición de criaturas sometidas al paso inexorable del tiempo, deberíamos aceptarla, y encontrar la manera de hacer las paces con esta realidad constitutiva de la vida humana; y más aún si, como creyentes, sabemos que es una ventana hacia Dios.

Tenemos miedo a las amenazas exteriores, que pueden venirnos de personas que nos agreden, que nos imponen su fuerza. Temores de catástrofes. Tenemos miedo de los terremotos, de las inundaciones, de los huracanes, de los ladrones, de los terroristas.
A veces nos tenemos miedo a nosotros mismos. Miedo a equivocarnos, miedo a elegir mal, miedo a tener que resolver situaciones complicadas al interior del trabajo, o de la familia. Miedo a la vejez, miedo a estar sin futuro.

El Evangelio es un anuncio (casi una orden) “No tengas miedo”. ¿En que se fundamenta este anuncio? En este párrafo del Evangelio se nos dice que nuestro Padre cuida de nosotros. La Providencia rige nuestras vidas. La presencia de Dios cerca de nosotros debería espantar todos los miedos. E inclusive podría llegar el momento en que convirtiéramos las amenazas en aliados de nuestra vida. Dios está con nosotros, nuestra vida está en sus manos. Esos son los motivos con los que el Evangelio quiere eliminar de nuestras vidas el miedo.

Y es que el miedo, que por una parte es un sentimiento natural, por otra parte puede llevarnos a tener una vida triste, llena de inquietud, falta de vitalidad. El miedo nos quita alegría, y energía. Podemos superar el miedo, no mediante la solución de no pensar; el ser inconscientes e irresponsables, no es una salida para el miedo; es la solución del avestruz, que entierra su cabeza en la arena, para no ver el peligro; como si, no viendo el peligro, éste desapareciera. Seríamos como niños, que cuando sienten miedo en la cama, se esconden debajo de la almohada.  

Podemos superar el miedo, porque Alguien más grande que todas las amenazas, nuestro Padre, camina a nuestro lado. El cuida de nuestra vida, porque para El somos lo más importante. A nosotros a veces nos queda algo así como un rompecabezas, difícil de armar ¿cómo se juntan las piezas del sufrimiento, de las dificultades, de nuestra propia pobreza personal, con esta certeza de que Dios nos cuida, de que nos trata como hijos? Así resolvía San Pablo este difícil problema: “Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman” (Rom 8, 28)

Adolfo Franco, SJ

Cine en la Municipalidad "La vida acuática": 26 de junio





Tras preparar un plan para vengar la muerte de su colega a manos de un mítico tiburón blanco, el oceanógrafo Steve Zissou (Bill Murray) recluta a una tripulación que incluye a su esposa (Anjelica Huston), a una periodista (Cate Blanchett) y a un joven que podría ser su hijo (Owen Wilson). (FILMAFFINITY)

Organiza Cinecinco 
Lunes 26 de junio a las 17:30 
Teatro Arequepay 
Portal de la Municipalidad 106 
Arequipa

domingo, 25 de junio de 2017

Olafo el Amargado (25-Junio-2017)



http://hagarthehorrible.com/comics/june-25-2017/



Hägar the Horrible —rebautizado en español como Olaf el vikingo u Olafo el Amargado— es una tira cómica creada por Dik Browne. Debutó en 136 periódicos de Estados Unidos el 4 de febrero de 1973. Dos años más tarde, el número de periódicos en los que aparecía había aumentado a 600. Su circulación siguió en aumento y en 2010 la tira apareció en 1900 periódicos de 58 países y en 13 idiomas.

Dilbert (25-Junio-2017)



http://dilbert.com/strip/2017-06-25



Dilbert es el nombre de una tira satírica creada por Scott Adams que ha aparecido en los periódicos desde 1989, dando lugar a varios libros, una serie animada de TV y numerosos productos relacionados que van desde muñecos rellenos hasta helados. La trama de este cómic se desarrolla en el contexto de lo cotidiano para millones de empleados y oficinistas: políticas de oficina, jefes incompetentes, compañeros de trabajo molestos, asuntos sin sentido, juntas eternas, etc. El mismo tipo de cosas que la gente odia en su trabajo diario son las que provocan las carcajadas en Dilbert.

sábado, 24 de junio de 2017

Cita CCCXXX: Federico Kauffmann Doig sobre Julio C. Tello. "Sin más norma que la verdad”


"Julio C. Tello sigue vivo en la memoria de los peruanos, como quiera que es nada menos que una de las figuras más preclaras de la peruanidad de todos los tiempos, y sin duda el incuestionable Padre de la Arqueología Peruana.

Nació un 11 de abril de 1880 en Huarochirí, lugar donde la espiritualidad prehispánica florecía vigorosa incluso cien años después de haberse producido la irrupción española en territorio de los incas, cuando se seguían comentando los hechos de figuras míticas como Cuniraya y Pariacaca, divinidades que no son sino expresiones literarias del Dios del Agua andino, de máxima jerarquía junto a la Pachamama o Diosa Tierra, y que los antiguos peruanos presumían que, al unirse en una especie de connubio, ofrendaban el sustento a la humanidad y demás seres vivos. Los poderes que se atribuían a Curinaya como oferente del agua vivificante de las sementeras son ponderados en los "mitos de Huarochirí", recopilados alrededor del año 1600 por Francisco de Ávila, extirpador de idolatrías. Ávila comenta que Cuniraya se jactaba de haber enseñado a abrir canales de irrigación a los pobladores y que por lo mismo "despreciaba a las demás huacas" o seres divinos secundarios. Sobre Pariacaca, la otra divinidad de alto rango emparentada con Cuniraya o acaso el mismo personaje con otro nombre, Ávila refiere que fue cautivado por la belleza de una doncella y por tanto atendió sus pedidos y consintió en abrir el curso de un arroyo y también construyó una zanja por la que hizo correr un caudal que vivificó para siempre los campos de la comarca. El sabroso relato concluye afirmando que la doncella quedó complacida al ver cumplida tamaña obra que beneficiaría a su comunidad, y aceptó los requerimientos amorosos de Pariacaca. Para unirse, ambos se dirigieron a la cumbre de una alta montaña donde optaron por quedarse convertidos en una peña.

Nos detenemos en evocar estos pasajes mitológicos para entrelazarlos con lo que el destino deparó al sabio Tello: haber visto la luz y vivido su niñez y aún parte de su juventud en aquel Huarochirí milenario de los alucinantes relatos de contenido mágico-religioso. Acaso un recóndito designio dispuso que fuera precisamente un huarochirano quien asumiera la misión de rescatar del olvido páginas señeras de nuestro asombroso pasado ancestral, y que Tello como ninguno investigó, difundió y enseñó a valorizarlo entre propios y extraños.

Luego de terminar la secundaria, Tello estudió medicina en la Universidad de San Marcos, donde se graduó con la tesis “La antigüedad de la sífilis en el Perú” (1908). El título dado a esta obra es un primer atisbo de su temprana vocación de estudiar nuestro pasado milenario con tesón y profundidad. Un año después, luego de recibirse como cirujano, varios de sus maestros universitarios -conscientes de su excepcional capacidad intelectual e inquietud por el estudio- gestionaron y lograron que el Gobierno lo becara. Así cursó asignaturas de especialización en la Universidad de Harvard, centro de estudios donde recibió enseñanzas de maestros de fama mundial como Franz Boas y Alex Hrdlicka, dedicados a temas relativos a la americanística.

Pasó luego a Londres disfrutando de otra beca, y después a Berlín, donde estudió en el Seminario de Antropología de la universidad de aquella ciudad. En sus escritos sobre su estancia en Alemania, Tello rememora con particular complacencia las sabias enseñanzas del gran antropólogo alemán Rudolf Virchow, creador de la patología celular. El hecho de haber escogido matricularse en aquel seminario de renombre pone de manifiesto que Tello ya pensaba enfocar sus esfuerzos en profundizar en el estudio del pasado remoto de nuestro país.

Tello pudo quedarse cómodamente en alguna nación extranjera, como suele ser usual entre muchos de nuestros becados que terminan por ausentarse definitivamente del país, pero optó por retornar al terminar su formación académica, ávido de investigar el pasado del Perú milenario. Acompañado de una dama británica con quien había contraído matrimonio, volvía al país premunido de una sólida preparación, a la que se sumaba su infatigable accionar y el alto coeficiente de inteligencia con el que fue dotado por la naturaleza. Su pasión por el estudio del Perú antiguo fue fortalecida por su herencia racial de tradición peruana originaria, como también por su condición provinciana, si bien el status social del que procedía no era precisamente humilde.

De regreso al Perú en 1913, le fue confiada la jefatura de la Sección Arqueológica del entonces Museo Nacional que funcionaba en el local que hoy ocupa el Museo de Arte de Lima (MALI). La reorganización que introdujo en aquella institución culminó con la creación del antiguo Museo de Antropología y Arqueología, entidad que fue modernizando. Dos años después, en 1915, se vio envuelto en una campaña de desprestigio, colmada de intrigas y de envidias que florecían por los celos que despertaban su dinámico accionar y sus vastos conocimientos. Apesadumbrado presentó su renuncia. Sin embargo, las funestas tropelías que debió soportar le permitieron iniciar en 1916 sus investigaciones de campo, al participar en una expedición científica de la Universidad de Harvard que se internó en zonas próximas al curso superior del río Marañón.

Su fama de científico y de peruanista de corazón fue creciendo. Un año después, en 1917, fue elegido diputado por la provincia de Huarochirí, cargo que ejerció durante once años. No obstante sus ocupaciones como congresista, Tello logró en el ínterin restablecer vínculos con la Facultad de Ciencias de San Marcos, en la que había estudiado tiempo atrás. Aquello le permitió graduarse de Bachiller con su célebre tesis “El uso de las cabezas humanas artificialmente momificadas y su representación en el antiguo arte peruano” (1918). Ese mismo año presentó otra tesis que le permitió optar el doctorado.

Fue también durante el tiempo en que ejercía la diputación cuando la Universidad de San Marcos -siendo su rector don Javier Pardo Ugarteche- aprobó su proyecto de realizar una expedición arqueológica formal. Así, en 1919 dirigió concienzudas exploraciones en el sitio de Chavín de Huántar, monumento soberbio caracterizado por magníficas esculturas pétreas que asombran al espectador. Los resultados fueron publicados en una densa y valiosísima obra póstuma: Chavín. Cultura matriz de la civilización andina (Lima, 1960).

Al regresar de su expedición a Chavín, Tello fundó el Museo de Arqueología de San Marcos. Antes de expirar aquel año de 1919, organizó también el Museo Víctor Larco Herrera que funcionaba en el templete con evocaciones iconográficas tiahuanaco mandado construir por el filántropo Víctor Larco Herrera en la avenida Alfonso Ugarte. Este inmueble alberga ahora al Museo Nacional de la Cultura Peruana.

El Museo Víctor Larco Herrera no atesoraba únicamente las numerosas piezas reunidas por su mentor y propietario. También reunía numerosos materiales arqueológicos que los coleccionistas particulares se apresuraban a donar, motivados por el entusiasmo patriótico que les transmitía el maestro Tello. Las colecciones arqueológicas del nombrado museo fueron incrementándose hasta sumar nada menos que veinte mil especímenes. A pocos años de su fundación, Tello logró que el Estado adquiriera el edificio que ocupaba aquel museo, junto con el cuantioso y valioso material allí guardados. Aquello le permitió fundar en 1924 el antiguo Museo de Arqueología Peruana, que permaneció bajo su custodia hasta 1930. Pasados los años, en 1938, sentó las bases de un nuevo museo con el inmenso material arqueológico que había logrado reunir hasta entonces, incluyendo el que recolectó él mismo en sus exploraciones y excavaciones: en 1919 en Chavín, en 1925 en Paracas, en 1926 y 1934 en el valle de Santa, y en 1934 y 1937 en el Alto Marañón, donde realizó estudios en Huánuco Viejo y en Kotosh (1935), lugar que exploró a instancias del gran geógrafo Javier Pulgar Vidal. En 1942 intervino diversos monumentos situados en el área que hoy ocupa el Parque Nacional de Machu Picchu, particularmente las portentosas ruinas de Huiñay Huayna.

Aparte de sus numerosos artículos y libros publicados, otras obras suyas fueron publicadas en forma póstuma, tal como Chavín. Cultura matriz de la civilización andina (Lima, 1960). En gran medida estas ediciones se deben al empeño de su fiel colaborador Toribio Mejía Xesspe, quien acompañó al maestro en sus diversas jornadas y a quien le era familiar el manejo del cuantioso archivo de libretas y de apuntes legados por Tello. De esta manera se publicaron las obras: Paracas: primera parte (Lima, 1959), Arqueología del valle de Casma (Lima, 1956) y Paracas II: Cavernas y Necrópolis (Lima, 1979), en esta última, Toribio Mejía Xesspe muy merecidamente figura como coautor.

También debemos a Tello obras de enfoque integral sobre la civilización peruana ancestral: Introducción a la historia antigua del Perú (1912), Antiguo Perú (1929), así como el valioso estudio postrero titulado Origen y desarrollo de las civilizaciones prehistóricas andinas (Lima, 1942), trabajo que presentó al XX Congreso Internacional de Americanistas celebrado en Lima en 1939. La amplitud de sus conocimientos permitió a Tello esbozar una y otra vez un panorama de la evolución del pasado arqueológico, y a detenerse en los orígenes de la civilización andina, que estimó estuvo en Chavín.

Consideramos impropio que se pondere la obra de Tello con elogios limitados a exaltar sus “descubrimientos” de ruinas y de cementerios prehispánicos, tal como lo estilan los textos escolares y también algunas crónicas periodísticas. Los descubrimientos de testimonios arqueológicos pueden ser efectuados por cualquier persona ajena a los procedimientos propios de esta disciplina. Desde el punto de vista de nuestra disciplina, “descubrir” no es sinónimo de ver con los ojos. El descubrimiento realizado por el arqueólogo no consiste en exaltar el simple hallazgo de uno u otro testimonio que permanecía desconocido o inédito, más bien estriba en el descubrimiento que se deriva del estudio sistemático del hecho histórico que se esconde detrás del vestigio.

Visto de este modo debemos aclarar, sin ambages, que el sabio Tello no fue el descubridor material de Chavín, como tampoco lo fue de Paracas, ni aún de Sechín, hasta cuyos soberbios monolitos fue conducido por su gran colaborador Toribio Mejía Xesspe quien poco antes había sido guiado al lugar por un niño que rondaba por las inmediaciones. Estas particularidades anecdóticas las anota Tello en sus obras con toda naturalidad, pues están lejos de restarle brillo a los resultados de sus investigaciones que llevaba a cabo con rigor científico. Después de todo, y como suele suceder prácticamente en todos los casos de los voceados “descubrimientos”, especialmente de testimonios arquitectónicos, el profesional suele ser guiado por los comarcanos que conocen estos sitios desde siempre. Así sucedió con el sitio de Sechín que desde tiempo inmemorial era familiar a los lugareños. Por su parte, el monumento de Chavín había sido visitado alrededor de 1548 por el acucioso cronista Pedro Cieza de León, quien lo describe brevemente en su crónica. Asimismo, el “descubrimiento” de la cultura Paracas se debe, en primera instancia, al gran colaborador de Tello, don Toribio Mejía Xesspe. Una versión anecdótica refiere que cual sabueso había logrado contactar con los huaqueros que profanaban el sitio epónimo de esta cultura, en la Península de Paracas, y departiendo entre uno y otro sorbo de chicha le revelaron el secreto de su ubicación. Si siguiéramos transitando por estos senderos -equivocados a todas luces por cuanto conducen a no advertir la distancia que separa el descubrimiento material de lo que es el descubrimiento científico-, ¿acaso no deberían figurar como los auténticos descubridores de la cultura Paracas los mismos peones contratados por el sabio Tello, quienes pala en mano iban poniendo al descubierto un fardo funerario tras otro hasta llegar a “descubrir” nada menos que cuatrocientas sepulturas regias? Por lo expuesto, reiteramos que el verdadero descubrimiento del arqueólogo consiste en revelar la información que se esconde detrás del testimonio Es en este marco en el que debe apreciarse la enorme contribución realizada por Tello.

Nadie puede poner en duda que la acción esclarecedora del milenario pasado peruano desplegada por Julio C. Tello fue inmensa y valiosísima. No obstante, fue objeto de críticas por parte de algunos colegas extranjeros, quienes le achacaban que no se ajustase siempre a las exigencias técnico-metodológicas en boga. Esto es, a la metodología que ellos abrazaban con fervor y que en verdad los limitaba, por cuanto su objetivo se reducía a ahondar en la presentación de minuciosos cuadros de la evolución del pasado arqueológico, que dividían en infinitas fases basadas en los cambiantes rasgos perceptibles en la cerámica, como si solo la evolución tipológica de la cerámica reflejara la sucesión de las etapas culturales y las calificara en los otros aspectos. Es lamentable que esta corriente metodológica siga vigente, como lo demuestra una revisión de la gran mayoría de las tesis universitarias elaboradas en el último medio siglo, así como no pocos de los tratados profesionales publicados en este lapso.

Tello murió en 1947 convencido de que los inicios de la civilización andina ancestral se remontaban a unos 3 000 años. La antigüedad que se le asigna ahora prácticamente duplica a la que estimaba Tello en su época. Esta “danza de los milenios” comenzó con las excavaciones de Junius Bird en Huaca Prieta, y continuó con las intensivas exploraciones de la etapa precerámica por parte de Frederic Engel, Edward Lanning, Rosa Fung, Richard Burger y otros. Se prolonga en el presente con los exhaustivos trabajos de Ruth Shady en Caral y los de Peter Fuchs en Sechín Bajo, quienes remontan los inicios del Precerámico -asociado a arquitectura monumental- a 5 000 y a 5 500 años respectivamente. Estos fechados superan ciertamente en varias centurias a los que se asignan a las pirámides egipcias de Gizeh, aquellas más representativas de esta civilización, como la de Keops cuya antigüedad se estima en 4 600 años.

Transitando siempre entre las comparaciones basadas en estimaciones cronológicas, recordemos que a medio siglo del deceso de Tello se produjo un acontecimiento revolucionario. En aquel entonces, Augusto Cardich anunció que los restos que identificó en Lauricocha se remontaban a nada menos que 10 000 años. Aquello dio pábulo a que en círculos no iniciados florecieran especulaciones absurdas, aguijoneadas por una suerte de ciego patriotismo que propalaba que la cultura peruana era anterior a la que gestó las pirámides de Egipto. Para no caer en falacias como esta, es preciso que en el mismo platillo de la balanza, junto al dato cronológico, se evalúe la información disponible sobre el contexto cultural que corresponde al evento en cuestión. De otro modo las comparaciones basadas puramente en fechados -aún cuando estos sean estimados como intachables, tal como ocurre con los de Lauricocha- llevan a confusiones como la expuesta; es como si la idiosincrasia de las personas pudiera medirse tomando en cuenta únicamente su edad, sin considerar las diferencias somáticas, síquicas y culturales, que al fin y al cabo son los condicionantes que permiten individualizar y así emitir juicios comparativos razonables.

A fin de no caer en falacias, como sucedió en el caso de Lauricocha, aun cuando las construcciones piramidales tempranas del Perú como la de Caral sean, en efecto, más antiguas que las egipcias, es imperioso que medien precisiones relativas al bagaje cultural que corresponde a las pirámides motivo de comparación. Y es que al decir “pirámides egipcias” evocamos inmediatamente a las “clásicas”, y no a aquellas construidas en periodos anteriores a esta civilización. Para una comparación correcta en el terreno de la cronología comparada, deben también tomarse en cuenta las diferencias que acusan aquellas construcciones, tanto en la forma como en su función. Al respecto, salta a la vista que mientras las pirámides peruanas tempranas son escalonadas, las egipcias “clásicas” -con las que el público tiende a compararlas- acusan base cuadrangular con cuatro caras o paredes triangulares que se juntan en el vértice común. También se advierten diferencias en cuanto a la función que desempeñaban. Las pirámides de Egipto tenían por destino servir de mausoleos regios, como es el caso de la de Keops, con sus 146 metros de altura. Por su parte, las construcciones piramidales tempranas del Perú, como las de Caral que se levantan hasta 18 metros de altura, fungían como centros administrativos, con la misión central de velar tanto por la producción como por la tributación, el almacenamiento y la redistribución de los alimentos. Paralelamente servían como sedes de culto y de ceremonias, las mismas que tenían por objetivo casi exclusivo exorcizar las alteraciones climáticas que desencadena el recurrente fenómeno de El Niño, que al obstaculizar la normal producción de los alimentos abrían las puertas al fantasma del hambre. Consideramos finalmente que, para evitar que el público asuma una idea distorsionada de los hechos, los balances cronológico-culturales deben informar si los fechados que se barajan corresponden al tiempo en que concluyó la construcción del monumento, a su abandono o acaso al momento en que fueron colocadas las primeras piedras.

Como señalamos, Tello falleció sin llegar a conocer los hallazgos de gran antigüedad de Lauricocha, o los relativos a las pirámides precerámicas. En cambio, sí tenía conocimiento de las propuestas de Max Uhle en relación a los conchales costeños, anteriores al florecimiento de la civilización andina. Sin embargo, para Tello la civilización no comenzaba con estos antiquísimos testimonios, sino con el advenimiento de Chavín (Horizonte Temprano), grosso modo hace unos 3 000 años. De alguna manera la propuesta del maestro cobra vigencia, a juzgar por el desfase que se advierte tanto en la cantidad como en el perfeccionamiento técnico-artístico, si se comparan los elementos culturales asociados a las pirámides escalonadas tempranas -alrededor de 5 000 años (Caral) y 5 500 años (Sechín Bajo)- con aquellos que son propios de la etapa del extraordinario florecimiento cultural que caracteriza a Chavín-Cupisnique (Horizonte Temprano), desarrollada en el transcurso del primer milenio antes de nuestra era. Esta reflexión debería motivar una discusión en torno a desde cuándo puede hablarse con propiedad acerca del inicio de la civilización andina, la que Toynbee incluye junto a las de Mesopotamia, Egipto, China y algunas pocas más, como aquellas que se desarrollaron plenamente en la antigüedad.

Nos preguntamos ¿el paso se habría dado en la etapa precerámica, cuando fueron levantadas muestras de arquitectura monumental, u ocurrió con lo que Tello calificaba como Chavín (Horizonte Temprano)? Es evidente la existencia de una brecha entre ambas etapas, si reparamos en que en tiempos de Chavín (Horizonte Temprano) la arquitectura pública llegó a alcanzar un grado muy alto de nivel tecnológico, la cerámica era elaborada con las más diversas técnicas, la confección de tejidos acusaba técnicas avanzadas en comparación con las primarias de tiempos precerámicos, y las expresiones de la metalurgia eran trabajadas con variada tecnología Este esplendor se advierte también en la estructura socioeconómica, que tiene antecedentes cercanos en la etapa anterior, evidentes por la presencia de arquitectura pública monumental. La estructura socioeconómica del Horizonte Temprano exhibe un modo de producción consolidado y eficiente, que permitió el extraordinario despliegue que caracteriza a esa etapa cultural. Su eficacia queda confirmada porque fue entonces que se inventaron y pusieron en marcha las más diversas estrategias o técnicas. Casi todas ellas tenían por meta ahuyentar el flagelo del hambre que afloraba recurrentemente a causa de las anomalías climáticas propiciadas por el fenómeno de El Niño que en esta parte del mundo golpea con especial rudeza. A estas catástrofes que era menester sortear para así asegurar la existencia, se sumaban otras como la extrema limitación de tierras aptas para el cultivo, así como el aumento sostenido de la tasa poblacional, al que necesariamente conduce la práctica agrícola desde sus primeros pasos. ¡Oh paradoja! Fueron precisamente estos factores concurrentes los que condujeron al surgimiento de lo que se conoce como alta cultura o civilización. La eficacia del modo de producción y su secuela, expresada en la efervescencia cultural que da título de civilización a la que se desarrolló en territorio andino a partir de Chavín-Cupisnique (Horizonte Temprano), explica la razón por la cual los aspectos básicos de este modelo socioeconómico subsistieron cerca de 3 000 años, hasta la irrupción europea en el siglo XVI. De lo expuesto se desprende que la época precerámica asociada a la arquitectura monumental, pertenece a una etapa que más que asimilarla al periodo de la civilización ancestral peruana, debe ser ubicada más bien en uno que le antecede y que por sus características podría llamarse de los balbuceos o de los preludios civilizatorios. Deslindar contextos culturales como el abordado es algo que se presta a discusiones interminables, y es que siempre se podrán encontrar “antecedentes”. Enarbolando un ejemplo simplista: una cosa es la idiosincrasia y la experiencia de una persona adulta y otra la de un niño o la de un adolescente. Vista la problemática del modo planteado, la misma permite considerar que Tello, en el aspecto que nos ocupa, no parece haber perdido vigencia.

Terminemos señalando algunas frases del sabio Tello, que revelan su honda preocupación por los postulados que deberían regir el ejercicio de la disciplina arqueológica. No obstante su gran pasión peruanista y haber abrazado la por entonces arrasadora corriente indigenista, tal como subraya Henry Tantaleán, Tello en sus escritos puntualiza que es deber del arqueólogo, mientras realiza su misión, obligarse a “desprenderse de toda referencia de carácter subjetivo (para obrar) sin más norma que la verdad”. Aquello, insiste, debe constituir “la mayor satisfacción del investigador...”. Que sirva este mensaje del gran Julio C. Tello como reflexión para todos los que nos dedicamos a escudriñar el remoto pasado peruano, anterior a la irrupción europea."

Federico Kauffmann Doig
Amauta, Doctor en Arqueología e Historia
Miembro de número de la Academia Nacional de Historia del Perú. Lima, Perú
Miembro del Comité Científico del Centro Studi Ricerche Ligabue de Venecia, Italia

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