miércoles, 10 de noviembre de 2021

Libro: La Isla del Tesoro

 

 

Para el comprador indeciso
   
Si los cuentos que narran los marinos,
Hablando de temporales y aventuras, de sus amores y sus odios,  
De barcos, islas, perdidos Robinsones
Y bucaneros y enterrados tesoros,
Y todas las viejas historias, contadas una vez más  
De la misma forma que siempre se contaron,  
Encantan todavía, como hicieron conmigo,
A los sensatos jóvenes de hoy: 

-¿Qué más pedir? Pero si ya no fuera así,  
Si tan graves jóvenes hubieran perdido  
La maravilla del viejo gusto
Por ir con Kingston o con el valiente Ballantyne,  
O con Cooper y atravesar bosques y mares:
Bien. ¡Así sea! Pero que yo pueda
Dormir el sueño eterno con todos mis piratas
Junto a la tumba donde se pudran ellos y sus sueños. 

PARTE PRIMERA: EL VIEJO PIRATA
   
Y el viejo marino
llegó a la posada del «Almirante Benbow»

El squire Trelawney, el doctor Livesey y algunos otros caballeros me han indicado que ponga por escrito todo lo referente a la Isla del Tesoro, sin omitir detalle, aunque sin mencionar la posi ción de la isla, ya que todavía en ella quedan riquezas enterradas; y por ello tomo mi pluma en este año de gracia de 17... y mi memoria se remonta al tiempo en que mi padre era dueño de la hostería «Almirante Benbow», y el viejo curtido navegante, con su rostro cruzado por un sablazo, buscó cobijo para nuestro techo.

Lo recuerdo como si fuera ayer, meciéndose como un navío llegó a la puerta de la posada, y tras él arrastraba, en una especie de angarillas, su cofre marino; era un viejo recio, macizo, alto, con el color de bronce viejo que los océanos dejan en la piel; su coleta embreada le caía sobre los hombros de una casaca que había sido azul; tenía las manos agrietadas y llenas de cicatrices, con uñas negras y rotas; y el sablazo que cruzaba su mejilla era como un costurón de siniestra blancura. Lo veo otra vez, mirando la ensenada y masticando un silbido; de pronto empezó a cantar aquella antigua canción marinera que después tan a menudo le escucharía:

«Quince hombres en el cofre del muerto... ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡Y una botella de ron!»

Primeras lìneas de La Isla del Tesoro 

 

Las obras más emblemáticas de la literatura juvenil, dirigida a niños, jóvenes y adultos. Su diseño especial da valor al libro como objeto exclusivo, además de ser un clásico indispensable en la biblioteca de cualquier lector. Tras estas páginas sigue una historia de barcos y corsarios, de mapas del tesoro y riquezas. Hubo una época en la que los piratas eran temidos en alta mar. Con banderas negras y calaveras, sus barcos surcaban los mares en busca de fortunas y atravesaban su daga en aquellos que trataran de interponerse en su camino. Eran feroces y salvajes, y no obedecían ninguna ley. Jim Hawkins es un chico normal que trabaja ayudando a sus padres, hasta que un día se ve envuelto en una aventura fascinante que jamás hubiera imaginado. No tiene otra opción: debe embarcarse a bordo de la Hispaniola en busca del tesoro. Porque ¿qué hubieras hecho tú si un hombre grande, con coleta y una cicatriz que le cruza la mejilla te revelara el lugar donde se encuentra un mapa del tesoro? 

 

ROBERT LOUIS STEVENSON

(Edimburgo, Gran Bretaña, 1850 – Vailima, Samoa, 1894), hijo de un dominante constructor de faros, tuvo desde niño varias crisis pulmonares que le llevaron a una constante y nostálgica peregrinación en busca de climas más cálidos, hasta que en 1888 embarca hacia los mares del Sur y se establece en Samoa con su mujer, cumpliendo así el sueño de su corta vida. Sus estudios de náutica, que más tarde abandonaría por los de derecho, le permitieron entrar en contacto con las gentes y costumbres marineras, ingredientes fundamentales en algunas de sus obras más conocidas, como La isla del tesoro, La flecha negra o El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde.

 

MÁS INFORMACIÓN

 

Autor(es): Robert Louis Stevenson

Editorial: Austral

Páginas: 336

Tamaño: 13 x 18 cm.

Año: 2016