viernes, 21 de agosto de 2015

Poeta 300: Danilo Sánchez Lihón


DANILO SÁNCHEZ LIHÓN




Nació en Santiago de Chuco, La Libertad (Perú, 1944). Licenciado en Literaturas Hispánicas, graduado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima, Perú), con estudios de especialización realizados en Madrid, España. Ha dirigido el Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo de la Educación, INIDE, institución encargada

de llevar a cabo todo el proceso de reforma educativa del país, en la década del 70. En dos oportunidades ha sido merecedor del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil (Perú, 1985 y 1990). Ha recibido el Laurel de Oro de la Literatura Infantil y Juvenil, de Perú (XX Congreso de la APLIJ, Cuzco, 2001). Ha sido consultor de organismos internacionales como el Centro Regional para el Fomento del Libro y la Lectura en América Latina y el Caribe, la International Reading Association, la Organización de Estados Iberoamericanos.

Muchas de sus obras han merecido premios nacionales e internacionales. Dirige el movimiento “Capulí, Vallejo y su Tierra”, que realiza una romería anual a Santiago de Chuco Es profesor permanente en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en la Escuela de Periodismo “Jaime Bausate y Meza” y docente invitado a desarrollar cursos en diversas universidades de América Latina. Actualmente dirige el Instituto del Libro y la Lectura del Perú, institución que promueve el libro y la lectura en apoyo a la acción educativa y al desarrollo social, y es sede del Museo de la Fantasía en el Perú. Fundó y conduce la Colección de Poesía “Gárgola”.

PROYECCIÓN DE LOS ANDES

Las piedras adultas del Ande dejan constancia
de sus rostros eternos
entre grandes cerros retratadas.
Ellas permanecen como el alma de un pueblo
cobijado en una de sus alas formidables.

El tuyo Vallejo lo moldeó el mismo viento
orillado por la luz del tiempo,
orillado, tal vez, ese jueves “en que Dios estuvo enfermo”,
y ya no pudo “jugar a los dados eternos”.
Pues Dios se convirtió en hombre en tus versos,
se hizo tierra y arado,
y pintó de añil un cielo y dejó el castigo de lado,
y hecho chacarero hizo la puya y la flor
y dejó cantar a los pájaros para no estar desolado.

Con la frente ancha y en tus pensamientos reposando,
te vemos Vallejo en el centro de los Andes,
y desde sus hondones, el viento compitiendo con la Luna,
y sin cansancio te va cincelando,
su lengua incolora peina permanente tu peinado.
Pues quien la piedra pule y la arena hace en millones de años
-para hacer la memoria de los pueblos-,
también hizo tu rostro en granito.
Fogatas para las noches andinas desde tus ojos se abren.

Bailan coronas de fuego sobre las esferas de la noche,
ellas resplandecen sobre las aguas del río que se las lleva.
„No hay Dios, ni hijo de Dios, sin desarrollo“, escribes César,
tal vez, reclamándole su semejanza a TODOS
y ninguna superioridad para nadie.
Y fluye la imaginación y cualquier proyección intuye
que lo que es verdadero permanente se renueva.
Tu rostro Vallejo queda entre el oro y los añiles
que se extienden con el sol y que las nubes lo llevan.

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