El imperio aqueménida tuvo en Persépolis la representación más excelsa de su grandeza. Majestuosa y solemne, la ciudad que ordeno construir el gran rey persa Dario I en una terraza artificial a los pies del sagrado monte Mitra albergó palacios y templos de una belleza deslumbrante
CONTENIDO
- La capital aqueménida
- La Acrópolis
- La Puerta de todas las Naciones
- Una excavación tardía
- La Apadana
- El Tripylon
- El Tachara
- El Tesoro
- La sala de las cien columnas
- El harén
- Fuera de palacio
- La tumba de Artajerjes II
- Behistún: la pide
PERSÉPOLIS
(en griego antiguo, Περσέπολις, Persépolis, literalmente ‘la ciudad persa’; en persa antiguo, Pars; en persa, تخت جمشید, Tajt-e Yamshid ‘el trono de Yamshid’) fue la capital del Imperio persa durante la época aqueménida. Se encuentra a unos 70 km de la ciudad iraní de Shiraz (provincia de Fars), cerca del lugar en que el río Pulwar desemboca en el Kur (Kyrus).
Su edificación comenzó en 521 a. C. por orden de Darío I como parte de un vasto programa de construcciones monumentales enfocadas a enfatizar la unidad y diversidad del Imperio persa aqueménida, la legitimidad del poder real y mostrar la grandeza de su reino. Las obras de Persépolis atrajeron trabajadores y artesanos venidos de todas las satrapías del imperio y por ello su arquitectura resultó de una combinación original de formas de estas provincias que crearon un estilo arquitectónico persa ya antes esbozado en Pasargada y que también se encuentra en Susa y Ecbatana. Esta combinación de saberes marcó igualmente el resto de las artes persas, como la escultura y la orfebrería. La construcción de Persépolis continuó durante dos siglos, hasta la conquista del imperio y la destrucción parcial de la ciudad por Alejandro Magno en 331 a. C.
El sitio fue visitado a lo largo de los siglos por viajeros occidentales, pero no fue hasta el siglo XVII que las ruinas se certificaron como la antigua capital aqueménida. Numerosas expediciones arqueológicas han permitido comprender mejor las estructuras, su aspecto original y las funciones que cumplieron.
Persépolis comprende un enorme complejo palacial sobre una terraza monumental que soporta múltiples edificios hipóstilos que tuvieron funciones protocolarias, rituales, emblemáticas o administrativas precisas: audiencias, apartamentos reales, administración del tesoro o recepción. Cerca de la terraza había otros elementos: tumbas reales, altares y jardines. También estaban las casas de la ciudad baja, de la que casi nada visible queda hoy. Muchos bajorrelieves esculpidos en las escalinatas y puertas del palacio representan la diversidad de los pueblos que componían el imperio. Otros consagran la imagen de un poder real protector, soberano, legítimo y absoluto, donde se designa a Jerjes I como sucesor legítimo de Darío el Grande. Las múltiples inscripciones reales en escritura cuneiforme de Persépolis están redactadas en persa antiguo, babilonio o elamita. Están grabadas en varios lugares del sitio, destinadas a los mismos fines y especifican qué reyes ordenaron el levantamiento de los edificios.
La idea de que Persépolis tenía una ocupación únicamente anual y ritual dedicada a la recepción por el rey de los tributos ofrecidos por las naciones del imperio durante las ceremonias del Año Nuevo persa ha prevalecido durante mucho tiempo. Ahora sabemos con seguridad que la ciudad estaba permanentemente ocupada y que tenía un papel administrativo y político central para el gobierno del imperio. Los muchos archivos inscritos en tablillas de arcilla descubiertos en los edificios del tesoro y en las fortificaciones han permitido establecer estas funciones y proporcionan información valiosa sobre la administración imperial aqueménida y la construcción del complejo. Persépolis está inscrita en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1979.
MÁS INFORMACIÓN
Autor(es): National Geographic
Editorial: National Geographic
Páginas: 96
Tamaño: 22 x 29 cm.
Año: 2017