El número 49 de El Escéptico centra particular atención en torno a cómo
la extensión de los potenciales abusos de la industria farmaceútica
favorece la crítica y la desconfianza en la medicina como ciencia, es
decir, la medicina que utiliza procedimientos racionales para la
elaboración y contrastación de hipótesis que puedan ganar terreno a la
enfermedad y, con ello, mejorar la salud. Tras las aportaciones de
Primer Contacto y las secciones habituales en las que se hace mención a
unos extraños antisistema y al trabajo por hacer del escepticismo en
Chile, viajamos al otoño de 1992 con el nº 26 de La Alternativa Racional
y visitamos el sillón escéptico con la presentación del libro: Contra
la simpleza: ciencia y pseudociencia.
El dossier presentado en este
número es una primera entrega relacionada con las luces y sombras de la
industria farmaceútica. Incluye un artículo sobre el surgimiento de la
Medicina Basada en la Evidencia, el cual analiza algunas de las
variables que inciden en la fiabilidad de los ensayos clínicos, así como
en los criterios para fundamentar la propia noción de evidencia.
Contiene también una contribución que explora lo que es un medicamento,
su capacidad para curar y cuál es el proceso para su desarrollo y
aprobación. Línea ésta en la que abunda la clarificadora aportación
sobre la distinción entre medicamentos útiles, para evitar y falsos en
el marco de desarrollo de la farmacología moderna.
Completa esta parte
del dossier un artículo que argumenta sobre el mito que vincula el
crecimiento de la mortalidad con la ingesta de medicamentos,
precisamente en el momento de la historia en el que el aumento de la
esperanza de vida ha acontecido en parte debido a la utilización de
aquellos. Y aquí es inspirador el artículo sobre la necesidad de que el
escepticismo sea más propositivo que reactivo, frente a la extensión de
la fantasía desaforada que no tiene que dar cuenta de ninguna de las
realidades que inventa, las cuales ilusionan pseudocientíficamente a la
mente en el vacío. Por último cerramos este número con las ingeniosas
aportaciones de las secciones de humor y de un escéptico en mi buzón, en
compañía esta vez de Isaac Asimov. Todo ello para disfrutar. Pensando.