DUISBURGO,
Alemania — Al inicio de un recorrido exclusivo por la exposición de
arte contemporáneo del museo, casi no se podía distinguir entre los
visitantes mayores y el resto. Al contemplar la escultura de cobre de un
gran árbol, una mujer que antes era ama de casa murmuró: “¡Qué lindo!”.
“Hermoso”, coincidió un mecánico industrial jubilado. “Quizá se sacuda”.
Recorriendo
la sala, otra mujer señaló los conos de cobre en la punta de las largas
y torcidas ramas del árbol. ¿Tocaban música? La ama de casa retirada se
acercó a uno de ellos.
Estos
visitantes, con antecedentes de todo tipo y pertenecientes a distintas
esferas de la sociedad, tenían algo en común: eran residentes de una
casa hogar para pacientes con demencia ubicada en Essen. Su visita al
museo era parte de un programa destinado específicamente a personas que
padecen demencia o alzhéimer.
Kastner hizo una pausa para que los espectadores asimilaran lo que había dicho. Luego le contó al grupo que la obra se titulaba Turtle sighing tree (El árbol de los susurros de la tortuga). ¿Qué opinaban ellos?
Se
hizo silencio. Finalmente, Gertrud Schnauz, una paciente diurna de la
casa hogar, respondió: “Necesitas tiempo para contar una historia”.
Así es, coincidió Kastner: toma tiempo escuchar las penas de otra persona.
“También cuando estás feliz”, replicó Shnauz. “Escuchar requiere tiempo”.
En Alemania, el país de Europa con la mayor cantidad
de personas mayores de 65 años y con un sólido sistema de museos
locales con financiamiento público, este tipo de recorridos son cada vez
más comunes. Se realizan tanto en grandes museos de Berlín como en
instituciones menos conocidas en las comunidades provinciales.
Kastner,
coordinadora de relaciones del museo Lehmbruck, diseñó el programa por
primera vez en 2006 en Duisburgo, una zona antes industrial en el
noroeste de Alemania, luego de que le diagnosticaran demencia a la madre
de una colega.
“Al
principio lo hicimos por nuestra compañera”, dijo Kastner. “Nos dimos
cuenta de lo difícil que era esta situación para ella y pensamos: ‘¿Cómo
podemos facilitarle las cosas?’”.
Kastner
dirigió al grupo del árbol de cobre hacia una pieza realizada por la
artista visual alemana Rebbecca Horn, quien creó un molde de metal de
sus zapatos puntiagudos para fiesta y los fijó a un bloque de acero. Ya
entrados en calor, los visitantes compartieron su opinión con
entusiasmo. “Soy una persona práctica”, comentó Henny Mimitz. “No puedes usar esos zapatos en la calle”.
Unas
barras de metal que sobresalían de los zapatos y se mecían lentamente
llamaron la atención de Muhammed Nasrudinsada, el exmecánico. “Como una
cuna que se mece en el viento”, señaló.
“Pero no puedes usar esos zapatos en la calle”, repitió Mimitz, negando con la cabeza.
Por
último, Kastner volvió a preguntar qué significaba. Heidrun Mann,
residente de la casa hogar que había permanecido en silencio hasta
entonces, fue quien respondió.
“Se
acabó”, dijo Mann. “Ya no hay más pasos para dar”. Kastner no le había
dicho nada al grupo en el recorrido, pero la artista justamente creó esa
obra después de que un derrame le impidiera volver a caminar y, por lo
tanto, a usar esos zapatos.
Kastner preguntó qué sensación les producía la pieza. Mann reflexionó, mirando la obra de arte. “Para mí es hermosa”, dijo.
Una escultura hecha con tres grandes anillos dorados titulada Intertwined in unending love
(Entrelazados en un amor sin fin) motivó a alguien más en el grupo,
Thomas Seel, a hablar sobre cómo el recorrido había sido benéfico para
su mujer, quien padece de afasia. “Ya perdió la capacidad de hablar”,
explicó. “Pero pone atención, está involucrada. Es bueno observar”.
Una
vez que el grupo se marchó, Kastner reflexionó acerca del proceso para
crear un recorrido museográfico para pacientes que padecen demencia.
Para
ver videos sí hace falta que permanezca una memoria sobre secuencias,
por lo que no funciona tan bien para estos recorridos, pero fuera de eso
hay muy pocas limitantes sobre el tipo de arte que Kastner y sus
colegas muestran a los pacientes. Una pieza constructivista sobre el
valor del arte —un escaparate pequeño lleno de monedas con un chorrito
de agua— motivó a uno de los grupos a hablar sobre cómo habían manejado
sus finanzas en el pasado.
Según
Kastner, otros grupos que toman los recorridos en el museo a veces
tienen más dificultades para conectarse con el arte porque le agregan
muchas capas analíticas o de interpretación. Pero las personas con
demencia, dijo, tienden a reaccionar emocionalmente de una manera más
inmediata.
“Por
lo general, en un recorrido descubres un tema recurrente y vas
construyendo a partir de él”, dijo. “No puedes hacer lo mismo aquí. Pero
en el momento puedes contemplar una pieza y hablar al respecto. Es una
experiencia intensa, con una naturaleza distinta. Llegas a experimentar
momentos maravillosos”.
Kastner
afirmó que su trabajo con personas que padecen demencia le ha enseñado a
ser una mejor oyente. “Incluso cuando una persona no habla, debes
dignificar su presencia”, comentó. “Decir: ‘Estás observando’. Ese
también es un aporte”.
CADENA DE CITAS