jueves, 12 de abril de 2018

Cita CCCLXXXII: La hermosa y compleja Bogotá: guía para viajeros primerizos


 Usaquén es un encantador pueblo colonial al norte de Bogotá que se volvió parte de la ciudad en la década de los cincuenta, pero todavía se siente como un mundo aparte. Además de que ahí se encuentra el único W Hotel de Colombia, también es un sector para ir de compras y cenar; los domingos hay un mercado de pulgas donde los comerciantes indígenas venden bolsas con jareta y zapatos de lona bordados con patrones tradicionales. Se pueden encontrar cosas similares en La Candelaria, un barrio colonial en el centro histórico de Bogotá, pero me sentí más relajada paseando por Usaquén. No se pierdan los puestos de comida, que ofrecen de todo: desde un pastel de cinco capas hasta mazorcas asadas, bañadas de mantequilla y sal.

Museo del Oro

El museo, que ofrece visitas guiadas en español e inglés, alberga la colección más grande de objetos de oro prehispánicos. Aprenderás sobre las vidas espirituales de las tribus indígenas colombianas que creían que el oro contenía la energía del sol y no le daban ningún valor monetario. He de confesar que me aburrí de ver todos esos objetos estáticos y brillantes, pero después de hablar con Rodríguez, pude entender mejor la importancia del museo. “Es la historia de cómo los españoles atravesaron la selva buscando El Dorado, una ciudad de oro —y hasta cierto punto había algo de verdad en ello—, pero iban tras la plata y acabaron con estas personas sumamente evolucionadas y espirituales”, dijo. “Es una historia de avaricia. Esa es la historia de cómo Bogotá se convirtió en un pueblo español”.

Por caminos no tan conocidos

Recorridos en bicicleta por Bogotá

Los ciclistas aquí son casi tan abundantes como los automóviles y se les puede ver por montones recorriendo vías restringidas para ellos igualmente abundantes. Bogotá se lleva el crédito de ser la primera ciudad en tener una ciclovía y conserva esa distinción, ya que todos los domingos cierra varias calles para que las usen exclusivamente ciclistas, peatones e incluso acróbatas.

Ansiosa de andar sobre dos ruedas, tomé un recorrido de tres horas que me hizo ver la ciudad de una manera fascinante, a través de los ojos de nuestro guía, Michael Steven Sánchez Navas, un artista del grafiti y enemigo apasionado de la desigualdad. Nos contó sobre el escándalo con Justin Bieber, cuando el cantante canadiense pintó grafitis en un muro ante la presencia de policías apenas unos meses después de que un patrullero disparó contra un famoso artista del grafiti que perdió la vida, y sin proponérselo desató una revuelta de artistas callejeros. Nos habló sobre los errores que en su opinión se habían cometido en la ciudad, incluyendo la siembra de árboles no nativos e invasivos en los Cerros Orientales. “Nuestro gobierno decidió que los pinos y los eucaliptos estaban más de moda”, dijo.

Los mercados de Paloquemao y Plaza 7 de Agosto

Algunas frutas en los mercados colombianos se pueden encontrar en otros lugares, pero la frescura y variedad ofrecidas aquí no tienen comparación. Entre mis favoritas estuvieron la pitaya amarilla; la granadilla; la chirimoya, cuya pulpa es blanca y envuelve semillas negras que no son comestibles; el mangostino, un bulbo violeta que tiene gajos dulces, y la uchuva, que tiene un aspecto similar al de las cerezas anaranjadas, crece en vainas y sabe a gloria. Pero la mejor de todas es el lulo: un cítrico que parece kiwi. Se suele cortar en cubos y mezclar con agua, limón y azúcar, en una bebida que recibe el nombre de lulada, tan espesa que hay que comerla con una cuchara. Sueño con ella a diario.

Paisajes encantadores en vía La Calera

Tras tres intentos de tomar un teleférico a Monserrate, la famosa catedral en lo alto de una colina, y que me lo impidiera el clima o los horarios de funcionamiento, renuncié a ver la ciudad desde las alturas. Después Rodríguez me mostró miradores en vía La Calera, al norte del sector turístico. Fue una forma libre de estrés de entender la vastedad de Bogotá.

Livin’ la vida local

El 604

La invitación a esta cena mexicana clandestina, que se lleva a cabo una vez al mes, vino de una amiga de una amiga que está casada con un colombiano y que se vino de la ciudad de Nueva York a vivir a Bogotá. Seguimos las instrucciones para reunirnos en el recibidor de un edificio de apartamentos y después entramos en fila a una biblioteca privada con una mesa puesta para veinte personas. Ahí, la chef Ximena Leal nos sirvió una cena de cuatro tiempos estilo casero con margaritas ilimitadas por 32 dólares por persona. La mejor parte de todo fue la conversación, particularmente de una psicóloga clínica, María Meme Esguerra, quien declaró: “No vamos a hablar de política ni de religión, pero podemos hablar de sexo porque esa es la única cosa en la que podemos estar de acuerdo”.
 
Y de repente… un musical sobre llaneros

Mientras comía un ajiaco (una sopa espesa de papa con mazorca, pollo, alcaparras y crema de leche) en La Puerta Falsa en el centro histórico, me hice amiga de una pareja de jubilados. Se dirigían al Teatro Colón para ver Vive Zaperoco, un musical sobre la cultura de los Llanos Orientales de Colombia, y resultó que había boletos disponibles en la sección más barata y también la más alta. El nivel del español que hablaban era demasiado avanzado para mí, pero los bailes fueron maravillosos: zapateados rítmicos y rituales de cortejo entre hombres vestidos de llaneros en tonos oscuros y mujeres en coloridas faldas que se levantaban hasta la cintura cuando ellas giraban. Cuando el público comenzó a zapatear al unísono, todo el piso tembló, como un terremoto de aprecio al arte.

Consejos prácticos

Memoricen a dónde van en un mapa antes de salir. Me quedé en Casa De Lavim – Hotel Boutique & Spa, donde me hospedé por 47 dólares la noche en el moderno sector de Chapinero. Durante los días que estuve en Bogotá, tuve la sensación de que podía recurrir a cualquiera en la calle y obtener ayuda de inmediato. 

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