Las
plantas no tienen ojos ni oídos ni boca ni manos. Tampoco tienen
cerebro… ni siquiera sistema nervioso. ¿Qué decir de músculos? Ninguno.
Permanecen inmóviles siempre en el mismo lugar; lo único que hacen es
absorber la luz del sol y los nutrientes del suelo. Sin embargo, cuando
se aproxima alguna criatura con la intención de comerlas, pueden
sentirlo. Entonces, responden a ese estímulo. ¿Cómo es posible?
“Ahora
tenemos que pensar como plantas”, dijo Simon Gilroy, botánico de la
Universidad de Wisconsin-Madison que estudia la forma en que las plantas
perciben el medioambiente e interactúan con él. “Las
plantas no son animales verdes”, explicó Gilroy. “Son diferentes,
aunque algunas veces sus funciones exhiben similitudes asombrosas con
las de los animales”.
Como parte de un estudio publicado en la revista científica Science,
diseñado con el propósito de dilucidar qué mecanismos secretos emplean
las plantas para comunicar que se aproxima alguna amenaza, Masatsugu
Toyota —quien ahora es catedrático en la Universidad Saitama de Japón— y
otros investigadores del laboratorio de Gilroy en Wisconsin observaron a
algunas orugas masticar una planta y utilizaron tijeras para cortar las
hojas con el fin de ver cómo respondía.
Aplicaron glutamato, un neurotransmisor importante que ayuda a las neuronas de los animales a comunicarse.
Al
menos en otros diez videos, además del que se presenta aquí, emplearon
una proteína verde y brillante para observar cómo el calcio y los
mensajes químicos y eléctricos resultantes se desplazaban a través de la
planta. También observaron bajo el microscopio cómo se movían las
señales de alarma por las extremidades de las hojas, un fenómeno que
reveló que las plantas no son tan pasivas como parece.
Los
mensajes se originan en el punto de ataque, desde donde el glutamato
propulsa una ola de calcio que se propaga a través de las venas de la
planta, como si se tratara de una red de tubería. Esta inundación activa
las hormonas del estrés e interruptores genéticos que abren el arsenal
de la planta y la preparan para defenderse de sus atacantes, sin
necesidad de un solo pensamiento o movimiento.
Al
igual que los animales, las plantas son eucariontes —organismos
pluricelulares— que se derivaron de un ancestro universal común (llamado
LUCA por su sigla en inglés) hace miles de millones de años. Impulsados
por nuestro instinto de supervivencia cuando percibimos una amenaza,
enviamos a través de nuestro cuerpo o tejidos un mensaje de alerta
acerca del peligro para reaccionar a su presencia. Las acciones que
aplicamos son muy variadas, ya que dependen de adaptaciones personales a
nuestro estilo de vida en ambientes distintos; no obstante, gran parte
de la maquinaria celular básica es igual. La biología dejó estos
mecanismos intactos, pues si algo no está descompuesto, ¿qué necesidad
hay de arreglarlo?
Un
mecanismo que comparten nuestras células es la fluctuación en los
niveles de iones de calcio, que contienen una carga eléctrica. En los
seres humanos, esta carga ayuda a controlar la transmisión de mensajes
entre las neuronas. Un cambio en los iones de calcio puede hacer
palpitar nuestro corazón o provocar la contracción de nuestros músculos,
de tal forma que podamos ponernos de pie y huir si percibimos alguna
amenaza.
Obviamente,
las plantas no pueden correr. No obstante, los investigadores sabían
que los genes que elaboran receptores similares a aquellos sensibles al
glutamato disparan señales eléctricas que se desplazan por las plantas
cuando sufren alguna herida. Activan genes en el resto de la planta para
que puedan responder.
Con
la ayuda del glutamato, los iones de calcio pueden fluir y llevar su
señal a través de canales: el glutamato ingresa en los espacios
receptores especiales de manera similar a una llave que embona en la
cerradura de un candado, y así va abriendo compuertas de acceso. Estos
canales no son exactamente iguales a los del sistema nervioso de los
mamíferos, pero su apariencia es muy similar y es probable que su
funcionamiento sea parecido. Basados en esta idea, Gilroy y su equipo se
dedicaron a observar el flujo de los iones de calcio.
Para ello modificaron plantas Arabidopsis
con la intención de elaborar una proteína que fabrican las medusas y
que produce un color verde brillante bajo el microscopio. Este sensor,
en este caso, brilla más cuando aumentan los niveles de calcio.
También eliminaron de algunas plantas el receptor similar al glutamato. En ellas, la señal fluorescente era débil.
La
verdadera sorpresa fue la velocidad con que se transmitían las señales
de hoja en hoja; un par de minutos, siempre y cuando estuvieran
conectadas a través del sistema vascular. Es una reacción más lenta que
la de nuestro sistema nervioso, pero “para un biólogo botánico, es
rápido”, dijo Gilroy. Al parecer, la planta también podía percibir la severidad del daño, porque cuando aplastaban una hoja, toda la planta respondía
En
todas las áreas que tocaba el calcio, la planta producía ácido
jasmónico, una hormona que controla procesos de defensa en situaciones
de estrés; los científicos creen que activaba genes que de alguna manera
producen una reacción de las defensas químicas y físicas de la planta.
El
metil jasmonato, uno de los productos del ácido jasmónico, flota por el
aire como un perfume con aroma a jazmín. Para los insectos puede
resultar repulsivo o interrumpirles la digestión, por lo que estos
comensales evitarán regresar. Las defensas físicas además pueden
endurecer la pared celular de la planta, para que sea difícil comerla.
“Los
autores le sumaron muchas piezas al rompecabezas para descubrir cómo
una herida localizada dispara defensas generalizadas en hojas distales”,
dijo Ted Farmer, botánico de la Universidad de Lausana en Suiza, quien
describió las señales eléctricas de las heridas en las plantas.
Sin
embargo, gran parte del proceso sigue siendo un misterio, como qué
maquinaria es responsable del funcionamiento de esas reacciones.
El
aspecto no tan misterioso es que, en gran medida, las plantas y los
animales enfrentan los mismos problemas. Si los humanos pueden manejar
las amenazas, también las plantas pueden hacerlo. “Es
posible que incluso tengan mejores sistemas que nosotros para percibir
el ambiente, ya que no tienen la ventaja de poder ponerse de pie y salir
corriendo”, subrayó Gilroy.
Fuente: https://www.nytimes.com
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- Cita CCCLXXXII: Cinco plantas y animales confundidos por el cambio climático
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