lunes, 13 de febrero de 2017

P. Adolfo Franco, SJ: comentario para el domingo 12 de febrero


DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO
Mt. 5, 17-37 

17 No penséis que he venido para abrogar la ley ó los profetas: no he venido para abrogar, sino á cumplir.

18 Porque de cierto os digo, que hasta que perezca el cielo y la tierra, ni una jota ni un tilde perecerá de la ley, hasta que todas las cosas sean hechas.

19 De manera que cualquiera que infringiere uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñare á los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos: mas cualquiera que hiciere y enseñare, éste será llamado grande en el reino de los cielos.

20 Porque os digo, que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y de los Fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

21 Oísteis que fué dicho á los antiguos: No matarás; mas cualquiera que matare, será culpado del juicio.

22 Mas yo os digo, que cualquiera que se enojare locamente con su hermano, será culpado del juicio; y cualquiera que dijere á su hermano, Raca, será culpado del concejo; y cualquiera que dijere, Fatuo, será culpado del infierno del fuego.

23 Por tanto, si trajeres tu presente al altar, y allí te acordares de que tu hermano tiene algo contra ti,

24 Deja allí tu presente delante del altar, y vete, vuelve primero en amistad con tu hermano, y entonces ven y ofrece tu presente.

25 Concíliate con tu adversario presto, entre tanto que estás con él en el camino; porque no acontezca que el adversario te entregue al juez, y el juez te entregue al alguacil, y seas echado en prisión.

26 De cierto te digo, que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.

27 Oísteis que fué dicho: No adulterarás:

28 Mas yo os digo, que cualquiera que mira á una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.

29 Por tanto, si tu ojo derecho te fuere ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti: que mejor te es que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.

30 Y si tu mano derecha te fuere ocasión de caer, córtala, y échala de ti: que mejor te es que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.

31 También fué dicho: Cualquiera que repudiare á su mujer, déle carta de divorcio:

32 Mas yo os digo, que el que repudiare á su mujer, fuera de causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casare con la repudiada, comete adulterio.

33 Además habéis oído que fué dicho á los antiguos: No te perjurarás; mas pagarás al Señor tus juramentos.

34 Mas yo os digo: No juréis en ninguna manera: ni por el cielo, porque es el trono de Dios;

35 Ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalem, porque es la ciudad del gran Rey.

36 Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer un cabello blanco ó negro.

37 Mas sea vuestro hablar: Sí, sí; No, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.

Seguimos en este nuevo domingo con la lectura del Sermón del Monte. Jesucristo va a hacer un desarrollo de cómo debe ser la conducta de los que quieran seguirle en este Reino que está El instaurando.

Y empieza con dos afirmaciones que introducen todo lo demás que va a enseñarnos a continuación y que dan el sentido al resto de sus enseñanzas en este Sermón. Dos afirmaciones: que El no ha venido a abolir la Ley, sino a darle cumplimiento, o sea a convertirla en la "ley perfecta" que Dios quiere; por eso llevará cada mandamiento de la antigua ley,  a su perfección. Y la segunda afirmación que completa la primera, es que nuestra justicia, o sea nuestra conducta debe ser mejor que la de los escribas y fariseos. Y al desarrollar estas enseñanzas nos dirá cuál es la meta a la que debemos pretender llegar que debemos llegar: la perfección de nuestro Padre Celestial.

Y en el párrafo del Evangelio de hoy aplica esas dos normas a cinco de los mandamientos de la antigua ley:

Y lo primero es al mandamiento de "no matarás". El mandamiento estaba entendido en forma restrictiva: se cumplía con él no matando. Pero eso no basta, Jesús lleva a su perfección este mandamiento, diciéndonos que lo que Dios quiere es que no hagamos ningún daño, en absoluto, ningún daño a nadie, ni de palabra, ni de pensamiento ni de obra. Y el que no lo cumple así, tiene un comportamiento como el de los escribas y fariseos: por eso nos dice que si no tenemos una conducta mejor que la de los escribas y fariseos no entraremos en el reino de los cielos.

Sigue el Señor con estas enseñanzas, que elevan la ley de Dios a su límite más perfecto. Y entra al tema de los litigios. La defensa de los derechos, es un asunto verdaderamente importante. Pero Jesús quiere por encima de todo derecho la paz: el buscar el arreglo sin violencia. Y dice que si tenemos un pleito arreglemos el asunto antes de llegar al juez. Puede estar implicado en esto el perdón del que hablará el Señor tantas veces en el Evangelio. Y también está hablando de la necesidad de renunciar a lo propio por el bien de la paz. Los fariseos no tenían misericordia, buscaban llegar, si fuera necesario, a la condena del adversario, porque era ese su sentido de la justicia: una forma de venganza. Y la venganza nunca tendrá cabida alguna en el Evangelio de Jesús.

A continuación se refiere al adulterio, el sexto mandamiento de la Ley de Dios. De nuevo Jesús lleva este mandamiento a su perfección. Indicándonos que se falta a este mandamiento con malas miradas, malos pensamientos o malos deseos. No basta con evitar el adulterio de obra, sino que ninguna de nuestras facultades debe mancharse,  ni  pervertirse. Es que Dios quiere que tengamos  pura la mirada, el pensamiento, el deseo, la acción. Porque debemos ser totalmente puros para Dios. Y el que no actúa así, se comporta como los escribas y fariseos, que solamente se contentaban con lo mínimo de este mandamiento.

También en este Evangelio que hoy hemos leído aplica Jesús sus dos enseñanzas fundamentales, de la perfección de la ley y de la superación de la conducta de los escribas y fariseos, al tema del divorcio. De este tema hablará el Señor también en otra oportunidad. Ahora deja bien sentado que no es lícito el divorcio. La perfección del matrimonio en el plan de Dios no puede subordinarse a condiciones, ni circunstancias.

Y finalmente en este párrafo que hemos leído se nos habla del juramento. Dos cosas inculca Jesús: la primera el juramento es cosa muy sagrada y la segunda que debe bastar la rectitud y la veracidad de las personas, sin necesidad de apoyar nuestras afirmaciones en juramentos. Baste con decir sí, o no, sin apoyos de juramentos, que es usar lo sagrado que es el nombre de Dios o su templo, en cosas de la vida ordinaria.

Se trata entonces en todo esto de vivir con radicalidad lo que el Señor nos ha trazado en cada uno de los diez mandamientos: no hay límites en su cumplimiento, siempre podremos cumplirlos de manera más perfecta. Siempre nos quedará mucho para llegar a donde Dios quiere.

Adolfo Franco, SJ