ENRIQUE SÁNCHEZ HERNANI
Sociólogo, escritor y periodista peruano (Lima, 1953). A fines de la década del 70 fundó, junto con otros destacados escritores peruanos, el grupo literario La Sagrada Familia, que publicó revistas, libros y sostuvo una intensa actividad literaria. Estudió sociología y literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), en Lima. Textos suyos han sido publicados en antologías y revistas especializadas de su país y de Colombia, Argentina, México, Chile, Venezuela, Ecuador, Chile y Estados Unidos. Escribe para El Dominical y la revista Somos del diario El Comercio. Ha dado recitales públicos de su poesía en Perú, Colombia y México, y ha asistido a varios congresos literarios en su país y en el extranjero. Desde mediados de los 80 trabaja como periodista en medios escritos. Ha publicado los poemarios Por la bocacalle de la locura (Ediciones La Sagrada Familia; Lima, 1978), Violencia de sol (Ediciones Ruray; Lima, 1980), Banda del sur (Ediciones Los Reyes Rojos; Lima, 1985), Altagracia (Ediciones de los Lunes; Lima, 1989), Pena capital (Ediciones Jaime Campodónico; Lima, 1995), Música para ciegos (Ediciones El Santo Oficio; Lima, 2001), Vinilo, 42 poemas del rock’n roll (Fauno Ediciones; Lima, 2006) y Quise decir adiós (Fondo Editorial Cultura Peruana; Lima, 2011).
HABITACIÓN (VACÍA) EN ROMA
Ha muerto Jorge Eduardo Eielson
sus tersas manos soltaron el papel
sus dedos volvieron a la tierra
a reunirse con el rocío matutino
ha muerto Jorge Eduardo Eielson
arde Roma y en Nápoles los pianos sollozan
dime tú ¿cómo es posible
que dios muera y el mar
permanezca sobre las piedras?
Jorge Eduardo Eielson ha muerto
o eso nos parece:
sus pies ya resbalan por un espejismo
y una nota de jazz los acompaña
una sola nota
delgada y dulce como el cuello
de una jirafa
Eielson no ha muerto:
somos nosotros los que hemos desaparecido
de su campo visual
arrobados entre oscuras estrellas.
Dime Diego:
¿cómo es posible que dios
se muera
Complejo de Edipo
Para que ya no sufras en esos tristes letargos
a los que te conducen las explosiones químicas
de pastillas e inyecciones en tus blandas venas
para que no estés tan sola
meciéndote en esa silla de mimbre
que como un decorado de otros tiempos
cuelga en el balcón de una casa de utilería
para que no confundan tu vejez con el candor
pues bien sabemos que aún siendo mi madre
contabas con dos o tres defectos
que te hacían más humana
hermosa y altiva como la imagen de una santa
para que los ángeles de túnicas doradas y escafandras
que siempre se entrometieron en tus sueños
parezcan seres menos exagerados
algo así como dos o tres astronautas
paseando en la vía láctea
para que no des más profecías envuelta en un jergón
sino en albos atuendos
que no te darán esa equívoca imagen de demente
ni siquiera cuando predigas el final del mundo
o la llegada de aves extraterrestres
para que te defiendas de los vendedores
de baratijas y permanezcas invisible
delante de sus pagarés y sus megáfonos
para no olvidarte nunca
y porque mi siquiatra dice que todavía no destruyo
el fantasma de mi identidad
yo te decatipo
madre mía.
Ha muerto Jorge Eduardo Eielson
sus tersas manos soltaron el papel
sus dedos volvieron a la tierra
a reunirse con el rocío matutino
ha muerto Jorge Eduardo Eielson
arde Roma y en Nápoles los pianos sollozan
dime tú ¿cómo es posible
que dios muera y el mar
permanezca sobre las piedras?
Jorge Eduardo Eielson ha muerto
o eso nos parece:
sus pies ya resbalan por un espejismo
y una nota de jazz los acompaña
una sola nota
delgada y dulce como el cuello
de una jirafa
Eielson no ha muerto:
somos nosotros los que hemos desaparecido
de su campo visual
arrobados entre oscuras estrellas.
Dime Diego:
¿cómo es posible que dios
se muera
Complejo de Edipo
Para que ya no sufras en esos tristes letargos
a los que te conducen las explosiones químicas
de pastillas e inyecciones en tus blandas venas
para que no estés tan sola
meciéndote en esa silla de mimbre
que como un decorado de otros tiempos
cuelga en el balcón de una casa de utilería
para que no confundan tu vejez con el candor
pues bien sabemos que aún siendo mi madre
contabas con dos o tres defectos
que te hacían más humana
hermosa y altiva como la imagen de una santa
para que los ángeles de túnicas doradas y escafandras
que siempre se entrometieron en tus sueños
parezcan seres menos exagerados
algo así como dos o tres astronautas
paseando en la vía láctea
para que no des más profecías envuelta en un jergón
sino en albos atuendos
que no te darán esa equívoca imagen de demente
ni siquiera cuando predigas el final del mundo
o la llegada de aves extraterrestres
para que te defiendas de los vendedores
de baratijas y permanezcas invisible
delante de sus pagarés y sus megáfonos
para no olvidarte nunca
y porque mi siquiatra dice que todavía no destruyo
el fantasma de mi identidad
yo te decatipo
madre mía.
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