"Teníamos una pila grande y anticuada, una pila húmeda en la cocina, conectada a un timbre eléctrico. El timbre era demasiado complicado de entender al principio, y la pila me resultaba más atractiva, pues contenía un tubo de barro cocido inmerso en un líquido azulado; todo esto iba dentro de una envoltura exterior de cristal, también llena de fluido, y que contenía una barrita delgada de cinc. Se asemejaba a una especie de fábrica química en miniatura, y a veces me parecía ver que del cinc salían burbujitas de gas. Esta pila de Daniell (como se la llamaba) tenía un aspecto completamente decimonónico, victoriano, y tan extraordinario objeto producía electricidad por sí mismo, sin frotamiento ni fricción, solo por obra de sus propias reacciones químicas. Que ésa fuera una fuente de electricidad distinta, no estática ni de rozamiento, sino un tipo de electricidad radicalmente distinto, debió de parecer realmente asombroso, una nueva fuerza de la naturaleza, cuando Volta lo descubrió en 1800. Anteriormente sólo había habido las descargas fugitivas, las chispas y los destellos de electricidad por rozamiento; ahora uno podía tener a su disposición una corriente estable, uniforme, invariable. Sólo se necesitaban dos metales distintos: el cobre y el cinc servían, o el cobre y la plata (Volta investigó una serie de metales que diferían en voltaje, al diferencia de potencial), inmersos en un medio conductor.
(...)
Pero mi favorita seguía siendo la vieja pila de Daniell, y cuando nos modernizamos y compramos una elegante pila seca para el timbre, me apropié de la de Daniell. Sólo tenía un modesto voltaje de un voltio o voltio y medio, pero la corriente, de varios amperios, era considerable en vista de su tamaño. Esto la hacía muy apropiada para experimentos de luz y calor, donde se necesitaba una corriente considerable, pero el voltaje importaba poco.
De este modo podía calentar alambre fácilmente, pues el tío Dave me había proporcionado toda una bandolera del mejor alambre de tungsteno de diferentes grosores. El más grueso, de dos milímetros de diámetro, se calentaba ligeramente cuando lo conectaba a los terminales de la pila; el más fino se ponía al rojo y se incineraba en un destello y había un cómodo alambre intermedio que se podía mantener un rato al rojo, aunque incluso a esa temperatura no tardaba en oxidarse y en desintegrarse en una pelusa de óxido blanco amarillento.
Utilizando la pila de Daniell como fuente de energía, también podía descomponer el agua si estaba salobre o acidulada. Recuerdo el extraordinario placer que me proporciono descomponer un poco de agua en una huevera, contemplando cómo se separaban de manera visible sus elementos, el oxígeno en un electrodo y el hidrogeno en el otro. La electricidad de una pila de un voltio, aunque parecía muy suave, era suficiente para separar un compuesto químico, descomponer el agua, o, de manera más espectacular, la sal en sus constituyentes violentamente activos."
El tío Tungsteno. Página 167-168. Oliver Sacks. Editorial Anagrama. Colección Compactos. Barcelona, España - 2003.
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