miércoles, 15 de agosto de 2018

Cita CCCXCVI: El poder del arte sobre la memoria




Un recorrido por el museo Lehmbruck para personas
que padecen demencia en Duisburg, Alemania


DUISBURGO, Alemania — Al inicio de un recorrido exclusivo por la exposición de arte contemporáneo del museo, casi no se podía distinguir entre los visitantes mayores y el resto. Al contemplar la escultura de cobre de un gran árbol, una mujer que antes era ama de casa murmuró: “¡Qué lindo!”.

“Hermoso”, coincidió un mecánico industrial jubilado. “Quizá se sacuda”.

Recorriendo la sala, otra mujer señaló los conos de cobre en la punta de las largas y torcidas ramas del árbol. ¿Tocaban música? La ama de casa retirada se acercó a uno de ellos.

Estos visitantes, con antecedentes de todo tipo y pertenecientes a distintas esferas de la sociedad, tenían algo en común: eran residentes de una casa hogar para pacientes con demencia ubicada en Essen. Su visita al museo era parte de un programa destinado específicamente a personas que padecen demencia o alzhéimer.

Sybille Kastner, quien dirige los programas educativos en el museo Lehmbruck en Duisburgo y es pionera en programas para personas con estos padecimientos, juntó al grupo poco a poco. Presionó un botón y el árbol, en efecto, se sacudió. A medida que los susurros crecían en la sala, Kastner explicó que en cada uno de los conos sonaba una historia de dolor distinta.

 Kastner hizo una pausa para que los espectadores asimilaran lo que había dicho. Luego le contó al grupo que la obra se titulaba Turtle sighing tree (El árbol de los susurros de la tortuga). ¿Qué opinaban ellos?

Se hizo silencio. Finalmente, Gertrud Schnauz, una paciente diurna de la casa hogar, respondió: “Necesitas tiempo para contar una historia”.

Así es, coincidió Kastner: toma tiempo escuchar las penas de otra persona.

“También cuando estás feliz”, replicó Shnauz. “Escuchar requiere tiempo”.

En Alemania, el país de Europa con la mayor cantidad de personas mayores de 65 años y con un sólido sistema de museos locales con financiamiento público, este tipo de recorridos son cada vez más comunes. Se realizan tanto en grandes museos de Berlín como en instituciones menos conocidas en las comunidades provinciales.

Kastner, coordinadora de relaciones del museo Lehmbruck, diseñó el programa por primera vez en 2006 en Duisburgo, una zona antes industrial en el noroeste de Alemania, luego de que le diagnosticaran demencia a la madre de una colega.

“Al principio lo hicimos por nuestra compañera”, dijo Kastner. “Nos dimos cuenta de lo difícil que era esta situación para ella y pensamos: ‘¿Cómo podemos facilitarle las cosas?’”.

Kastner dirigió al grupo del árbol de cobre hacia una pieza realizada por la artista visual alemana Rebbecca Horn, quien creó un molde de metal de sus zapatos puntiagudos para fiesta y los fijó a un bloque de acero. Ya entrados en calor, los visitantes compartieron su opinión con entusiasmo. “Soy una persona práctica”, comentó Henny Mimitz. “No puedes usar esos zapatos en la calle”.

Unas barras de metal que sobresalían de los zapatos y se mecían lentamente llamaron la atención de Muhammed Nasrudinsada, el exmecánico. “Como una cuna que se mece en el viento”, señaló.
“Pero no puedes usar esos zapatos en la calle”, repitió Mimitz, negando con la cabeza.

Por último, Kastner volvió a preguntar qué significaba. Heidrun Mann, residente de la casa hogar que había permanecido en silencio hasta entonces, fue quien respondió.

“Se acabó”, dijo Mann. “Ya no hay más pasos para dar”. Kastner no le había dicho nada al grupo en el recorrido, pero la artista justamente creó esa obra después de que un derrame le impidiera volver a caminar y, por lo tanto, a usar esos zapatos.

Kastner preguntó qué sensación les producía la pieza. Mann reflexionó, mirando la obra de arte. “Para mí es hermosa”, dijo.

Una escultura hecha con tres grandes anillos dorados titulada Intertwined in unending love (Entrelazados en un amor sin fin) motivó a alguien más en el grupo, Thomas Seel, a hablar sobre cómo el recorrido había sido benéfico para su mujer, quien padece de afasia. “Ya perdió la capacidad de hablar”, explicó. “Pero pone atención, está involucrada. Es bueno observar”.

Una vez que el grupo se marchó, Kastner reflexionó acerca del proceso para crear un recorrido museográfico para pacientes que padecen demencia.

Para ver videos sí hace falta que permanezca una memoria sobre secuencias, por lo que no funciona tan bien para estos recorridos, pero fuera de eso hay muy pocas limitantes sobre el tipo de arte que Kastner y sus colegas muestran a los pacientes. Una pieza constructivista sobre el valor del arte —un escaparate pequeño lleno de monedas con un chorrito de agua— motivó a uno de los grupos a hablar sobre cómo habían manejado sus finanzas en el pasado.

Según Kastner, otros grupos que toman los recorridos en el museo a veces tienen más dificultades para conectarse con el arte porque le agregan muchas capas analíticas o de interpretación. Pero las personas con demencia, dijo, tienden a reaccionar emocionalmente de una manera más inmediata.

“Por lo general, en un recorrido descubres un tema recurrente y vas construyendo a partir de él”, dijo. “No puedes hacer lo mismo aquí. Pero en el momento puedes contemplar una pieza y hablar al respecto. Es una experiencia intensa, con una naturaleza distinta. Llegas a experimentar momentos maravillosos”.

Kastner afirmó que su trabajo con personas que padecen demencia le ha enseñado a ser una mejor oyente. “Incluso cuando una persona no habla, debes dignificar su presencia”, comentó. “Decir: ‘Estás observando’. Ese también es un aporte”.


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