DE FRANCISCO BALLÓN AGUIRRE
- En la plumita de playa en donde Chejo sudó lavando oro, solo recogió gramos de miseria y se sintió más arrastrado que una culebra de trapo. Un día agarró un puñado de arena que extendió sobre la palma de su mano, como si leyera su suerte junto al río, y se largó...
Estábamos camino a Santa Trinidad cuando desmontamos, las mulas sudorosas nos agradecieron sacudiéndose la mugre y mientras me rascaba los isangos rojos, Jesús siguió contándome:
- Pensé que Chejo no volvería, pero regresó con su mujer y su hijito, a poco escuché unos tremendos, ¡buummmmm puaschhhhh!, como si el río reventara de cólera y por el cielo volaron nidos de guacamayo con pichones todavía sin plumas. ¿De dónde miéchicas vendrían los cuetones? A la feria de los trueques del sábado él trajo pescados raros, sin la boca anzueleada, tuertos de un lado o del otro, los virolos hablaron por los ojos, "estamos frescos" dijeron y le di dulce de caimito recién hecho a cambio de una sarta… Cuando mi Rosita estaba limpiándolos, ¡aurapués, Jesús!, al abrirlos encontró que en lugar de las tripas tenían un mazacote colorado, todos estaban así, ¿eran ñanga?, no nos quedó otra que asarlos en hojas de bijao.
Se los comieron?
- ¿Acaso nosotros nomas?, montón de paisanos que después contaron milagros… me hice caserito y un viernes de esos que lagarteaba agarré mi canoa, ¿conoces?
Negué con la cabeza.
- Se ahueca un tronco con formón y después se cepilla, los Piro son tromes, cavan quemándolo y para darle forma usan huesos de animal, claro que tallar con fierro es facilísimo por eso ellos buscan hachas, machetes… y a cambio los cagaleches les piden a sus hijas. Surqué pegándome a la orilla y tuve un pálpito, atraqué en donde había poca maleza, trepé como pude y me quedé tite, por ahí salía un humito, era Chejo que estaba fumando y miraba desde cierta altura al torrente pasar, ¿por qué?, porque las escamas plateadas de los pescados reflejan la luz y los vuelven invisibles, pero cuando comen la corriente los mece y enseñan sus panzas blancas o sea blanquean, a ciertas horas picantean en familia y entonces blanquea firme. Chejo estaba en ropa de baño con el pie izquierdo apoyado en algo alto y sobre el muslo su codo, relajado diría yo, dio otra pitada y, ¿prendió algo?, tiró con la mano derecha un paquetito, ¡buuummm dinamita! Asomaron cabezas de pescados contemplando a sus cuerpos yéndose río abajo... él desapareció, ¿venía por mí?, se me hizo tiutiu, pero no, con su hijo llenaban unas canastas… yo seguí canjeándole sin decir ni pío, a mi Rosita sí para que cocinara tranquila aunque escuchara truenos sin tempestad. Un mal día llegan voces del embarcadero, eran Chejo cargando a su hijo y la madre empapadita en lágrimas, al chico le faltaba un pedazo de pierna, traía la tela del pantalón corto en lugar del pié. Quisimos parar la hemorragia con capirona negra y aceite de copaiba pero no pudimos, entonces le dimos trago para adormecerlo y cauterizarle la herida… prendimos una fogata ahí mismo… al ponerle las brazas el muchacho se desmayó, su mamá lo consolaba: "vas a sanarte Jacinto, mi Jacintito". Jacinto despertó apenas, la miró fijo y ni un suspiro le salió porque se murió de lo callado. Y he visto recuperarse a los que el jaguar les arrancó la pierna o que se clavaron con puntas de chonta en una trampa para sajinos, claro quedan jodidos pero quedan, la muerte les pone huevos loctos en sus heridas, en cambio a Jacinto se lo jalo de dentro. Fue nuestro primer difunto y aprendimos que el calor acelera la larvadera cociendo una tallarinada al aire libre, ni cementerio teníamos, la mamá pidió que lo enterremos en donde dormía y acuñamos las tablas de una tarima formando una caja, para cuando lo acostamos mirando al techo ya tenía una barrigota blanqueada, como si jugara con Chejo a hacerse el pescado. ¿Y qué quedó de la desgracia? Quedó el Camposanto del Corito Jacinto que se volvió más milagrero que san Juan Calato… aquí a las tumbas no hace falta echarles cal, porque cada muerto trae la blancura adentro agusanándose sin esperar a que llegue su entierro, ¿sabías?
Cómo podía saber?
Arequipeñismos:
- En la plumita de playa en donde Chejo sudó lavando oro, solo recogió gramos de miseria y se sintió más arrastrado que una culebra de trapo. Un día agarró un puñado de arena que extendió sobre la palma de su mano, como si leyera su suerte junto al río, y se largó...
Estábamos camino a Santa Trinidad cuando desmontamos, las mulas sudorosas nos agradecieron sacudiéndose la mugre y mientras me rascaba los isangos rojos, Jesús siguió contándome:
- Pensé que Chejo no volvería, pero regresó con su mujer y su hijito, a poco escuché unos tremendos, ¡buummmmm puaschhhhh!, como si el río reventara de cólera y por el cielo volaron nidos de guacamayo con pichones todavía sin plumas. ¿De dónde miéchicas vendrían los cuetones? A la feria de los trueques del sábado él trajo pescados raros, sin la boca anzueleada, tuertos de un lado o del otro, los virolos hablaron por los ojos, "estamos frescos" dijeron y le di dulce de caimito recién hecho a cambio de una sarta… Cuando mi Rosita estaba limpiándolos, ¡aurapués, Jesús!, al abrirlos encontró que en lugar de las tripas tenían un mazacote colorado, todos estaban así, ¿eran ñanga?, no nos quedó otra que asarlos en hojas de bijao.
Se los comieron?
- ¿Acaso nosotros nomas?, montón de paisanos que después contaron milagros… me hice caserito y un viernes de esos que lagarteaba agarré mi canoa, ¿conoces?
Negué con la cabeza.
- Se ahueca un tronco con formón y después se cepilla, los Piro son tromes, cavan quemándolo y para darle forma usan huesos de animal, claro que tallar con fierro es facilísimo por eso ellos buscan hachas, machetes… y a cambio los cagaleches les piden a sus hijas. Surqué pegándome a la orilla y tuve un pálpito, atraqué en donde había poca maleza, trepé como pude y me quedé tite, por ahí salía un humito, era Chejo que estaba fumando y miraba desde cierta altura al torrente pasar, ¿por qué?, porque las escamas plateadas de los pescados reflejan la luz y los vuelven invisibles, pero cuando comen la corriente los mece y enseñan sus panzas blancas o sea blanquean, a ciertas horas picantean en familia y entonces blanquea firme. Chejo estaba en ropa de baño con el pie izquierdo apoyado en algo alto y sobre el muslo su codo, relajado diría yo, dio otra pitada y, ¿prendió algo?, tiró con la mano derecha un paquetito, ¡buuummm dinamita! Asomaron cabezas de pescados contemplando a sus cuerpos yéndose río abajo... él desapareció, ¿venía por mí?, se me hizo tiutiu, pero no, con su hijo llenaban unas canastas… yo seguí canjeándole sin decir ni pío, a mi Rosita sí para que cocinara tranquila aunque escuchara truenos sin tempestad. Un mal día llegan voces del embarcadero, eran Chejo cargando a su hijo y la madre empapadita en lágrimas, al chico le faltaba un pedazo de pierna, traía la tela del pantalón corto en lugar del pié. Quisimos parar la hemorragia con capirona negra y aceite de copaiba pero no pudimos, entonces le dimos trago para adormecerlo y cauterizarle la herida… prendimos una fogata ahí mismo… al ponerle las brazas el muchacho se desmayó, su mamá lo consolaba: "vas a sanarte Jacinto, mi Jacintito". Jacinto despertó apenas, la miró fijo y ni un suspiro le salió porque se murió de lo callado. Y he visto recuperarse a los que el jaguar les arrancó la pierna o que se clavaron con puntas de chonta en una trampa para sajinos, claro quedan jodidos pero quedan, la muerte les pone huevos loctos en sus heridas, en cambio a Jacinto se lo jalo de dentro. Fue nuestro primer difunto y aprendimos que el calor acelera la larvadera cociendo una tallarinada al aire libre, ni cementerio teníamos, la mamá pidió que lo enterremos en donde dormía y acuñamos las tablas de una tarima formando una caja, para cuando lo acostamos mirando al techo ya tenía una barrigota blanqueada, como si jugara con Chejo a hacerse el pescado. ¿Y qué quedó de la desgracia? Quedó el Camposanto del Corito Jacinto que se volvió más milagrero que san Juan Calato… aquí a las tumbas no hace falta echarles cal, porque cada muerto trae la blancura adentro agusanándose sin esperar a que llegue su entierro, ¿sabías?
Cómo podía saber?
Arequipeñismos:
- Cuetón/petardo
- Ñanga/engaño
- Lagarteaba/flojeaba
- cagaleches/miserables
- Picantean/comer picantes, guisos tradicionales
- Tite/quietísimo
- Tiutiu/reacción física al miedo
- Locto/malogrado
- Corito/chiquito
- Calato/desnudo