Este domingo último se ha realizado la entrega del Oscar, cuyo nombre más extenso es el Premio de la Academia.
El Oscar es el reconocimiento de los miembros de la misma profesión a los que han sobresalido en las diferentes categorías en el arte de hacer películas.
La categoría más importante es el reconocimiento a la mejor película, por ello se entrega al final de la ceremonia, es el premio máximo, el reconocimiento sumo.
Se corren apuestas, ya sean estas entre amigos o profesionalmente. En esas fechas todos los aficionados al cine y los que no, tienen una opinión sobre películas, siempre tienen algo que decir. Las películas nominadas al premio de la academia, hacen que los cines se llenen, todos quieren verlas aunque no sean de su agrado y al final la critiquen. Asistieron solo por el hecho que estaban nominadas.
El solo hecho de que una película o persona sea nominada al Oscar las separa del resto e influye en la audiencia para asistir a verlas y no perderse lo que consideran debe verse.
Ahora estarán pensando y Antonio se aficionó al cine…pues sí, lo confieso, me gustan las películas y de ellas se puede aprender mucho. Como el motivo de nuestra columna del día de hoy.
Al inicio de la columna estábamos hablando de la mejor película y que es el reconocimiento más importante dentro de todas las categorías.
Entonces en la noche de la entrega del Oscar, se me ocurrió, que somos nosotros los que llevamos nuestra mejor vida y por ello no debemos de buscar un reconocimiento de otros. Claro, satisfactorio es, cuando se reciben palabras positivas sobre nuestro trabajo, proceder o manera de pensar.
Reconozcamos que llevamos en nosotros nuestra mejor película, porque es nuestra propia vida y no requerimos de nadie nos diga que así es, porque nosotros ya lo sabemos.
Entonces a raíz del Oscar, y del premio a la mejor película, decimos:
Soy mejor cada día y nadie me lo tiene que recordar o decir para sentirme bien, lo que hago es para mi bien, aunque muchos no lo entiendan.
El Oscar es el reconocimiento de los miembros de la misma profesión a los que han sobresalido en las diferentes categorías en el arte de hacer películas.
La categoría más importante es el reconocimiento a la mejor película, por ello se entrega al final de la ceremonia, es el premio máximo, el reconocimiento sumo.
Se corren apuestas, ya sean estas entre amigos o profesionalmente. En esas fechas todos los aficionados al cine y los que no, tienen una opinión sobre películas, siempre tienen algo que decir. Las películas nominadas al premio de la academia, hacen que los cines se llenen, todos quieren verlas aunque no sean de su agrado y al final la critiquen. Asistieron solo por el hecho que estaban nominadas.
El solo hecho de que una película o persona sea nominada al Oscar las separa del resto e influye en la audiencia para asistir a verlas y no perderse lo que consideran debe verse.
Ahora estarán pensando y Antonio se aficionó al cine…pues sí, lo confieso, me gustan las películas y de ellas se puede aprender mucho. Como el motivo de nuestra columna del día de hoy.
Al inicio de la columna estábamos hablando de la mejor película y que es el reconocimiento más importante dentro de todas las categorías.
Entonces en la noche de la entrega del Oscar, se me ocurrió, que somos nosotros los que llevamos nuestra mejor vida y por ello no debemos de buscar un reconocimiento de otros. Claro, satisfactorio es, cuando se reciben palabras positivas sobre nuestro trabajo, proceder o manera de pensar.
Reconozcamos que llevamos en nosotros nuestra mejor película, porque es nuestra propia vida y no requerimos de nadie nos diga que así es, porque nosotros ya lo sabemos.
Entonces a raíz del Oscar, y del premio a la mejor película, decimos:
Soy mejor cada día y nadie me lo tiene que recordar o decir para sentirme bien, lo que hago es para mi bien, aunque muchos no lo entiendan.
Antonio Tomasio. Autor de los libros Uno (Yo) y Mi hijo, mi maestro. Escríbe a atomasio@antoniotomasio.com con tus preguntas o sugerencias o visita la página www.antoniotomasio.com